Los niños y las armas son una mala combinación
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El año pasado al menos 278 niños dispararon involuntariamente un arma e hirieron o mataron a alguien. Niños como el menor de cinco años en Missouri que estaba jugando con la pistola de su abuelo cuando la disparó, matando a su hermano menor. O el niño de 3 años de Ohio que encontró la pistola de su madre en su bolso y la descargó contra su propio pecho. O el hijo de cuatro años de un policía estatal de Alaska, que encontró la pistola personal de su padre y estaba viendo hacia el cañón cuando se disparó.
Aisladamente estas tragedias parecieran accidentes fortuitos, pero juntas conforman un patrón —uno que podemos interrumpir si rastreamos los datos e intentamos soluciones más viables—.
Necesitamos un panorama más completo de este fenómeno que el que tenemos hoy. Está claro que los Centros de Control y Prevención de Enfermedades registra casi el 50% menos del número de niños muertos en tiroteos involuntarios, probablemente debido a las fallas de los examinadores médicos al clasificarlas.
Para llenar ese vacío, la organización donde yo dirijo las investigaciones, Everytown for Gun Safety, comenzó a rastrear los incidentes en que los jóvenes de 17 años o menores dispararon un arma involuntariamente e hirieron a alguien. En 2015 encontramos 278 incidentes, resultando en al menos 88 muertes y 194 lesiones —aunque bien podrían haber sido más—.
Incluso con nuestras estadísticas imperfectas, los patrones que vemos son notables. Niños de tres años jalaron del gatillo más que los niños de cualquier otra edad. Casi dos terceras partes de los accidentes occurrieron cuando el menor esaba convencido de que estaba seguro — en su propia casa o la de un familiar. La frecuencia de esos incidentes varía de estado a estado por diferentes órdenes de magnitud: en proporción con la población, el rango más alto fue en Alaska, 30 veces más alto que en California.
Nuestro análisis también reveló cómo podríamos prevenir algunas de esas tragedias.
El común denominador en la mayoría de los incidentes fue el irresponsable resguardo del arma: los adultos que no guardan sus pistolas ponen a sus hijos en un riesgo desproporcionado. Según las encuestas, en 15% de los hogares donde hay una pistola, guardan sus armas sin seguros y cargadas —pero dichos hogares significaron casi dos terceras partes de los tiroteos infantiles involuntarios que rastreamos—.
Considerar los tiroteos infantiles involuntarios como crímenes en vez de accidentes inevitables o torceduras del destino es una forma de motivar un almacenamiento de armas más responsable.
De los tiroteos infantiles involuntarios en 2015 que pudieron haberse prevenido con un almacenamiento seguro, los fiscales presentaron cargos de negligencia contra solo un cuarto de los propietarios de armas .
Casi 30 estados han adoptado “leyes de prevensión de acceso a los niños” que varían en carácter pero en general dejan al propietario penalmente responsable si una pistola termina en las manos de un menor.
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