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Los supremacistas blancos viven nuevo auge en Estados Unidos

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Las imágenes del vídeo son escalofriantes. Un joven de 17 años, miembro de un grupo de supremacistas blancos, corre por las calles de Kenosha (Wisonsin) con un rifle semiautomático AR-15, alguien le lanza lo que parece ser una bolsa de plástico, se da la vuelta y se oyen unos disparos.

La escena se produce en medio de las protestas por la justicia racial que han hecho retumbar Kenosha desde que hace una semana un policía blanco disparara siete veces por la espalda al afroamericano Jacob Blake, que ha quedado paralizado de cintura para abajo.

Promotor y ejemplo de la realización de elecciones limpias y transparentes en todo el mundo y la transferencia pacífica del poder, la legitimidad de la elección presidencial de Estados Unidos, el 3 de noviembre, podría estar en riesgo y, como consecuencia, generar violencia electoral.

Las manifestaciones han atraído a una amalgama de milicianos, paramilitares y supremacistas blancos como Kyle Rittenhouse, quien disparó contra tres personas y acabó con la vida de dos de ellas.

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“Acabo de disparar a alguien”, se oye decir a Rittenhouse en un video difundido recientemente. Está al teléfono con alguien mientras un cuerpo yace en el suelo.

Sale corriendo, los manifestantes le persiguen y él vuelve a disparar su rifle hasta que ve cuatro vehículos blindados de la policía. Entonces, levanta los brazos y un testigo se apresura a avisar a los agentes: “¡Eh, él les acaba de disparar! ¡Eh, este tipo les acaba de disparar!”.

La policía pasa de largo y nadie para a Rittenhouse, que sigue caminando. El jueves fue finalmente acusado de asesinato y ahora está en una cárcel del condado de Lake a la espera de juicio.

Aterrorizado por lo que se perfila a ser una aplastante derrota el 3 de noviembre próximo que, en lugar de reelección, lo podría sacar de la Casa Blanca y obligarlo a comparecer ante la justicia por cargos criminales pendientes, el presidente Donald Trump recurre desesperado a cuanto recurso puede para generar un ambiente de confusión e incertidumbre.

SUPREMACISMO AL ALZA

Lo vivido en Kenosha representa la peor pesadilla de analistas como Steven Gardiner, parte de Political Research Associates, un centro de pensamiento que estudia la extrema derecha estadounidense.

“Kenosha es, de hecho, lo que hemos estado temiendo todo el verano. Grandes emociones, facciones armadas y un departamento de policía de una pequeña ciudad que obviamente no puede manejar manifestaciones masivas noche tras noche. Es una receta para el desastre”, argumenta en declaraciones a Efe.

Según Gardiner, ha habido un “enorme incremento” en la actividad de estos grupos que han visto una “oportunidad” en las protestas por la justicia racial de este verano.

En concreto, este año, se han producido al menos 497 agresiones de supremacistas blancos contra manifestantes del movimiento “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan), según una base de datos de Alexander Reid Ross, profesor de la Universidad estatal de Portland, en Oregón.

AGRESIONES, INTIMIDACIÓN Y DISPAROS

Ross comenzó a recolectar datos el 27 de mayo, dos días después de que un policía blanco asesinara en Minneapolis (Minnesota) al afroamericano George Floyd.

Hasta ahora, Ross ha documentado 387 incidentes de intimidación, lo que incluye insultos y amenazas con armas de fuego, así como 64 agresiones físicas de supremacistas blancos, quienes en 38 ocasiones usaron sus vehículos para arremeter contra activistas.

En nueve ocasiones, los supremacistas dispararon contra los manifestantes y acabaron matando a tres de ellos. Según Ross, lo peor se vivió esta semana en Kenosha con dos asesinatos.

“Ha habido un gran cambio en la forma en la que extrema derecha se expresa. Ahora se oponen a la izquierda más abiertamente y de una forma más beligerante. Se han organizado para dar una especie de servicio paramilitar de apoyo a la policía”, explica a Efe Ross.

Al respecto, destaca que los supremacistas se han adjudicado el papel de defensores de la policía como reacción al movimiento de la izquierda “Defund the Police” (Quiten fondos a la Policía), que pide que se destine menos dinero a las fuerzas del orden o, incluso, que se eliminen por completo.

TRUMP, EL FACTOR CLAVE

No obstante, ambos expertos señalan como último responsable al presidente Donald Trump quien durante su Presidencia ha hecho guiños más que evidentes a esos grupos de extrema derecha.

En 2017, después de una marcha de neonazis en Charlottesville en la que murió atropellada una manifestante, el mandatario llegó a considerar que había gente “muy buena” entre los supremacistas; y recientemente durante las protestas en Minneapolis dijo la frase “cuando los saqueos comienzan, comienzan los disparos”, que fue interpretada como un llamado a su base para agredir a los activistas.

“Esos movimientos eran marginales, pero Trump está ayudando a normalizarlos”, subrayó Ross.

De hecho, en los últimos días, importantes personalidades de EE. UU. han justificado las acciones de Rittenhouse en Kenosha: Tucker Carlson, uno de los presentadores de la cadena conservadora Fox, ha defendido que el joven “decidió mantener el orden cuando nadie más podía”, mientras que el jugador de béisbol Aubrey Huff consideró que es “un tesoro nacional”.

UNA HISTORIA DE RACISMO

Sin embargo, Trump no ha inventado a ese conglomerado de grupúsculos. Los supremacistas justifican su existencia en el texto de la Segunda Enmienda de la Constitución que habla de una “milicia bien regulada” y el derecho a portar armas.

Los antecesores de los nuevos supremacistas son el Ku Klux Klan, que ganó fuerza coincidiendo con el movimiento por los derechos de los afroamericanos en la década de los años 60 del siglo pasado; y aquellos grupos que en la misma época patrullaban las llamadas “sundown towns” del sur, aquellas localidades donde la comunidad negra tenía prohibido circular pasada la medianoche.

Las nuevas milicias, sin embargo, se distinguen por la facilidad con la que responden a Trump y a los expertos les preocupa el papel que puedan jugar en los comicios del próximo noviembre.

“Existe la posibilidad, aunque no es seguro, de que Trump les pida salir a las calles para provocar caos. Podría ser un intento de hacer que las elecciones no parezcan válidas y eso sería muy grave”, avisa Gardiner.

Esa sería, explica, otra “gran pesadilla” y una peor que lo ocurrido en Kenosha.

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