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‘No podemos pagar lo que exige el mercado’: las clínicas comunitarias luchan  por contratar y retener trabajadores

A child sits atop a medical exam table while a medical assistant takes notes
La asistente médica Maribel Pérez, a la izquierda, atiende a Leisure Picon, de 35 años, y a su hija Ivanka Mendoza, de tres, en la Clínica de Salud Eisner, en Lynwood.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

En una clínica comunitaria de Huntington Park, dos odontólogos están ansiosos por volver a trabajar, un servicio codiciado para pacientes pobres y sin seguro, que a menudo no reciben atención dental.

Pero los dentistas necesitan asistentes para preparar los consultorios, realizar radiografías y ayudar con el equipo. Y hasta ahora, South Central Family Health Center no logró contratar suficientes.

Eso equivale a más de 2000 pacientes al año sin atención dental que, de otro modo podrían haberla tenido, destacó David Roman, director de comunicaciones del centro, que opera clínicas desde el sur de Los Ángeles hasta Cudahy.

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Sin tres asistentes más, “no podemos traer de vuelta a dos dentistas”, comentó Roman. “Y eso no nos ocurre solo nosotros”.

Las clínicas comunitarias, que brindan atención primaria y preventiva a pacientes pobres y sin seguro, han tenido problemas para contratar y conservar trabajadores a medida que la pandemia se prolonga en California.

El personal de la clínica dice que la escasez deja a los pacientes sentados por más tiempo en las salas de espera y en línea por teléfono, retrasa las derivaciones a especialistas médicos, socava las pruebas de detección preventivas y exacerba el agotamiento de los empleados.

“Nos ha faltado tanto personal que cada día parece un maratón”, comentó José Alejandro Santana Lomeli, asistente médico en la clínica Salud Para La Gente, en Watsonville.

El año pasado, la rotación de empleados en dichas clínicas alcanzó un promedio de casi el 20%, según una encuesta realizada por California Primary Care Association. Para los asistentes médicos, la tasa de vacantes alcanzó el 24%, casi el triple que el año anterior, y para los asistentes dentales, se duplicó al 20%.

“Incluso los recepcionistas y los consejeros de beneficios están siendo engullidos por los grandes gigantes”, centros médicos como Kaiser y UCLA, “que pueden pagar mucho más que nosotros”, destacó Jim Mangia, director ejecutivo y presidente de St. John’s Community Health. “No podemos pagar lo que exige el mercado”.

Los asistentes médicos en todo California ganaban un promedio de alrededor de $20 por hora al comienzo de la pandemia, según datos federales, aproximadamente $43.000 anuales, pero las listas en línea muestran que algunos competidores ahora ofrecen $25 por hora o más. Los asistentes médicos en las clínicas comunitarias de California ganan un promedio de $40.000 a $42.000 al año, dependiendo de si están certificados, según la encuesta de la asociación.

Los establecimientos de salud no son la única competencia. Para muchos empleados, “nuestra mayor competencia es Arby’s, Chick-Fil-A e In-N-Out”, comentó Warren Brodine, presidente y director ejecutivo de Eisner Health, que tiene clínicas en el centro de Los Ángeles, el Valle de San Fernando y Lynwood.

Según Brodine, durante la pandemia, las clínicas de Eisner aumentaron los salarios, entregaron bonificaciones, ampliaron algunos beneficios y trataron de ofrecer trabajo remoto cuando fue posible. Pero “nadie ha descubierto todavía cómo administrar una vacuna infantil a través de una llamada de Zoom”, comentó.

A doctor holds a stethoscope to a newborn baby's chest
La Dra. Christina Hillson atiende a Julian DelCarmen, de tres días de edad, en la Clínica de Salud Eisner en Lynwood, el mes pasado.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

En el Área de la Bahía, a Alisha Walker le encanta su trabajo como asistente médica en una clínica comunitaria enfocada en personas que necesitan atención psiquiátrica, porque “puedo servir a la comunidad en la que vivo”.

Pero sabe que podría ganar más dinero en otra parte. Hace años, Walker dejó un trabajo en las clínicas de LifeLong Medical Care por salarios más altos en otros centros de salud. Luego volvió, hace cuatro años, después de frustrarse con su viaje diario. Había ganado aproximadamente $30 por hora y bajó a $19 al regresar, señaló. Para hacer frente a la reducción salarial, tomó un segundo trabajo en el turno de noche en UPS. “Era una zombi. Literalmente, no dormía en absoluto. Era un desastre”, remarcó Walker. Pero si no se hubiera lastimado la rodilla al levantar una caja pesada, “probablemente lo estaría haciendo hoy”, agregó.

Santana Lomeli, la asistente médica en Watsonville, también tiene un segundo trabajo como instructora en una escuela para asistentes médicos para llegar a fin de mes. Su esposo, quien también es asistente médico, maneja para Lyft por la noche.

Las clínicas comunitarias ya estaban bajo presión financiera antes de la pandemia, y los costos aumentaron mucho más rápido que sus ingresos. En California, estas clínicas sin fines de lucro dependen en gran medida de la financiación del gobierno, incluido Medicaid, programas para personas sin seguro y subvenciones federales.

Menos de un año antes de que llegara el COVID-19, una cuarta parte de las clínicas de salud comunitarias de California tenían menos de un mes de efectivo disponible, según un análisis financiero realizado por la organización sin fines de lucro Capital Link. El COVID-19 acumuló nuevos costos y redujo las visitas, privándolas de ingresos. Al principio de la pandemia, más de 200 sitios, en promedio, cerraban cada semana, aproximadamente el 13% de las ubicaciones en todo el estado, detectó Capital Link.

Incluso con la ayuda federal, la California Health Care Foundation señaló que es probable que las clínicas comunitarias tarden años en recuperarse financieramente. Para Mangia, no ayudó que las clínicas comunitarias de California no hayan pagado durante mucho tiempo las vacunas contra el COVID-19 que reciben los beneficiarios de Medi-Cal.

En los últimos meses, el brote de Ómicron alejó a muchos trabajadores de las clínicas comunitarias cuando los empleados se infectaron y tuvieron que aislar o cuidar a familiares enfermos. Las clínicas enfatizan, sin embargo, que los problemas de personal persistieron más allá de la última ola, el resultado duradero de sus limitaciones en el mercado laboral.

“La fuerza laboral es probablemente lo primero de lo que hablamos ahora, por encima de cualquier otra cosa”, comentó Susan Dion, directora administrativa de Valley Community Healthcare. “Ya ni siquiera es el COVID, es la fuerza laboral”.

Para Dion, la rotación en sus clínicas del Valle de San Fernando aumentó a casi un 37% el año pasado. Más de un tercio de las personas que tenían entrevistas de trabajo no se presentaron, y una de cada siete que fueron contratadas no se presentaron en su primer día de trabajo, remarcó Dion.

En el Centro de Salud Eisner Lynwood, la gerente, Candy Muñoz, indicó que la peor escasez ocurrió a principios de este año, cuando la clínica operaba con menos de la mitad de su personal previsto. Ahora es casi del 75%, dijo. “Pero esto realmente no es normal”.

Rosa Mireles, right, trains new employee Janette Garcia at Eisner Health Clinic
Rosa Mireles, a la derecha, capacita a la nueva empleada Janette García en la Clínica de Salud Eisner en Lynwood, que al igual que muchos centros de salud comunitarios sufren la escasez de personal.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Muñoz dijo que cuando las clínicas tienen escasez de asistentes médicos y otros trabajadores de apoyo, hay un “efecto dominó”. Por ejemplo, explicó, un centro tercerizado que se usa para manejar llamadas telefónicas. Ahora éstas recaen en los trabajadores sentados detrás de un divisor transparente en el frente de la clínica de Lynwood, quienes hacían malabarismos con las tareas de contestar teléfonos y registrar la entrada y salida de los pacientes en una reciente mañana.

La asistente médica Adriana Pérez alternaba entre el teléfono, los pacientes que colmaban la sala de espera y el auricular en su oreja. Saludó a una mujer que se acercó a la ventana y, hablando en español, la guió para que pudiera programar su próxima cita. Pérez hizo una pausa por un momento para responder a un empleado que hablaba a través de sus auriculares: “¿Me puedes dar un segundo? Tengo una paciente”, dijo, antes de fijar la hora y la fecha de la cita para la mujer. Luego volvió a prestar atención a sus auriculares. “¿Antonio? ¿Puedes oírme? Tengo a tu paciente”.

Los asistentes médicos también extraen sangre para análisis de laboratorio, toman signos vitales de los pacientes, realizan pruebas de Papanicolaou y revisan las historias clínicas para alertar a los médicos si el próximo paciente debe someterse a un examen en particular.

“Los asistentes médicos hacen todo por el proveedor”, enfatizó Muñoz, el gerente de la clínica. Si no hay un asistente médico disponible, el médico pasa más tiempo tratando de cubrir algunos de los exámenes preventivos que el asistente normalmente manejaría (ello retrasa al siguiente paciente) o termina centrándose únicamente en las necesidades inmediatas de la persona, comentó. Durante la grave escasez de enero, algunas de esas cuestiones quedaron en el camino, expresó Muñoz.

Para la Dra. Christina Hillson, directora médica y médica de familia en la clínica de Lynwood, cuando la falta de asistentes médicos se notaba especialmente, la clínica dejaba de extraer sangre de los pacientes para análisis de laboratorio. En cambio, se los enviaba a laboratorios externos, pero a algunas de esas personas nunca les tomaron sus muestras de sangre debido a las largas esperas, comentó.

“Lo cual no parece tan importante, pero para las pacientes obstétricas, es un gran problema”, remarcó Hillson, porque deben someterse a pruebas de detección de diabetes, una condición que puede afectar el embarazo y la salud de sus bebés.

Jasmine Rosas, quien llegó a la clínica de Lynwood con su bebé recién nacido, Julian, dijo que había arribado a las 7:30 de la mañana para tratar de ver a un médico, ya que no había citas disponibles cuando llamó desde el hospital.“Solo intentar que a uno lo atiendan… lleva mucho tiempo”, comentó.

En South Central Family Health Center, la directora de Recursos Humanos, Ingrid Hernández, dijo que sus centros, que promedian alrededor de 240 puestos cuando cuentan con todo el personal, habían perdido 125 empleados desde que comenzó la pandemia y solo habían reemplazado a 85 hasta ahora. Tres de sus clínicas cerraron temporalmente en enero.

Y en Wilmington Community Clinic, “no teníamos suficiente personal para atender los teléfonos” a medida que aumentaban los casos de COVID-19, destacó la directora ejecutiva Dolores Bonilla. “Creó una situación en la que simplemente no podíamos seguir el ritmo ante el gran volumen”.

En un momento, la clínica de Wilmington no tenía un coordinador de derivaciones. Para mantenerse al día con las referencias, terminó sacando a otros empleados de sus funciones, incluido un proveedor médico y algunos asistentes, explicó la directora médica asociada Crystal Maciel, en un correo electrónico. Llevó más de 10 días enviar referencias en un momento, lo cual luego retrasó que los pacientes obtuvieran la atención necesaria de los especialistas, indicó.

Mangia, el presidente de St. John, argumentó que el problema tiene sus raíces en una falla del gobierno para financiar adecuadamente las clínicas de comunidades desatendidas. “¿Por qué debería ganar menos una enfermera que está comprometida con la red de seguridad, que quiere trabajar en el centro de la ciudad o en una zona rural pobre?”, preguntó.

El mes pasado, habló en una conferencia de prensa sobre un proyecto de ley estatal, el Proyecto de Ley del Senado 1014, que reforzaría la financiación de las clínicas comunitarias. Sus defensores buscan obtener unos mil millones de dólares adicionales, en fondos estatales y federales.

CaliforniaHealth+ Advocates, que está afiliado a California Primary Care Association, presionó para que el gobernador Gavin Newsom asigne $51 millones en el próximo presupuesto para abordar la escasez de trabajadores de la salud, incluidos $29 millones para el pago de préstamos y programas de becas.

Para Brodine, de Eisner Health, el problema fundamental se reduce a Medi-Cal, el programa de California para Medicaid, que cubre a más de la mitad de los pacientes en las clínicas comunitarias de California. “La realidad es que el estado de California subfinancia Medicaid a cada paso del camino”, destacó.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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