De adictos y adicciones: Una difícil decisión
Estimados lectores, queridas lectoras, quiero compartir con ustedes un correo que me llegó desde Hermosillo, Sonora, y que a la letra dice:
“Señora María Antonieta: Después de dos años luchando en casa contra la adicción de mi hijo, decidí enviarlo a un centro de rehabilitación. Para mí fue una decisión muy difícil, él no quería saber nada de centros de rehabilitación y mucho menos de dejar las drogas, siempre me decía que cuando él quisiera las podía dejar, o me hacía el cuento de que ya las estaba dejando, la verdad, yo le quería creer, pero conociendo a mi hijo como lo conozco, podía ver en sus ojos cuando estaba drogado, me llenaba de tristeza ver la persona tan mentirosa en la que se había convertido, tampoco quería ver que me robaba, cierto, pequeñas cantidades, pero constantemente me faltaba dinero, una alhajita, algún enser doméstico, de todo un poco, hasta que llegamos al punto donde teníamos que esconder las cosas.
“Para agravar la situación, mis dos hijas estaban completamente en contra de que su hermano viviera conmigo, cuando me visitaban siempre salía el tema del adicto, por lo general terminábamos discutiendo, ellas me pedían muy enojadas que lo sacara de mi casa. Yo, por mi parte, me sentía entre la espada y la pared, por un lado les deba la razón a mis hijas, pero por otro lado se me partía el corazón tan solo de pensar que mi hijo anduviera en la calle con riesgo de que me lo mataran.
“La gota que derramó el vaso, fue el robo de una cantidad importante de dinero del bolso de mi hija mayor. Ese día mi hijo se perdió, no lo volvimos a ver en más de una semana. Se puede imaginar que esos días los pasé llena de angustia, me daba miedo que tuviera una sobredosis, que lo arrestara la policía o que lo mataran para quitarle el dinero; por su parte, mis hijas, me dijeron de todo, me amenazaron con tomar acción y denunciarlo a la policía.
“Sabiendo que era verdad todo lo que me decían, aun así, trataba de justificarlo, pero cuando lo vi llegar tan campante, como si nada, eso sí, bien drogado, sentí una furia enorme, fue como si de golpe se me hubieran abierto los ojos. En ese momento tomé la decisión de llamar a un centro de rehabilitación para que vinieran por él.
“¡Ay señora! esa fue una de las experiencias más amargas, llegaron en una van cuatro muchachos altos y fuertes, mi hijo se resistió, pero finalmente lo dominaron y se lo llevaron cargando; mientras lo subían me gritaba que se iba a escapar, me reprochaba y me decía que cómo pude haberle hecho eso, invocaba sus derechos, pero de nada le valió, finalmente se lo llevaron, y yo me quedé llena de culpas y remordimientos.
“Han pasado tres meses de aquella amarga experiencia, en este tiempo he vivido con tranquilidad, saber que está en un lugar seguro me hace sentir bien, más serena y relajada. Hace una semana fui a visitarlo, me recibió muy bien y yo me puse feliz, volví a ver a mi hijo, al hijo que yo conocía, en mi interior le daba gracias a Dios, pero detrás de aquella conducta tan amable y cariñosa había otra intención.
“Después de comer y conversar como hacía mucho no lo hacíamos, mi hijo me pidió que ya lo sacara del centro, me juró y me prometió que todo cambiaría, yo le quiero creer, pero al terminar la visita pasé a ver al director y me dijo que aún era muy pronto y me recordó que el programa es de un año, pero que las puertas estaban abiertas.
“Mi carta es para preguntarle a sus lectores si alguno de ellos ha tenido esta experiencia y si hay algo que me recomienden hacer, yo me encuentro confundida; unas personas me dicen que si el adicto no quiere cambiar, no hay centro de rehabilitación que los cambie, otras me sugieren mantenerlo internado y que cumpla el programa de un año.
Hasta aquí la carta de nuestra amiga, invito a los lectores a que le den respuesta a su pregunta, las respuestas serán publicadas en este espacio, con la esperanza de que le sean de ayuda tanto a ella como a personas que se encuentran en la misma situación.
Por último, quiero aprovechar para agradecer a los lectores de esta columna y a quienes me escriben, espero de todo corazón que Dios les llene de bendiciones y tengan un feliz y próspero año nuevo.
Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.
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