El viraje de Echo Park. Las reacciones de los habitantes a los desalojos de los indigentes
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Los Ángeles — El emblemático Echo Park amaneció bajo custodia, con cintas amarillas y patrullas de la policía por los diferentes accesos. Se había convertido en una zona infranqueable para los visitantes.
“Hay que regresarse”, dijo una mujer después de hablar con un agente policial en el costado norte del parque.
Después de una noche de protestas y enfrentamientos, los habitantes de esta zona se levantaron desvelados. A raíz de esa tensión, hubo vigilancia aérea nocturna y a primera hora del día estaban apostados los agentes en el contorno del parque.
“No hemos dormido por ese helicóptero”, manifestó María Ayala al dirigirse a la parada del autobús.
El lago del Echo Park sirvió en 1868 como un embalse de la ciudad de Los Ángeles. Desde entonces, ha sufrido diferentes transformaciones.
“Antes era una belleza el parque”, indicó Ángel Hernández, quien esta mañana se dirigía a correr como lo hace todos los días, pero el intento fue infructuoso.
En 2011 se cerró por última vez para realizar trabajos de remodelación. Al reabrirse, a mediados de 2013, este centro recreativo tenía una fisonomía propia para el esparcimiento familiar.
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En los 27 años que ha vivido en la zona, Julio Corvera ha convertido el parque en su mejor distracción. Desde que se jubiló, en 2005, siempre acude a este lugar a reunirse con amigos aunque desde el 2014 se fue a rentar al área de Hollywood.
“Vengo a jugar cartas y dominó”, dijo Corvera después de comprar un café, en la esquina del bulevar Sunset y la calle Echo.
Esa tranquilidad que se respiraba, afirma Elvira Orozco, de un momento a otro se convirtió en un dolor de cabeza.
A raíz de la pandemia, esta mujer que vive a escasos 20 metros del parque, dejó de ir a caminar a ese lugar. Sin embargo, ahora que deseaba hacerlo nuevamente se encontró con un parque saturado de personas desamparadas.
“No se puede usar”, se lamentó Orozco, residente en esta área por más de 25 años. Al llegar al parque dice que era común encontrarse con personas discutiendo o peleando. “No se puede, porque de repente a uno le va a tocar un golpe”, añadió.
Ese cambio drástico se ha dado en los últimos dos años, incrementándose a raíz de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, a principios de 2020.
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Lo peor de todo, sostiene José González, es que de por medio están los promontorios de basura, el consumo de drogas al aire libre y el aumento de la violencia.
“¿Cómo es que la gente se pone en contra de lo que están haciendo (las autoridades) ahorita?”, cuestiona González, residente en el vecindario desde hace 17 años.
“Era un caos en el día y en la noche no te puedes meter, porque quién sabe si salgas de ahí”, añadió.
María Ayala, residente en el vecindario desde hace 40 años, se solidariza con las personas desamparadas; a su juicio, las autoridades tienen que resolver este problema y, asimismo, deben devolverle la tranquilidad a los habitantes de esta zona.
“Lo malo es que muchos tienen necesidad; pero una gran cantidad de ellos usan droga, eso es lo peligroso”, comentó.
Después de comprar su café, Julio Corvera se dirigió al parque como de costumbre. Este hombre, de 78 años, dejó sus tiempos mozos trabajando como albañil. En la actualidad, dice que todavía realiza trabajos eventuales porque el dinero que recibe de su jubilación no alcanza.
“Lo que le mandan a uno es poco”, aseguró, indicando que por esa razón entiende a las personas que se han establecido en campamentos.
“Hay gente que sí necesita que le ayuden”, subrayó Corvera, quien al ver que no podía pasar el control policial decidió irse a su vivienda.
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Al ver la necesidad de la gente, Yolanda Ramos dice que les ofrece a los indigentes champurrado o tamales de los que vende sobre el bulevar Sunset. Sin embargo, la comerciante sostiene que casi siempre se lo rechazan. “Ellos quieren dinero”, indicó.
Esta mujer vive desde hace varios años aquí, pero se puso vender en la calle luego de perder su empleo en una fábrica a raíz del impacto por la pandemia. A pesar de las críticas que realizan otros residentes, ella considera que en Echo Park se les debe dar la mano a los desamparados.
“Me da lástima la gente que no tiene a dónde irse a vivir”, concluyó Ramos.
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