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¿Quién es ‘esencial’? Las campañas de vacunación de COVID-19 dejan atrás a los trabajadores de alto riesgo

A medical technician administers a coronavirus nose swab test to a man sitting in a chair
La asistente médico Trisha Edwards administra una prueba rápida de COVID-19 al trabajador agrícola Fernando Benítez antes de recibir la vacuna COVID-19 el 10 de febrero en Coachella.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Millones de trabajadores de primera línea en California están cayendo en las grietas de un sistema de distribución de vacunas contra COVID-19 insuficientemente abastecido, lo que pone a comunidades enteras en riesgo prolongado de contraer la enfermedad y plantea la pregunta entre los trabajadores: ¿quién cuenta como “esencial” y quién decide?

La fuerza laboral de primera línea del estado incluye 5.7 millones de personas en mayor riesgo durante la pandemia, según la Oficina del Analista Legislativo de California. Empacan alimentos, podan campos, limpian oficinas y ensamblan mascarillas de tela, entre otros trabajos.

Algunos tienen roles mejor pagados en salud y correcciones públicas. Todos corren el riesgo de contraer el virus porque interactúan regularmente con otras personas, clientes y colegas, mientras mantienen los servicios en funcionamiento y las despensas abastecidas.

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Farmworkers line up to receive the COVID-19 vaccine.
Trabajadores agrícolas hacen fila en una clínica de vacunas COVID-19 en Coachella.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

“La gente no se da cuenta de que hemos estado expuestos y todavía lo estamos. Necesitamos la vacuna”, comentó Santiago Puac, de 42 años, trabajador de una fábrica de ropa en el centro de Los Ángeles. Él indicó que se enfermó en agosto pasado, pero no se hizo una prueba de coronavirus y siguió yendo a trabajar porque no podía permitirse quedarse en casa.

Le dolía el cuerpo y perdió el sentido del olfato. Por la noche, se encerraba en una habitación para intentar aislarse de su esposa e hijos. Al llegar la mañana, se dirigió al edificio de la calle 21 y Broadway, donde cose blusas y ropa de mujeres todos los días, con 100 trabajadores de tres fabricantes de ropa.

En su planificación formal, el estado ha priorizado algunos trabajadores esenciales para el antígeno. La actual Fase 1B de vacunación, que incluye a personas de 65 años o mayores, así como personal esencial de la educación y los servicios de emergencia, también contempla a los trabajadores de la alimentación y la agricultura como elegibles para recibir vacunas. En Los Ángeles fueron nombrados el martes como parte de un grupo de trabajadores esenciales en el condado que podrán ser inoculados a partir del 1 de marzo.

Pero una grave escasez de dosis en todo el estado, y el sistema escalonado que se ha desplazado para centrarse en grupos de edad avanzada, ha enturbiado los esfuerzos para inocular a los trabajadores de alto riesgo en granjas, restaurantes y supermercados. Las revisiones al plan de implementación del estado, así como lo que los críticos llaman mensajes confusos, también han ensombrecido a millones de obreros que no figuran en los grupos de vacunación prioritarios.

El personal de transporte y logística, previamente programados para recibir sus inyecciones contra el coronavirus en el segundo nivel de la Fase 1B, no serán elegibles para vacunas tempranas, mientras el estado persigue su estrategia basada en la edad. Otros trabajadores, como los de las industrias de la construcción y la confección, no han sido identificados hasta ahora como grupos prioritarios, aún cuando continúan laborando en condiciones peligrosas.

Eso equivale a “que se le niegue el acceso prioritario al antígeno”, indicó Tim Shadix, director legal del Warehouse Workers Resource Center. “Esta no es la equidad que prometió el gobernador y es peligroso quitarle ese carácter a la vacunación en los lugares de trabajo donde la exposición al COVID-19 ha sido severa”, señaló.

El resultado ha sido claro. El coronavirus ha arrasado comunidades de bajos ingresos, propagándose en hogares hacinados, donde las personas traen el virus o lo llevan al trabajo. Muchos no tienen la red de seguridad financiera para quedarse en casa y ponerse en cuarentena cuando están infectados o expuestos. Los latinos, en particular, están muriendo en sus mejores años, los 40 y los 50, dijeron los defensores de los trabajadores.

A man gets his temperature taken before getting the COVID-19 vaccine
El trabajador agrícola Jesús Álvarez, de 72 años, se toma la temperatura antes de recibir su primera dosis de la vacuna COVID-19 en Coachella.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

A nivel nacional, 13 estados han priorizado el acceso a las vacunas para los trabajadores del sector alimenticio, un número bajo, lo que significa que muchas vidas siguen en riesgo, según United Food and Commercial Workers International, el sindicato más grande del país. Esta organización representa a 1.3 millones de trabajadores de la alimentación, incluidos los de venta minorista, envasado y procesamiento de carne. El sindicato dice que ha rastreado 80.000 infecciones por COVID-19 y 400 muertes entre sus miembros desde los primeros días de la pandemia.

En California, el gobernador Gavin Newsom señaló la semana pasada que el estado continúa refinando sus planes de distribución “para asegurarse de que tengamos equidad”. Algunos expertos dicen que un cambio para priorizar las poblaciones de edad avanzada es una forma más eficiente de administrar vacunas que tratar de analizar los diversos grupos de trabajadores esenciales. El Dr. David Eisenman, director del Centro de Salud Pública y Desastres de la Escuela de Salud Pública Fielding de UCLA, indicó que era necesario ayudar a reducir rápidamente la tensión en los hospitales.

Los trabajadores de la salud, los residentes de centros de atención a largo plazo y las personas de 65 años o mayores constituyen la mayor parte de los que han recibido una primera dosis del antígeno, según nuevos datos del Departamento de Salud Pública de California. El estado está ampliando el acceso a un estimado de 4 a 6 millones de individuos con discapacidades o condiciones subyacentes graves a partir de mediados de marzo.

“La distribución de vacunas debe dar prioridad a los trabajadores con tasas de mortalidad más altas”, señaló Diana Tellefson Torres, directora ejecutiva de la United Farm Workers Foundation, un grupo de defensa de los trabajadores agrícolas. “No podemos ignorar a los más vulnerables que viven en áreas rurales y que están haciendo el trabajo esencial de alimentar a esta nación”.

No es solo un problema rural. En todo Los Ángeles, los trabajadores de la confección se sientan uno al lado del otro en las fábricas, muchas de ellas sin ventanas, durante 10 a 12 horas diarias. Las tiendas abarrotadas están plagadas de la transmisión del virus, informó Marissa Nuncio, directora del Garment Worker Center del centro de Los Ángeles.

Durante el verano, las autoridades cerraron temporalmente la fábrica de Los Angeles Apparel en el sur del condado, después de que una investigación encontró más de 300 infecciones por COVID-19 y cuatro muertes entre los trabajadores.

Farmworkers wait in folding chairs to get the COVID-19 vaccine
En el interior de un pequeño edificio de la Central Neighborhood Health Foundation de Coachella, los trabajadores agrícolas esperan para recibir la vacuna COVID-19.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Nuncio dijo que el centro se ha puesto en contacto con instituciones públicas, incluidos los departamentos de salud de Los Ángeles y California, para preguntar sobre las vacunas para el personal de confección, quienes no encajan claramente en la categoría de trabajadores esenciales de “fabricación crítica” definida por el estado.

“No hemos recibido un sí o un no de que este grupo será priorizado. Simplemente no hemos obtenido ninguna respuesta directa”, señaló.

Puac, el trabajador que se enfermó en el otoño, dijo que su jefe no se tomó el virus en serio durante mucho tiempo. Los trabajadores de su fábrica estaban hacinados sin cubrebocas hasta octubre, cuando los inspectores de salud del condado visitaron el lugar.

El espacio de trabajo se siente un poco más seguro ahora, con aproximadamente dos metros entre las estaciones de costura, comentó. Todavía sospecha que algunos de sus compañeros están haciendo lo que él hizo: ir a laborar enfermos. “No he escuchado nada sobre los trabajadores de la confección y eso realmente me preocupa”, comentó sobre la vacuna.

Un estudio de la Universidad de California en San Francisco, que midió el aumento de decesos entre algunos grupos de población durante la pandemia, encontró un riesgo muy alto de muerte en sectores de trabajo esencial, incluidos alimentos, agricultura, manufactura, transporte y logística.

Se identificó que los trabajadores de la agricultura y la alimentación tienen un aumento del 39% en la mortalidad, el más alto entre los grupos estudiados. Entre los obreros latinos de la agricultura y la alimentación, el estudio encontró un incremento del 59% en este rubro.

Kirsten Bibbins-Domingo, profesora de UCSF y coautora del estudio, indicó que le preocupa que el ritmo actual del despliegue del antígeno en el estado lleve demasiado tiempo para llegar a los trabajadores esenciales. “Necesitamos asegurarnos de no esperar a pasar por todos los de 65 años, antes de comenzar con las personas que laboran en trabajos que los ponen en mayor riesgo”, agregó.

“No se trata de tenerle lástima al personal agrícola de 65 años o más”, indicó Tellefson Torres, el defensor de los trabajadores del campo. “Pero ¿por qué decir que están en el mismo nivel de prioridad, si realmente no lo están?”.

Para aquellos que enfrentan el virus en el trabajo a diario, es una carrera contra el tiempo.

Kathleen Scott, de 55 años, dijo que ella y sus compañeros en el supermercado Los Feliz, donde trabaja como inspectora, confirmaron con su sindicato a principios de enero que pronto serían elegibles para la vacuna. Se sentía como si le hubieran arrojado una balsa salvavidas, pero las semanas se han prolongado y todavía no hay antígeno.

El estrés de cada pequeña interacción (un cliente que se hurga la nariz, personas que caminan por la tienda con sus cubrebocas deslizándose) es acumulativo, comentó Scott. En la primavera, ella podría haber sido capaz de reírse. “Pero ahora en febrero, nos encerramos en el baño y lloramos”.

Ronald Fong, presidente de California Grocers Assn., dijo que los trabajadores de los supermercados y de otros servicios de alimentos permanecen “encerrados” en un lugar de alta prioridad para el antígeno. No dio más detalles sobre cómo funcionaría eso en la práctica, ya que el estado cambió a un sistema basado en la edad. Fong forma parte del grupo de trabajo sobre vacunas de la entidad.

Los esfuerzos en algunos lugares de California han logrado vacunar a algunos miles de trabajadores agrícolas y de alimentos. Long Beach ha inoculado a poco más de 1.000 de sus 2.500 integrantes del personal del sector alimentario, desde que se les permitió el acceso al antígeno el 19 de enero, señaló el departamento de salud de la ciudad.

A farmworker receives a dose of the COVID-19 vaccine.
La asistente médico Gabby Zaragoza administra la vacuna COVID-19 al trabajador agrícola Juentino González.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Los programas piloto y las clínicas de vacunación en Riverside, Santa Cruz, Ventura y Fresno también se han dirigido a los trabajadores agrícolas. Pocos gobiernos locales han anunciado planes para comenzar a inocular a sus trabajadores de alimentos de alto riesgo.

Un grupo de estudiantes de medicina que administra las vacunas contra la influenza a los trabajadores agrícolas en el norte de California, conocido como el “equipo de la influenza de Stanford”, tiene asociaciones antiguas con las granjas y están listos para movilizarse, señaló el Dr. Walter Newman, médico de familia en San José que supervisa la iniciativa.

Newman informó que solicitó suministros a los funcionarios de Monterey y Santa Clara para administrar el antígeno en las granjas para los trabajadores mayores de 65 años. Señaló que los condados se negaron a asignar dosis.

Monterey anunció más tarde que los trabajadores agrícolas y de alimentos de entre 65 y 74 años serán elegibles para programar citas para vacunas a partir del miércoles. Un portavoz de Santa Clara indicó que el departamento de salud pública está en conversaciones con Newman sobre cómo su grupo puede ayudar en los esfuerzos de inoculación. Debido a que no es un proveedor registrado por el estado, “el condado no puede asignarles la vacuna directamente”.

La Central Neighborhood Health Foundation, una red de centros de salud calificados a nivel federal en Los Ángeles y el Inland Empire, dedicó 50 de las 100 dosis de la vacuna Moderna que recibió la semana pasada de Riverside para los trabajadores agrícolas en el Valle de Coachella. Se tuvo que rechazar a algunas personas, informó la directora de operaciones, Eleanor Pérez.

Farmworkers wait to get a COVID-19 vaccine.
El trabajador agrícola Juan Manuel Morán espera su turno para recibir la vacuna COVID-19 en la Central Neighborhood Health Foundation el 10 de febrero de 2021, en Coachella.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Pérez señaló que el suministro está lejos de ser lo suficientemente consistente como para atender a los 25.000 pacientes de la fundación, en su mayoría de bajos ingresos y muchos sin seguro. Clínicas similares en otras comunidades fuertemente afectadas por COVID-19 han informado dificultades para obtener dosis de vacuna.

La divulgación y la educación son otros obstáculos a superar. La United Farm Workers Foundation, que ayudó a aplicar la campaña de vacunación en Coachella, está lanzando anuncios de servicio público en las redes sociales y a través de su estación de radio sobre la importancia de vacunarse.

En una encuesta de más de 10.000 trabajadores agrícolas realizada por la fundación a través de mensajes de texto, casi el 96% indicó que se sentía neutral, conforme o muy a gusto de recibir la vacuna tan pronto como esté disponible para ellos.

Entre los 50 afortunados en Coachella estaba Antonio Chávez Serrano, de 63 años. Él y otros trabajadores hicieron fila primero para una prueba rápida de COVID-19 y, al obtener un resultado negativo, completaron un formulario de consentimiento para la vacuna y esperaron dentro de un pequeño edificio de metal corrugado.

Serrano, quien trabaja en un huerto de dátiles, indicó que pensó en un compañero cuando recibió su primera dosis de vacuna. El hombre de unos 50 años había muerto por complicaciones de COVID-19 y fue enterrado el día anterior. Ese mismo día, Serrano había ido a la clínica de vacunas para asegurarse de conocer la ruta.

No quería dejar margen de error: “No podíamos esperar a que fuera nuestro turno”.

El momento también fue agridulce para Jesús Álvarez, de 72 años. Excepto para trabajar podando un huerto, Álvarez comentó que nunca sale de la casa donde vive con su hija y sus nietos. “Gracias a Dios”, exclamó, con su inyección en el brazo y el registro de vacunación en la mano.

“Me sentiré mejor cuando todos se vacunen”, comentó. “Tanta escasez y tanta gente que la necesita”.

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