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COLUMNA: Cuando enfrentas los demonios

La vida de Marcos ha dado un giro sorprendente, pero tuvo que pasar por experiencias dolorosas que lo hicieron reflexionar y cambiar.
(Gary Coronado/Los Angeles Times)

A causa del alcoholismo, el padre de Marcos murió de cirrosis. Esta familia vivía de casa en casa, porque los echaban a la calle por falta de pago.

“Nunca disfruté ni mi infancia, ni mi adolescencia; la juventud se me fue en pitos y flautas, y dañé a muchas personas en el camino”, manifestó.

En su relato destaca que la ternura no era parte del repertorio familiar.

“Llegué a pensar que me llamaba pendejo, porque así me llamaban mis padres”, aseguró con cierta amargura.

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De pequeño, fue tímido e introvertido, por esa razón no tuvo amigos. En la adolescencia, disfrutaba de la violencia musical, le gustaba el rock pesado, luego empezó a hacer ejercicio.

“Me descubrí fuerte y me hice bueno para las peleas callejeras, de abusado pasé a ser abusador”, señaló.

A la edad de 30 años, Marcos era un adicto funcional; es decir, se drogaba cotidianamente sin dejar de trabajar.

Para entonces ya se había casado y tenía dos hijos, la vida se había vuelto rutinaria y buscaba cualquier pretexto para ausentarse de casa y sus responsabilidades, hasta que la cuerda se reventó y descubrió que su esposa lo engañaba.

La decepción amorosa lo llevó a atentar dos veces contra su vida, y su adicción lo arrastró hasta las puertas del infierno.

“Cierto día me llegó un rayito ‘desapendejador’ y cobré conciencia de mi situación; para entonces estaba sumido hasta el cuello en arenas movedizas”, indicó.

Según lo testifica, el camino hacia la recuperación ha sido largo y difícil; no sólo por las malillas de la abstinencia, sino porque una vez que se encontró sobrio y consciente, tuvo que enfrentar todo aquello que había dejado en compás de espera.

“Dar la cara es lo más difícil; cuando volví a ver a mis hijos y a mi madre me ardía la cara de vergüenza. Tardé años en recuperar la confianza de familiares y amigos”, agregó.

En la actualidad, está cumpliendo cinco años de sobriedad. Su vida ha dado un giro sorprendente, vive con su nueva pareja y sus hijos lo visitan con regularidad.

De esa experiencia, Marcos destaca que puede rescatar la honestidad.

“Quien se miente a sí mismo jamás se recupera, hace falta mucho valor para enfrentar nuestros demonios”, concluyó.

Escríbame, recuerde que su testimonio puede ayudar a otros. Mi email es: [email protected]

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