Anuncio

El cementerio para bebés abandonados conmemora su entierro número 200

Volunteers place rose petals on infants' graves
Luis Sánchez, centro, lidera a otros voluntarios en la colocación de pétalos de rosa en las tumbas de bebés en el Jardín de la Inocencia, en un servicio conmemorativo realizado el sábado, en honor a los 200 infantes abandonados que el grupo ha sepultado a lo largo de 20 años.
(John Gastaldo / San Diego Union-Tribune)

“Adam, Jaren, Angel... John, Sebastian, Star... Anthony, Billy, Carmelita, Solomon, Natalie, Dylan... Maya, Michelle y Roger”.

Bajo un amenazante cielo gris, el sábado por la mañana, estos y otros 185 nombres fueron recitados uno por uno en el Jardín de la Inocencia. Estos son los 200 bebés abandonados, que hallaron un hogar y una familia sustituta, en un tranquilo y arbolado montículo en El Camino Memorial Park, en Sorrento Valley.

En los últimos 20 años, un grupo de voluntarios ha recogido a estos bebés no deseados de las morgues locales, les ha dado un nombre, los ha colocado en un ataúd o urna de madera hechos a mano y les ha dado una tumba, una lápida y un servicio conmemorativo completo, con buena asistencia y suelta de palomas.

Anuncio

Los pequeños recipientes que se encontraron en tumbas de bebés eran algunos de los biberones más...

El servicio del sábado conmemoraba el reciente entierro de Roger, el pequeño número 200 enterrado desde que el primer niño, Adam, fue sepultado allí cerca, el 19 de junio de 1999. En el lugar, para cantar una canción de despedida para Roger y todos los demás bebés, se encontraba Elissa Davey, quien fundó el Jardín de la Inocencia hace dos décadas porque nadie más lo hacía. “Estos bebés necesitaban ayuda y nosotros a personas para hacerlo, pero nadie se movía. Alguien tenía que encargarse; supongo que debía ser yo”, afirmó Davey, de 71 años, una agente de bienes raíces y notaria, residente de Vista.

Garden of Innocence founder Elissa Davey
La fundadora del Jardín de la Inocencia, Elissa Davey, a la derecha, recibe un abrazo de una voluntaria, el sábado, en un servicio conmemorativo en honor a los 200 bebés abandonados que el grupo enterró allí durante los últimos 20 años, en El Camino Memorial Park, en Sorrento Valley.
(John Gastaldo / San Diego Union-Tribune)

La idea para el proyecto comenzó a filtrarse en la mente de Davey en 1998, cuando escuchó sobre un cementerio para bebés no identificados en Yucaipa, llamado Jardín de los Ángeles. Ese diciembre, leyó un artículo en el San Diego Union-Tribune sobre un niño nacido muerto, en un basurero en Chula Vista. Llamó a la oficina del forense para averiguar qué le sucedería al pequeño, y le respondieron que si el cuerpo no era reclamado, sería enterrado en una tumba anónima en el cementerio Mount Hope. Si ella podía proporcionarle al niño un entierro digno, el forense prometió entregarle el cuerpo.

Después de seis meses de planificación, papeleo y reclutamiento voluntario, Davey enterró al primer bebé, con el apropiado nombre de Adam. Todos los años desde entonces, unos 10 bebés adicionales se unen al jardín.

Funerarias en California esconden sus precios, activistas piden transparencia

Con el tiempo, Davey expandió el proyecto a otras 13 ciudades en California, Oregon y Missouri. Este mes, el bebé número 400 será enterrado en un Jardín de la Inocencia, ya sea en Fresno o San Francisco. El objetivo de Davey antes de morir es contar con un Jardín de la Inocencia en los 50 estados, pero sus ahorros para el proyecto nacional se reducen a solo $6.000.

“Se siente realmente bien saber que estoy haciendo algo especial para estos niños, pero también es una decepción, porque aún no he terminado”, expresó. “Realmente necesitamos donaciones para que esto suceda. Hay tantos bebés en todos los estados que no tienen quien se ocupe de ellos”.

Volunteer Pat Goscienski reads the names of children
Pat Goscienski, voluntaria de Oceanside, lee los nombres de los niños enterrados en el Jardín de la Inocencia, un cementerio para bebés abandonados en El Camino Memorial Park.
(John Gastaldo / San Diego Union-Tribune)

Alrededor de un tercio de los bebés enterrados en el Jardín de la Inocencia fueron encontrados abandonados en botes de basura, lechos de arroyos, bosques y bordes de carreteras. Entre ellos está Michael, quien fue hallado flotando en un cúmulo de desechos sólidos en una planta de tratamiento de aguas residuales de San Diego, en enero de 2000.

La mayoría del resto son pequeños que murieron en el parto o en los días posteriores, en los hospitales locales, y sus cuerpos quedaron allí sin instrucciones de los padres. En algunos casos, las madres jóvenes habían ocultado sus embarazos a la familia y querían borrar cualquier evidencia del nacimiento. En otros casos, los padres carecían de los medios financieros para pagar un entierro o cremación. Muchas veces las madres eran adictas, incapaces mentales o estaban económicamente imposibilitadas para solventar u organizar un entierro.

Nuevas normas sobre quién puede ser enterrado en el renombrado campo militar...

Algunos de los bebés vivieron durante varios meses, como Samuel, quien fue asesinado por su madre -una mujer con enfermedad mental - y luego arrojado desde la ventana del segundo piso de un departamento en Escondido. No todas las madres se alejaron del cuerpo de su bebé por elección. Una de ellas estaba en la cárcel cuando su hijo nació muerto. Al momento de ser liberada, el forense le recomendó que viera a Davey, quien la llevó al Jardín para que visitara la tumba de su hijo.

Los ataúdes y urnas son hechos a mano, con madera de roble, pino y nogal, por Boy Scouts y carpinteros de todo el país. Luego se forran con acolchados que son pegados en el interior por voluntarios, como Pat Goscienski, de Oceanside, para quien la tarea es “estimulante e inspiradora”. Después, los ataúdes se completan con una manta tejida a mano y una almohada. Cada bebé también recibe un pequeño juguete, que llevará al más allá.

Garden of Innocence President Allan Musterer shows a baby girl’s casket
El presidente del Jardín de la Inocencia, Allan Musterer, muestra el ataúd de una niña, creado por los Boy Scouts locales para un entierro próximo, en la cajuela de su automóvil. Jardín de la Inocencia es un cementerio para bebés abandonados en El Camino Memorial Park.
(John Gastaldo / San Diego Union-Tribune)

Para los primeros 150 bebés, Davey llevaba los ataúdes a las morgues y gentilmente sacaba a los bebés de sus sacos mortuorios, los envolvía en mantas y trasladaba sus ataúdes a la morgue de El Camino. A veces cantaba canciones infantiles a los pequeños, como ‘Mikayla’, mientras conducía. Ahora, otros voluntarios asumieron esa tarea.

A los servicios de entierro, que se realizan cada pocos meses según la necesidad, generalmente concurren 100 o más personas. Algunos asistentes son los 15 a 18 voluntarios que mantienen la organización en funcionamiento. Pero muchos son primerizos, que atienden por curiosidad y generalmente regresan o donan fondos.

Cada sepelio, a veces para dos o tres bebés a la vez, presenta una procesión de miembros de los Caballeros de Colón, canciones, una corona funeraria de rosas rojas en forma de corazón y una lectura de un poema especialmente escrito para cada niño. Los asistentes se reúnen en un gran círculo y pasan los ataúdes, del tamaño de una caja de pan, uno a otro con la mano, un gesto creado para tocar a cada bebé con las manos amorosas de su familia recién adoptada, explicó Davey.

El 1º de marzo de 2008, Allan Musterer, residente de Mira Mesa, leyó una historia en el Union-Tribune sobre el funeral número 100 que se realizaría ese día en el Jardín, y se apresuró a despertar a su esposa, Carol. Musterer, quien entonces tenía 65 años, se estaba preparando para retirarse de su cargo como ministro en la Iglesia Nueva Apostólica, en Vista, y había estado orando por una nueva misión de fe. Desde el momento en que el ataúd de la bebé Annemarie fue puesto en sus manos, durante el servicio ese día, supo que la había encontrado. “Dejé que la experiencia penetrara mi alma y sentí el llamado”, dijo.

Volunteers drop rose petals on the graves of infants
Brenda Wright, de Escondido, y otros asistentes arrojan pétalos de rosa sobre las tumbas de los bebés en el Jardín de la Inocencia, en El Camino Memorial Park.
(John Gastaldo / San Diego Union-Tribune)

Musterer, ahora de 76 años e ingeniero retirado, es presidente del Jardín de la Inocencia, en El Camino. Trabaja con Davey para coordinar servicios y a los voluntarios, además de ayudar a recaudar dinero para la organización. A lo largo de los años, el sitio funcionó únicamente con donaciones y ganancias de exposiciones de automóviles y otros eventos de recaudación.

Actualmente recaudan dinero para comprar una nueva parcela donde enterrar urnas de cremación, porque no queda suficiente espacio para los ataúdes más grandes. Muchos voluntarios veteranos también han pedido ser enterrados cerca de los bebés, por lo cual se construirá un columbario en el lugar. Los nichos se venderán por $5.000, y todas las ganancias beneficiarán futuras operaciones del Jardín y servicios para entierros.

Durante la conmemoración del sábado, Musterer le dijo a la pequeña multitud que su trabajo para el Jardín era espiritualmente satisfactorio, porque considera que estos pequeños reúnen a grupos de extraños que pueden compartir el poder del amor, la familia y la fe. “He sido bendecido durante los últimos 11 años, desde que Annemarie fue enterrada”, relató. “Cada vez que un bebé llega al jardín, se convierte en embajador del amor de Dios. Estos 200 niños son un ejército masivo, que marcha en amor”.

Para información histórica sobre el Jardín de la Inocencia y acerca de los servicios, visite gardenofinnocence.org.

Kragen escribe para el San Diego Union-Tribune.

Anuncio