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California les paga la universidad a los prisioneros; ¿en cuántas cárceles operan estos programas?

California es uno de los estados que lidera el camino a la educación, pero los estudiantes no provienen de las escuelas públicas, sino de las 35 prisiones y 58 cárceles municipales bajo su custodia.

Según las autoridades estatales, los servicios de nivel universitario se otorgan para reducir la reincidencia a través de la educación. Algunos de esos programas continúan hasta que el recluso sale de la prisión, de acuerdo al reporte Corrections to College California.

“Las razones son claras: la educación superior reduce la reincidencia, cambia vidas y construye comunidades más fuertes”, sostiene el reporte.

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“Ya no podemos enviar a los hombres y mujeres encarcelados a terminar su educación con un equivalente al diploma de preparatoria; ellos, como todos nosotros, merecen las oportunidades que crean el trabajo duro y un título universitario”, añade.

A juicio de Debbie Mukamal, directora ejecutiva del Centro de Justicia Criminal de Stanford y coautora del informe, afirma que “estamos muy por delante de cualquier otro estado” y “lo estamos haciendo todo en California”.

En solo tres años, del 2014 al 2017, el Estado Dorado ha pasado de ofrecer clases universitarias en tan solo una prisión a otorgar cursos universitarios completos de desarrollo de títulos, en 34 de las 35 cárceles de todos los niveles de seguridad.

Casi 4,500 estudiantes únicos se inscriben en estos cursos cada semestre. En total, se estima que alrededor de 11,000 reos y exreos toman las clases.

De acuerdo a Mukamal, se calcula que más del 95 por ciento de los que están en prisión y en la cárcel volverán a casa y también acudirán a las clases.

Por esa razón, los programas universitarios de reinserción para estos nuevos estudiantes se han expandido de uno a nueve campus de California State University, y de menos de diez a casi 40 colegios comunitarios.

Al juicio de los educadores, cada dólar invertido en la educación correccional devuelve 4 a 5 dólares al estado.

El impulso de los programas en prisiones y cárceles se debió en parte a la legislación reciente, que promueve la rehabilitación. La SB-1391 dio incentivos a los colegios comunitarios para aprender cursos de cara a cara en las cárceles.

Asimismo, la Proposición 57 también reduce el tiempo que se sirve para el recluso si se inscribe en programas de rehabilitación mientras está tras las rejas.

Chelsea Esquibias, directora del programa de estudiantes reos en Bakersfield College, sostiene que la escuela empezó en el 2015 con una sola clase de 21 estudiantes. Hoy en día, el colegio cuenta con 50 clases en 10 prisiones atendiendo a unos 800 reos en sus estudios.

“Estoy orgullosa de trabajar en lugar donde podemos servir a la gente de esta forma… Los estudiantes toman sus clases en serio, solo tenemos que darles la oportunidad para que la tomen, las digieran y avancen”, dice Esquibias.

Monte Pérez, presidente de Los Angeles Mission College, señala que el ayudar a los más vulnerables es la tradición de su plantel.

“Tenemos que servir a la población que tiene la necesidad. Yo personalmente he estado interesado en servir esta gente, especialmente las que salen bajo libertad condicional”, indicó.

Pérez aseguró que él mismo creció “en vecindarios con amigos brillantes, pero por la falta de opciones o tomar malos caminos, no pudieron ejercer una educación superior”.

Cuando los reclusos se inscriben en algún programa de rehabilitación, las cárceles tienden a tener entornos más seguros y están más listos para ir a casa, sostiene Krissi Khokhobashvili, vocera del Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California.

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