Errores dolorosos: Niños latinos que atraviesan cirugías pagan con sufrimiento las ‘creencias’ de sus padres
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CONDADO DE ORANGE — Sebastián sufría de ronquera extrema, pero esa no era la preocupación principal de sus padres, sino el hecho de que dejaba de respirar hasta por lapsos de 30 segundos al dormir.
La única opción para mejorar su condición era la extirpación de las anginas.
Llena de nervios y ansiedad, Nancy Huerta, la madre del niño de cuatro años de edad, vivía por primera vez la experiencia de tener un hijo hospitalizado y en el quirófano con ese problema.
La preocupación la envolvió tanto que se le olvidó hacerle varias preguntas al doctor y a las enfermeras sobre el cuidado de Sebastián después de la operación.
“Honestamente con los nervios se me olvidaron varios detalles”, admitió Huerta.
“Esperaba que el niño se comunicara conmigo y me dijera que sentía dolor, o no podía comer o moverse, pero no fue así”, agregó.
Al llegar a su hogar, ni siquiera tenía el medicamento para controlar el dolor de su hijo e inclusive postergó la compra hasta que el menor pidió ayuda entre lágrimas.
“Como madre no quiere ver a mis hijos sufrir, pero estaba desprevenida y la preocupación me traicionó “, añadió Huerta.
En Estados Unidos, millones de niños especialmente latinos y de bajos recursos, están expuestos al dolor innecesario después de sus cirugías, señalan expertos.
El problema, según los especialistas, es que no están recibiendo el cuidado adecuado al llegar a su hogar.
Un problema doloroso
La Sociedad Americana de Anestesiología (ASA) calcula que más de dos tercios de niños de familias latinas se enfrentan a este tipo de problemas al llegar al hogar.
Los obstáculos para el manejo adecuado del dolor incluyen barreras del lenguaje, conceptos erróneos sobre el manejo del dolor y una preferencia por las terapias alternativas.
Zeev Kain, autor principal de un estudio que expone estos problemas y profesor de anestesiología y pediatría de la Universidad de California en Irvine, asegura que se tienen que buscar soluciones innovadoras.
“Tenemos que encontrar soluciones innovadoras para abordar el problema y garantizar que los niños obtengan alivio del dolor adecuado después de las cirugías”, sostiene Kain.
De acuerdo a Kain, un 70 por ciento de menores reporta sufrir de dolor significativo el primer día después de la cirugía.
Para controlar el dolor, se recomienda que los niños reciban de 12 a 18 dosis de analgésicos durante los primeros tres días después de pasar por el quirófano.
En promedio, sin embargo, los padres sólo administran siete dosis durante los tres primeros días. Solo un 30 por ciento de los niños reciben una sola dosis de analgésicos o ninguno el primer día después de llegar a casa.
En entrevistas con los padres latinos, cuyo ingreso familiar es de unos 30 mil dólares, los investigadores de ASA encuentran que en este problema influye la falta de conocimiento sobre el manejo del dolor.
De igual forma, destacan las preocupaciones de los padres ante la posibilidad de que el niño podría se convierta en adicto o ser perjudicado por el medicamento.
Los expertos plantean, además, que existe una preferencia por la medicina alternativa, como los remedios herbales, así como la mala comunicación o falta de tiempo con proveedores de atención de salud.
En ese sentido, agregan las barreras dentro del sistema de salud, como la falta de traductores y de seguro médico, entre otras causas.
Expertos confirma los hechos
En un reporte reciente, elaborado en conjunto entre el Hospital de Niños del Condado de Orange y varios departamentos de UC Irvine, reafirmaron que un 80 por ciento de padres de familia tienen el concepto erróneo de creer que los niños siempre les pueden decir cuando tienen dolor.
Asimismo, la mayoría de padres evade darle analgésicos a sus hijos y no les explican lo que van a atravesar antes, durante y después de sus cirugías, lo que incrementa la ansiedad entre los niños y los padres, según el reporte.
Esto es lo que vivió Bernarda Rosales, cuyo hijo de nueve años de edad también sufría de ronquera y tenía que recibir una cirugía de amígdalas.
“El día de la hospitalización se me derramaron las lágrimas antes de que mi hijo entrara al quirófano, eso le dio más temor y lo puso muy nervioso. Tampoco le dije nada sobre la operación porque no sabía explicarle y no quería que se asustara más”, dijo Rosales.
Después del procedimiento, la madre de familia admite que no quería llevar al niño a su casa porque no tenía idea de cómo cuidarlo.
“Mi hijo me decía que tenía hambre y yo pensaba que tenía que darle nieve, ni siquiera sabía que podía darle una sopa fría, jugos o yogurt”, agregó.
Se necesita educación
Belinda Campos, co-autora del reporte, sicóloga y profesora en UC Irvine en aspectos culturales, asevera que los latinos no están haciendo la preguntas necesarias a los especialistas.
A su juicio, porque se encuentran en estado de shock a la hora que les dan el diagnóstico de sus hijos y durante las cirugías.
“La clave y resultado del estudio es que tanto la comunidad académica, como los doctores y las familias latinas deben estar en comunicación”, señaló Campos.
“Los expertos deben hacer sentir a sus clientes en confianza, y los clientes deben prepararse con preguntas antes de hablar con los expertos”, indicó la investigadora.
Es crucial, aseveró la sicóloga, que los doctores provean a los padres los medicamentos necesarios para el dolor, así también el tratamiento antes de que los hijos tengan sus cirugías para que al llegar al hogar estén preparados.
“Las familias buscan especialistas que les puedan hablar de forma compasiva y que tengan una interacción respetuosa”, agregó Campos.
A juicio de esta académica, los padres también deben reconocer el dolor de los menores aún cuando estos no lloren, ya que los niños puedan expresarlo de diferentes maneras como estar tristes, no comer, estar inquietos, muy callados o letárgicos.
Madres buscan educar a la comunidad
Huerta y Rosales ahora forman parte de un grupo llamado Madres en Acción.
Desde el 2015, el grupo tiene la meta de hablar de sus experiencias y enseñarle a otras familias del Hospital de Niños del Condado de Orange lo que pueden hacer para ayudarles a sus hijos a lidiar con el dolor.
En la actualidad, Madres en Acción trabaja en un folleto en colaboración con el hospital para distribuir la información.
Asimismo, el grupo de seis madres está creando una rama latina que forma parte del Consejo Asesor Familiar del hospital de niño para servir mejor a este sector.
“La misión es informar y evitar las ideas erróneas que los padres tienen hacia el cuidado de los hijos. Los alentamos también a prepararse y hacer preguntas”, apuntó Huerta.
Otros datos importantes de la Sociedad Americana de Anestesiología
- El 44.7 por ciento de padres latinos está de acuerdo con la afirmación de que el medicamento para el dolor funciona mejor cuando se administra lo menos posible, en comparación con el 23.5 por ciento de padres anglosajones.
- El 63.5 por ciento de los padres latinos está de acuerdo en que la medicación para el dolor funciona mejor si se guarda para cuando el dolor es bastante fuerte, en comparación con el 29 por ciento de los padres anglosajones.
- 22 por ciento de los padres latinos sienten que el uso de analgésicos para el dolor de los niños conduciría a un abuso posterior de drogas, en contraste con el 4 por ciento de los padres anglosajones.
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