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Después de 16 años separados, madre recibe como regalo a sus tres hijos en L.A.

La casa le queda pequeña, la joven mujer busca una taza en un lugar y otro, pero se trata solo del manojo de emociones que Roxana Castillo no puede controlar. En el fondo, su intención es recuperar el tiempo, luego de perderse la infancia de tres hijos y que 16 años después los ve como un sueño.

“Me han cambiado todo”, afirmó la inmigrante salvadoreña, mientras da un sorbo de café y degusta unos nuégados, rodeada por Ernesto (16 años), Amílcar (18) y Alcira (20), quienes han dibujado una sonrisa en su rostro, porque hasta hace pocos días a la hora de la comida siempre había un vacío.

El trabajo ahora no le resulta tan cansado, afirmó. El dolor de espalda por limpiar casas no le hace mella. El día lo comienza a las 5:30 de la mañana, más temprano que de costumbre, para llevar a tiempo a dos de sus hijos a la escuela, como parte de sus nuevas tareas.

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“Les hago su cafecito”, indicó al explicar que la comunicación con sus hijos era por teléfono y Facebook, pero desde el 21 de abril pasado están juntos. Al principio, dice que dormían mucho, hábito que ella ha tenido que tratar. “Lo único que imaginaba es que iba a haber un rechazo”, indicó.

Antes de emigrar a Estados Unidos, Castillo se ganaba la vida vendiendo detergentes frente al mercado de Quezaltepeque, en el departamento de La Libertad. En el 2000, obligada por la pobreza, salió rumbo a Los Ángeles. La niña entonces tenía cuatro años, los otros retoños 14 y 4 meses.

“La extrañaba bastante”, dijo Amílcar con pesar y con un brillo en sus ojos, admitiendo que tenía celos de sus amigos cuando llegaba la celebración del Día de la Madre. “A veces lloraba, me sentía bastante mal”, por eso se iba con la mamá de un compañero, “ella me adoptó”.

Durante esa separación, la abuela materna los cuidó hasta el año 2005, cuando murió desapareció el afecto; en cambio, llegaron los gritos y golpes del papá, quien se hizo cargo de los menores. Como resultado, en el 2010 Alcira intentó suicidarse. “Me tomé como cinco pastillas, no quería vivir”.

En las dos semanas que llevan de convivencia, poco a poco han ido contando sus experiencias. A juzgar por sus testimonios, la adaptación ha sido armoniosa. De igual manera, han ido asimilando las responsabilidades. Si uno barre, otro pasa el trapeador y alguien se encarga de lavar los platos.

“En realidad me sentía, no incómodo, [sino] un poco raro”, afirmó Amílcar porque pensaba que su madre sería demasiado rigurosa, pero se encontró con una madre muy expresiva.

Ernesto, el menor de los tres muchachos, la única preocupación que tenía era que lo dejara jugar Play Station o ver televisión. “La pasamos chivo [bien]”, manifestó porque se encontró con una mamá consentidora. “La única condición es que [todo] lo que vea sea inglés”, agregó.

Estar con ellos, dice la mujer de 39 años, ha sido muy divertido. Las frutas o verduras que compraba antes se perdían. Si llevaba pollo horneado a la casa le duraba hasta cuatro días. “Ahora se me arruina el bolsillo”, indicó entre risas, porque la comida se consume por completo.

Sin embargo, el único inconveniente para Castillo es que ahora tiene que hacerle de guía turística y a veces no sabe seguir el GPS. “Estos cipotes se enojan, ya nos hemos perdido dos veces”, aseguró.

¿Qué harán para el Día de la Madre? Se le preguntó a Alcira. “En eso estamos, es sorpresa”, respondió, agregando que estar con su progenitora ha sobrepasado sus expectativas. “Es más cariñosa, amorosa y consentidora de lo que pensaba”.

Antes de que terminara la entrevista, Castillo encontró la taza de cerámica que buscaba. “Te amamos mamá” dice la inscripción que acompaña a la fotografía de los tres adolescentes. Este recuerdo lo guarda desde el 2012. En esta ocasión, los tendrá a todos en una celebración que dejó de ser triste.

“Con la presencia de ellos es todo”, aseveró la mujer después de recibir los abrazos de su hija mayor, mientras sostiene la taza que ahora solo es parte de una etapa de sus vidas, porque sus hijos se han convertido en la alegría de su hogar. “Son mi regalo de toda la vida”, aseveró Castillo.

‘La separación de la madre es considerada traumática’

En el 2014 se registró la cifra récord de 68,541 niños oriundos de Guatemala, El Salvador y Honduras. Esta ola migratoria de menores no acompañados impulsó al gobierno de Estados Unidos a crear el Programa de Refugiados para Menores Centroamericanos (CAM).

Bajo este programa gratuito llegaron a Los Ángeles los hijos de Roxana Castillo; no obstante, expertos explican que la vorágine de violencia en esa region y la separación que sufren de sus padres generan secuelas en los menores de edad que no se pueden ignorar.

Álex Sánchez, director de Homies Unidos, asegura que los beneficiarios de CAM evitan el sufrimiento de la ruta del migrante, pero igual “traen resentimiento, por el abandono” que tarde o temprano se manifiesta en fricciones con los padres o en la dificultad para integrarse socialmente.

Al principio, cuando se produce la reunificación, van a tratar de comportarse bien en el proceso de ajuste, sostiene Elisa Jiménez, sicoterapeuta y directora del California Mental Health Connection, es lo que la especialista denomina como “máscara social”.

La sicóloga explica que el padre ayuda en el hijo a desarrollar la capacidad de explorar y socializar, mientras que la madre contribuye a que los niños puedan ver hacia su interior; por esa razón, la experta señala que la ruptura con los progenitores genera los grandes problemas sociales.

“La separación de la madre es considerada traumática y cuando se da la reunificación es difícil el ajuste, no se conocen, hay mucha depression; en la mayoría de los casos de asesinatos, violencia doméstica y crímenes se generan por la carencia del padre o la madre”, aseguró Jiménez.

El programa CAM se creó en diciembre de 2014. Desde entonces, se han sometido más de 6,500 solicitudes. En el Instituto Internacional de Los Ángeles (IILA) han logrado la reunificacón de al menos 30 niños y adolescentes, ofreciendo apoyo después del reencuentro con los padres.

Lilian Alba, representante de IILA, indicó que ofrecen charlas para orientar a los padres, les informan sobre la necesidad de asistencia emocional y también les preguntan a los jóvenes si requieren asistencia sicológica para enfrentar la adaptación a la nueva vida.

“Se les prepara para ese ‘shock’ que van a tener, los conectamos con programas cerca de donde viven y antes de todo el proceso se evalua el hogar a donde van a llegar, porque si no terminan en un lugar seguro la responsabilidad es compartida por nosotros”, subrayó Alba.

Asistencia para Refugiados Centroamericanos
Instituto Internacional de Los Ángeles
Tel. 323-647-6303
Dirección: 435 South Boyle Ave., Los Ángeles
Charlas: Todos los lunes a las 9 am

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