¿Rentarle mi apartamento al tipo que rompió mi corazón? La mejor decisión que he tomado
Estaba sentada en el bar del viejo Palm Restaurant en West Hollywood, esperando a que una amiga apareciera para almorzar. Ella llegó tarde. Me sentía expuesta, sola. ¿Alguien pensaría que estaba tratando de ligar con un tipo? Tenía un pequeño regalo para mi amiga porque era su cumpleaños.
De repente, un hombre guapo se sienta en la silla que estaba a mi lado. “¿Para mí?”, dijo, jalando el regalo hacia él. Sus ojos brillaron.
Arrastré el regalo de vuelta hacia mí y dije: “Cielos, no. Debo haberlo olvidado. ¿Cuándo es tu cumpleaños?” “El 9 de abril”, dijo. Le guiñé un ojo. “Lo recordaré el año que viene”. Intercambiamos nombres, charlamos, le dije a lo qué me dedicaba, y viceversa. Hubo química instantánea.
Unos minutos más tarde, su compañero de negocios se acercó y le dijo que tenían que volver a la oficina. Más o menos al mismo tiempo, mi amiga finalmente llegó, así que me despedí de él. Al sentarme a almorzar, le dije a mi amiga que tenía que volver a ver a este tipo otra vez. Sabía dónde trabajaba. Iba a llamarlo e invitarlo a salir.
A mitad de nuestro almuerzo, el maître llegó a la mesa para decirme que había una llamada telefónica. ¿Para mí? Resultó que era Chuck, el tipo guapo. Usando la información que yo había compartido, la ciudad en la que vivía y mi profesión, la de actriz, había tratado de encontrar mi número de teléfono, pero no le dio resultado. (Esto fue antes de los teléfonos celulares e Internet; estaba usando algo llamado directorio telefónico. También había probado el Player’s Directory, en el que los actores enumeraban sus fotos y agentes. Debido a mis finanzas, no pagué la cuota para estar en la lista ese año. Así que llamó al restaurante, esperando que yo siguiera allí.
¿Quería tener una cita? ¡Si!
Empezamos a vernos regularmente, sabía que estaba locamente enamorada. Todo parecía encajar bien, aunque no profesábamos la misma religión. ¿Veía eso como un obstáculo? No. Dios tenía una visión mucho más amplia que la nuestra.
Dos meses después, Chuck dio un gran paso en su carrera. Yo fui un gran apoyo durante esa transición. Tres meses después, le pedí compromiso en la relación, pero él no podía darlo.
Después de su divorcio, dijo, no pensó que querría volver a casarse.
Espera, ¿qué? ¿Cómo no pude darme cuenta? Me rompió el corazón, porque yo quería casarme.
Si esta relación era un callejón sin salida, yo tenía que ser la que cortara los lazos. Así que, de alguna manera encontrando la fuerza, fui a su oficina y le dije que podíamos ser amigos, pero eso era todo.
Creo que estaba sorprendido. Un par de semanas después, le dije que viajaría a Nueva York para ver a una amiga, y al paso de diez días más, le informé que me mudaba a Nueva York. Si él no me quería, yo seguía queriendo perseguir mi sueño de actuar en Broadway. Una vez que superó la sorpresa, me preguntó qué iba a hacer con el condominio que tenía. ¿Podría rentárselo?
Esa fue quizás la mejor decisión de negocios que he tomado.
Él tendría que mantenerse en contacto y nos enviaríamos correos. Hablábamos cada dos días. Le conté cómo me iba como actriz neoyorquina, muy bien como actriz de comerciales, aunque Broadway era escurridizo. Muchas llamadas pero nada de contrataciones. Escuché todos los cambios que estaba experimentando gracias a su nueva carrera. Nos hicimos buenos amigos y sabía que estaba saliendo, yo también lo intenté, pero no encajaba con nadie.
Un año más tarde, cuando el papel de la segunda protagonista en un espectáculo de Broadway se desvaneció y mi dinero se iba haciendo menos, decidí que necesitaba regresar a casa. Chuck seguía ahí, pero si quería tener alguna oportunidad de ganarme su corazón, tenía que regresar a Los Ángeles. El contrato de arrendamiento que le había ofrecido no se había acabado, así que alquilé un lugar. Mientras tanto, para llegar a fin de mes, empecé a vender bienes raíces de nuevo. (Lo había hecho antes. Los actores no pueden confiar en la actuación para pagar las cuentas).
Cuando el gerente de negocios de Chuck le sugirió que comprara un lugar como inversión, Chuck me pidió que le ayudara a encontrar una casa. No era estúpida, así que para nuestra primera cita de negocios, me puse el vestido más bonito que tenía. Al verme, su gerente de negocios, que había venido a la cita, le dio un codazo a Chuck: “¿Una amiga?” Chuck le aseguró que sí lo era. El gerente dijo: “No dejes que se te escape”. ¡Podría haber besado a ese hombre!
Cuando Chuck necesitó a alguien para decorar la nueva casa, ¿adivina quién estaba disponible? Cuando llegó el cumpleaños de su hija, ¿adivina a quién le pidió que lo acompañara? Cuando sus hijos se enamoraron de mí y yo de ellos, ¿adivina qué pasó? También lo hizo Chuck.
Le llevó tres años proponer matrimonio, pero lo hizo. Seis meses después, dijimos: “Sí, acepto”.
Pasamos 36 maravillosos años juntos, 32 de ellos casados. Con el paso de los años, nos acercamos más de lo que nunca pensé que fuera posible. No había secretos entre nosotros, compartimos todo.
Murió de cáncer de páncreas en 2015, se fue muy rápido. No he salido con nadie desde entonces. No tengo ningún deseo de hacerlo, realmente era el amor de mi vida. Cómo extraño a mi mejor amigo.
La autora escribe varias series de misterio bajo su propio nombre, así como el seudónimo Avery Aames. Su sitio web es darylwoodgerber.com
L.A. Affairs narra la búsqueda de amor en Los Ángeles y sus alrededores.
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