Cumbia de Monterrey a Jackson Heights
Para este Ulises, ni Troya ni Ãtaca, ni Monterrey ni Queens. Su odisea, bailar errante sin reconocerse ni hallarse. A tumbos deambula, sin ser, viviendo en zozobra.
“¡Asà se baila en Monterrey!†Bailando enajenado, extiende Ulises sus alas de águila y marca el ritmo. Su peinado de “terko†recuerda al guerrero azteca ahora ataviado con uniforme de “raperoâ€. Ulises sale a la batalla en Loma Larga, zona aislada y olvidada en Monterrey, lugar donde a pesar de la retórica oficial que se escucha por la radio, el territorio se divide entre sicarios del narcotráfico. La cumbia retumba por los laberintos blanqueados por la cal. Se trafica en cumbia y drogas y el peligro es sombra que asecha.
En el filme Ya no estoy aquÃ, candidato a Mejor PelÃcula Extranjera en los Premios Oscar de este próximo domingo, el director Fernando FrÃas de la Parra nos adentra en la subcultura Kolombia que pone música al lamento y la nostalgia. Este grupo de marginados (“cholombianosâ€) hallan su identidad en las cumbias rebajadas, por rebajar la velocidad de ese género musical en su reproducción, producto de los tocadiscos. Comparten el corrido mexicano, la cumbia y el acordeón asà como la añoranza por la naturaleza y el campo.
En los cerros, Ulises (Juan Daniel GarcÃa Treviño) y sus “Terkosâ€, tribu urbana, viven en la pobreza paupérrima. Anómalos, ni producen, ni estudian, ni se desenvuelven en el tráfico de drogas. Su consumo se reduce a la música pirateada y ropa para su “lookâ€. Su quehacer es cultivar la identidad Kolombia, en contraste a su entorno. Al huir de Monterrey, Ulises es también una presencia desplazada por la singularidad. Quieren fotografiarlo, es agredido. Solo con Gladys “la colombiana†(Adriana Arbeláez) y Lin (Angelina Chen), su Calipso, encuentra refugio y aceptación.
La geografÃa laberÃntica es un campo de batalla. Las calles, escalinatas y baldÃos son lugares donde se busca subsistir, se baila y se mata. La cumbia funciona como rito de apareo, competencia entre pandillas y ceremonia donde se reclama la pertenencia. El relámpago de una ráfaga de tiros deja en pantalla una naturaleza muerta, un bodegón de sangre y cadáveres contra un paredón fucsia.
¿Qué melancolÃa pueden sentir Ulises y sus amigos adolescentes? Leo Simón, un niño de apenas ocho años, se inicia como “Terko†entonando “qué tristeza que me da, me da / Me da, me da la lejanÃa / Ay, me da, qué tristeza que me da / Estar tan lejos de la tierra mÃaâ€. (“LejanÃaâ€, cumbia de Lizandro Meza) Su tierra es apenas a unas calles del lugar donde con linda voz acomete la canción. Parecen los “Terkos†encarnar una memoria colectiva de desarraigo y despojo. Añoran las raÃces y estabilidad que nunca han sentido.
Ulises escapa tras un tiroteo a la Troya norteamericana. Libra allà sus batallas contra la basura en las azoteas y los gigantes enajenados en el Metro neoyorquino. Lin su china ninfa Calipso trata de retenerlo pero el migrante tiene la marca de la alteridad. En Queens su peinado y atuendo, su “Terkedadâ€, le hacen un objeto curioso, un “Elephant Manâ€. Las autoridades se ocupan de regresar a un personaje, auto-normalizado a su Ãtaca donde no espera Penélope. Su odisea es un relato de desplazamiento y emigración.
Ya no estoy aquà es la tragedia de la singularidad. Ulises es la presencia dislocada del “otro†que no se confunde en la muchedumbre. La “Terkedad†es amenaza desde las laderas del Chipinque en Monterrey al bullicio de Jackson Heights.
Justo J. Sánchez, analista cultural, ha sido galardonado periodista en Nueva York y se ha desempeñado en la televisión hispana. Sánchez ha sido profesor en universidades estadounidenses y en Italia.
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