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Lo ignoré antes de que él pudiera ignorarme a mí. ¿Por qué salir con alguien es una lucha de poder?

Le pregunté si estaba saliendo con otras personas. Me dijo que no, pero pude sentir que me ponía a la defensiva.
Le pregunté si estaba saliendo con otras personas. Me dijo que no, pero pude sentir que me ponía a la defensiva.


(Rebecca Kirby / For The Times)

Al principio me sentí realmente fuerte y como si estuviera recuperando mi poder y protegiendo mi corazón. Sin embargo, a medida que pasaban los días, y él no siguió para ver por qué me había quedado en silencio, me sentí triste y vacía

Conocí a M en Tinder. Cuando coincidimos había estado revisando perfiles sin la intención de conocer a nadie y agregué varias fotos sexys a mi perfil, vinculé “Love It If We Made It” del grupo The 1975 y escribí un aviso: “Aquí para ver fotos y fantasear sobre la relación que nunca tendremos”.

Me había vuelto cínica.

Tampoco me veía a mí misma como un buen partido porque todavía estaba resolviendo las cosas, como encontrar un apartamento, establecer una carrera y en general, descubrir mi propósito en la vida.

La versión más normal de mí está a millas de distancia. ¿Cómo se supone que debo tener una relación si ni siquiera puedo ser yo mismo?

Pero volviendo a M. Para nuestra primera cita lo conocí en su apartamento en North Hollywood y fuimos a Iroha Sushi en Studio City. Recuerdo que una de mis amigas me advirtió: “¡No se vean en su apartamento! Nunca llegarás al restaurante”. Pero M parecía diferente. Me estaba esperando en el vestíbulo y me saludó con un abrazo con aroma a colonia Tom Ford.

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“¿Tienes hambre?” preguntó mientras caminábamos por el garaje hacia su Lexus coupé negro. Era de Israel y hablaba con acento. Llevaba una camisa de franela a cuadros rojos y negros sobre una camiseta con un corte lo suficientemente bajo como para revelar un modesto pelo en el pecho, y zapatillas Vans negras.

Durante la cena hablamos de sus tres años obligatorios en el ejército israelí, de su familia y de su matrimonio de dos años que terminó en divorcio un año antes.

Las cosas iban bien, así que continuamos la cita en El Tejano para tomar unas copas antes de volver a su casa. Nos acurrucamos pero no me quedé a dormir, irónicamente eso era demasiado íntimo para mí.

Como me lo había pedido, le envié un mensaje de texto cuando llegué a casa y me dijo: “La próxima vez deberías quedarte”.

“Debería”, respondí, haciendo un punto para ser neutral y no comprometida.

Me lo había pasado muy bien pero no sentí ni una chispa. O tal vez estaba acostumbrada a que estas cosas no fueran a ninguna parte.

Pero al día siguiente me contactó. Me mando mensajes de textos con los detalles de su día, con imágenes de su desayuno y un video de la escena de una fiesta en la piscina del Hollywood Roosevelt. Me preguntó si podía pasar por mí de camino a casa. (Le dije que sí porque había estado pasando por un período de sequía antes de nuestra cita y le di la bienvenida al nuevo sexo).

Me llevó al trabajo esa noche después de que pasáramos el rato en su casa. Durante el viaje nos unimos por nuestro similar gusto en música mientras me tomaba de la mano. Después de dejarme, continuó enviándome mensajes de texto hasta que se fue a dormir. Me dijo que lo llamara cuando me despertara. Esto se convirtió en algo habitual: nosotros diciendo buenos días y manteniéndonos en contacto a lo largo de nuestros días.

Seguí esperando que fuera un imbécil o desconsiderado, pero el momento nunca llegó. No podía creer que finalmente había conocido a alguien y que nos llevábamos bien.

Las cosas iban tan bien que empezaron a darme ansiedad.

Se sentía demasiado bien para ser verdad.

Empecé a dudar de lo digna que era de la atención y el afecto de M. Hice un esfuerzo consciente para detener esos pensamientos tan pronto como surgieron.

Repetí mantras afirmando que merecía ser feliz. Otra cosa con la que luché fue con lo equilibrada que era su vida. Dividía su tiempo entre el trabajo, los amigos, la familia y los hobbies personales.

En un momento dado pasamos 10 días sin vernos debido a su agenda llena. Me frustró, pero también reconocí que era bueno que no centrara su mundo alrededor de una relación romántica. Pensé que podría aprender de eso.

Las cosas se pusieron raras cuando me di cuenta de que había añadido una foto a su perfil de Tinder. Habíamos estado saliendo durante un mes. Y sí, todavía estaba en la aplicación pero no la estaba usando activamente.

En lugar de confrontarlo directamente por la foto, le pregunté si estaba saliendo con otras personas. Me dijo que no, pero pude sentir que me ponía a la defensiva.

Empecé a prestar atención a cuánto tiempo le tomaba responder a los mensajes de texto, con qué frecuencia me llamaba hermosa o guapa y cuánto tiempo me dedicaba. Un día me di cuenta, a través de la función “leer recibo” de iPhone, que había abierto mi iMessage pero no me respondió durante tres horas. Me sentí frustrada. Esperé hasta la tarde siguiente para responder.

Empecé a sentir que la distancia se incrementaba entre nosotros.

La gota que colmó el vaso fue cuando pude ver que estaba activo en Instagram antes de responder a una conversación de texto que había iniciado conmigo más de una hora antes. ¿Por qué estaba poniendo las redes sociales antes que yo?

Cuando finalmente me envió un mensaje de texto preguntando, “¿Cómo estás?” No respondí. No quería darle la oportunidad de dejarme en “visto”.

Al principio me sentí realmente fuerte y empoderada, como si estuviera recuperando mi poder y protegiendo mi corazón. Sin embargo, a medida que pasaban los días, no hizo ningún seguimiento para ver por qué me había quedado en silencio.

Deseaba haber sido lo suficientemente madura para preguntarle si estaba perdiendo interés en mí. En cambio, me sentí triste y vacía.

La verdad es que odio la lucha de poder que tan a menudo viene con las citas en línea.

Puede que lo haya ignorado antes de que él me ignorara a mí, pero no gané.

La autora escribe el blog MindBodySex.com, y puede encontrarla en Instagram @TheAshleighGray

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