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Washington da un giro agradable con el cambio de Trump a Biden

President Biden speaks in the State Dining Room of the White House.
El presidente Biden habla sobre la economía y el aumento de la ayuda por la pandemia, el viernes, en el comedor de la Casa Blanca.
(Evan Vucci / Associated Press)

Los días no comienzan y terminan con tuits. El secretario de prensa no ha mentido sobre el tamaño de la multitud ni ha insultado a los periodistas. Los eventos de la Casa Blanca tienen temas cuidadosamente calibrados. Y el presidente se apega al guión.

Washington está dando un giro repentino, mientras Biden reemplaza al ex presidente Trump, una transición que se erige como uno de los contrastes más marcados en la historia política de Estados Unidos.

Después de cuatro años de caos y controversias activados por un presidente obsesionado con los medios, el país está experimentando la normalidad discordante y relativa tranquilidad de un sucesor que ve mucha menos televisión, empodera al personal, hace la mayor parte de su trabajo en privado y mantiene para sí gran parte de sus pensamientos.

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Antes de las elecciones, Trump se burló de su oponente llamándolo “Sleepy Joe”. Sin embargo, muchos votantes resultaron estar desesperados por alguien menos confundido, enojado e implacablemente divisor en la Oficina Oval. Hasta ahora, Biden se ha mostrado feliz de darles lo que quieren, como prometió durante la campaña electoral.

El viernes, su segundo día completo en el cargo, apareció en público solo una vez y habló sobre brindar alivio económico durante la pandemia en curso, una crisis que Trump casi ignoró durante meses.

“Estamos ante una emergencia nacional. Necesitamos actuar como si estuviéramos en esa situación”, señaló Biden. “Así que debemos de movernos con todo lo que tenemos y hacerlo juntos”.

Los veteranos políticos de ambos partidos dijeron que era un bienvenido cambio.

“Existe el argumento de que no tener al presidente, al gobierno federal y a un huracán de tonterías en la mente del pueblo estadounidense todos los días será algo bueno”, comentó Michael Steel, un estratega republicano que fue uno de los principales asesores del ex presidente de la Cámara de Representantes, John A. Boehner (republicano de Ohio).

Sin embargo, Steel indicó que es demasiado pronto para decir si el estilo de Biden producirá avances legislativos, por los que finalmente será juzgado.

“Un cambio real, sustancial y duradero requiere legislación. Y tenemos una Cámara y un Senado muy divididos, así como un electorado extremadamente polarizado”, comentó. “Queda por ver si este estilo de formulación de políticas será efectivo en Capitol Hill”.

Paul Begala, estratega demócrata desde hace mucho tiempo y ex asesor de la Casa Blanca de Clinton, describió el enfoque de Biden como “simplemente emocionante” en su forma ordinaria. Haciendo eco de Steel, indicó que el desafío sería convertir el estilo en un éxito sustancial.

“Si falla en cuanto al COVID”, agregó Begala, “nadie dirá: ‘Reelijámoslo porque nunca mintió’”.

White House Press Secretary Jen Psaki speaks during a press briefing at the White House on Friday.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha establecido un nuevo tono con los reporteros acostumbrados a la abierta hostilidad de la predecesora Kayleigh McEnany y los portavoces anteriores del presidente Trump.
(Evan Vucci / Associated Press)

Dos días después de que Biden tomó posesión, la Casa Blanca seguía siendo un pueblo fantasma de escritorios desocupados con nuevos monitores de computadora. Pero ya la administración había comenzado a reconstruir la infraestructura federal para desarrollar y analizar la política, algo abandonado por Trump en favor de la gobernabilidad por sus caprichos habituales.

Los funcionarios de la administración informan a los periodistas sobre las propuestas que se presentan en documentos largos y extravagantes. Los abogados examinan las órdenes ejecutivas antes de que se emitan. Las autoridades ejecutivas federales anunciaron el viernes que Biden había pedido a los funcionarios de inteligencia y al Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca que presentaran una evaluación sobre la amenaza de terrorismo interno.

Las preguntas sobre temas más triviales en los que Trump se había fijado, como el rediseño del Air Force One, se hacen a un lado, a veces con un sarcasmo apenas oculto.

“Puedo confirmarles aquí, que el presidente no ha pasado un momento pensando en la combinación de colores del Air Force One”, comentó el viernes la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki. Trump a veces mostraba un modelo del avión pintado con rojo, blanco y azul, que incluía un vientre azul más oscuro en lugar de los tonos más claros que datan de la era Kennedy.

El nuevo tono de la Casa Blanca es más evidente en la sala de reuniones, donde Psaki reemplazó a Kayleigh McEnany como vocera presidencial.

Esta última trabajó para la campaña de Trump antes de mudarse a la Casa Blanca y convirtió las sesiones informativas en transmisiones de agravios de él y de ella contra los medios. La mayoría terminaron en finales abruptos, mientras denunciaba a los enemigos del entonces presidente y luego casi huían del salón, aunque los reporteros continuaban gritando preguntas.

Psaki, quien se desempeñó como portavoz del Departamento de Estado y directora de comunicaciones de la Casa Blanca durante la administración Obama, ha restablecido rápidamente el termostato, de sobrecalentado, a temperatura ambiente.

“Habrá momentos en los que no estemos de acuerdo y ciertamente habrá días en los que no coincidamos con partes extensas de la sesión informativa, incluso, podría ser muy probable”, manifestó Psaki, después de la inauguración el miércoles. “Pero tenemos un objetivo común, que es compartir información precisa con el pueblo estadounidense”.

Es un ajuste para el cuerpo de prensa, donde algunos de sus miembros no tienen experiencia con otros presidentes que no sean Trump.

“Todos están realmente emocionados por esta sesión informativa”, comentó un fotógrafo de la Casa Blanca a sus colegas el viernes, mientras recogían su equipo y se dirigían a la sala de ruedas de prensa. “A nadie le han gritado o menospreciado, va a ser realmente aburrido”.

Las reuniones informativas de la era de Trump eran raras y, cuando se celebraban, presentaban una mezcla de desinformación y propaganda. Ahora son un resumen diario de las acciones de la Casa Blanca, e incluyen las evasiones estándar a las preguntas mientras los reporteros intentan sorprender a Psaki sobre temas que la sacarían del mensaje. Por ejemplo, se ha negado repetidamente a decir si Biden quiere que el Senado condene a Trump después de su juicio político, que se espera que comience el próximo mes.

El jueves, respondió amablemente a una pregunta sobre que el presidente no usaba un cubrebocas durante un especial de televisión inaugural filmado en el Lincoln Memorial.

“Estaba rodeado de su familia”, explicó. “Tomamos una serie de precauciones, pero creo que tenemos problemas más importantes de los que preocuparnos en este momento”.

La pregunta se le hizo a Psaki porque Biden, usando cubrebocas, en uno de sus primeros actos ordenó que cualquier persona en una propiedad federal usara esta protección y siguiera otras precauciones contra la pandemia. Bajo Trump, la Casa Blanca se convirtió en un punto candente del coronavirus y muchos altos funcionarios se infectaron porque las mascarillas y el distanciamiento social fueron estigmatizados.

Durante los eventos públicos de Biden, todos los servidores públicos usan cubrebocas y están separados por una sana distancia. Otros aparecen en pantallas de video en lugar de presencialmente. Las mascarillas de grado médico, como las N95, son comunes.

La propia Casa Blanca ha sido remodelada rápidamente. Un retrato en la Oficina Oval de Andrew Jackson, idolatrado por Trump por ser un populista como él, fue reemplazado por uno de Benjamin Franklin. Dos íconos de los derechos civiles, el líder laboral de California, César Chávez, y Rosa Parks son honrados con bustos. Cerca de la oficina de prensa, las fotos de Biden y la vicepresidenta Kamala Harris reemplazaron inmediatamente a las de Trump.

Los asistentes se están instalando en sus nuevos espacios de trabajo. Un nuevo miembro del personal que llegó a laborar en el edificio de Eisenhower, al lado de la Casa Blanca, señaló que las oficinas habían sido despejadas en gran medida cuando llegaron. Pero muchos escritorios y computadoras quedaron cubiertos de polvo, y al menos uno de los muebles tenía una caja abierta de recuerdos de chocolates M&M Air Force One firmados por Trump, la cual dejó caer en el bote de basura más cercano.

Como muchos empleados nuevos en el edificio en forma de laberinto, la asistente tuvo problemas para encontrar el baño.

“Es casi como el primer día de clases”, comentó. “Simplemente no sabes dónde está nada, ni qué profesores son buenos, malos o cualquier otra cosa”.

Noah Bierman, contribuyó a este artículo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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