Opinión: Con un autobús escolar, un telescopio y un megáfono, mi padre conectaba a los estudiantes con las estrellas
“El hombre está perdiendo la tierra porque dejó de mirar al cielo”. Esa es la frase que motivaba a mi padre año tras año.
En 1984, cuando mi papá anunció a nuestra familia extendida que nos mudaríamos de ciudad de México a Tijuana, fue el acabose. Todo mundo lo tachó de irresponsable por llevarse a su esposa y tres hijas a una ciudad que en ese entonces tenía tan mala fama.
Sin embargo, el anhelo de mi padre era acercarnos al país del sueño americano y que sus hijas tuvieran la opción de expandir sus horizontes si así lo decidían. Abandonó su carrera como profesor de inglés y se volvió empresario, abriendo el primer taller mecánico especializado en autos Volkswagen en Tijuana.
Aún recuerdo los difíciles meses que pasamos con el taller abierto y nada de clientes. Mi papá tuvo que ser valiente y muy fuerte para no perder la fe de que el negocio se aclientaría y estaríamos bien. Fueron varios años quizá que el sueldo de maestra de mi mamá tuvo que ser suficiente para los gastos. Sufrimos cierta pobreza. Sin embargo, para cuando mis hermanas y yo estuvimos listas para la universidad, el taller dejaba suficiente para que pudiéramos estudiar de tiempo completo.
Eventualmente yo emigré a Estados Unidos.
Los nietos de mi padre nacieron todos en San Diego, cumpliendo así el sueño que se forjó cuando nos trajo a la frontera. Aún joven, por ahí de sus 55 años, mi padre sintió que esa parte de su vida, la de sacar a sus hijas adelante, estaba completa.
Salió entonces de su taller mecánico sin rumbo fijo a bordo de un camión escolar que convirtió en casa rodante. Aficionado a la astronomía, su nueva meta fue que los niños en poblados lejanos voltearan al cielo. A ese, su segundo gran sueño le llamó El viaje del cometa.
Dedicó siete años a viajar lentamente por toda la península de Baja California, adentrándose al desierto para llegar a las escuelas rurales y anunciar, con un megáfono, que en la noche estaría mostrando las estrellas con sus telescopios, platicando a quien quisiera escuchar, las maravillas del universo.
A mediados de los noventa, la Fundación Johnnie Walker se enteró de la labor de mi padre y le otorgaron el primer premio de Haz tu sueño realidad, fueron $25,000 que lo ayudaron a continuar su viaje educativo hasta Oaxaca, su tierra natal.
“El hombre está perdiendo la tierra porque dejó de mirar al cielo”, es la frase que motivó a mi padre año tras año a continuar su peregrinaje, tocando miles de vidas con su mensaje de estrellas.
En el 2009 se filmó el documental El viaje del cometa, producido por mi hermana Ivonne Fuentes, quien para entonces era directora de arte y logró el apoyo del gobierno de México para la filmación. Un año después, HBO incluye la historia de El Cometa y fue el primer capítulo de la serie Héroes cotidianos.
Tener un padre como el mío es inspirador y al mismo tiempo provocador. Mi padre dice que lo que hizo fue ir dejando la estela de su cometa por todas partes donde ha andado. Y me pregunto, ¿qué estela estoy dejando yo?
Fuentes es cofundadora de Magnolias, una asociación sin ánimo de lucro que promueve la salud mental de las mujeres latinas, y vive en Chula Vista.
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