Columna: A 20 años de la engañosa guerra de Irak, las secuelas y el recuerdo siguen vivos - Los Angeles Times
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Columna: A 20 años de la engañosa guerra de Irak, las secuelas y el recuerdo siguen vivos

Fernando Suárez del Solar en el Parque Kit Carson en Escondido.
Fernando Suárez del Solar en el Parque Kit Carson en Escondido.
(Pedro Ríos)
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El 19 de marzo marcó veinte años desde el comienzo de la guerra dirigida por Estados Unidos contra Irak. Si no fuera por la limitada cobertura de los medios, uno difícilmente sabría que los costos de esa guerra fueron colosales en términos de vidas y recursos. Al menos 270 mil iraquíes y más de 4500 militares estadounidenses murieron como resultado de la guerra y se gastaron más de 2 billones de dólares.

Recuerdo las imágenes inquietantes de hace 20 años que se veían en la televisión. Bagdad ardía bajo un bombardeo fatal destinado a inculcar un poder militar absoluto. “O estás con nosotros o contra nosotros”, había declarado el entonces presidente estadounidense George Bush en una sesión conjunta del Congreso el 20 de septiembre de 2001, declarando una doctrina de agresión preventiva que incluiría a Irak.

El 25 de marzo del presente año, junto con dos docenas de personas, me uní a Fernando Suárez del Solar, un gran amigo y defensor de la paz, en el Parque Kit Carson en Escondido, California. Fernando nos invitó a conmemorar a su hijo, Jesús Alberto Suárez del Solar, en el humilde Monumento Árbol de la Paz. Un árbol de pirul que Fernando plantó hace 20 años para recordar a su hijo y los cientos de miles de personas perdidas en guerras, entonces un árbol joven de 2 pies, ahora se eleva sobre la placa conmemorativa de Jesús, el Guerrero Azteca, como afectuosamente lo recuerda Fernando.

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Jesús fue una víctima de esa guerra y el primer ciudadano mexicano en morir luchando por los Estados Unidos. Él estaba asignado al Batallón de Reconocimiento de la Primera División de la Marina, y murió en combate el 27 de marzo del 2003. Las autoridades militares le explicaron a sus padres y su esposa que Jesús había sufrido una herida en la cabeza por fuego enemigo. Luego dieron a la familia una segunda versión: que había pisado una mina terrestre iraquí durante el servicio de guardia en un campamento temporal.

El gobernador de Florida amenazó con negarse a extraditar al expresidente Trump a Nueva York, mostrando desprecio por la Constitución y el estado de derecho.

Pero un periodista de la cadena ABC, Bob Woodruff, incrustado con la tropa de la cual pertenecía Jesús, le comunicó a Fernando que Jesús murió al pisar una bomba de racimo estadounidense. Los soldados estadounidenses que le informaron que su hijo había muerto de un tiro en la cabeza le habían mentido.

De hecho, el presidente George W. Bush y su administración explotaron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en suelo estadounidense para mentir acerca de que Irak tenía armas de destrucción masiva y que el presidente iraquí Saddam Hussein estaba vinculado a al-Qaeda, estableciendo una conexión falsa con los atentados del 11 de septiembre. Todo esto estaba destinado a engañar al mundo e iniciar una ocupación de un país soberano.

Pero ¿por qué la mentira? ¿Con qué propósito Jesús y tantos otros viajaron a una tierra extranjera a morir, y en el caso de Jesús, por una bomba de racimo considerada ilegal en gran medida por el resto del mundo? Se trataba del acceso a y control del petróleo.

Antonia Juhasz, experta en la industria petrolera, relató cómo, desde los generales estadounidenses hasta el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y los funcionarios de alto nivel de la administración Bush estuvieron de acuerdo, la invasión y ocupación de Irak fue un movimiento de juego de ajedrez estratégico, con consecuencias mortales, para adquirir las enormes reservas de petróleo y gas en Irak.

La decrépita instalación de encierro debía cerrar según el cronograma de dos años de la Junta de Supervisores, pero sigue llena y no se vislumbra un final.

En un mundo justo, por las atrocidades cometidas, por los miles de personas que perecieron bajo pretextos, y los muchos más traumatizados por las secuelas de la guerra, habría medidas para hacer que los responsables rindan cuentas por sus acciones perversas.

Pero jamás en las guerras y con quienes lucran de ellas es posible que exista un mundo justo.

Regresando a Escondido, en el Monumento Árbol de la Paz, Fernando explicó que cuando viajó a Irak en diciembre de 2003, visitó el lugar exacto en Irak donde Jesús pisó una bomba de racimo estadounidense. Allí, recogió la tierra que probablemente contenía la sangre de su hijo. Nos dijo, “Jesús no ha muerto, Jesús vive en la memoria de todos, Jesús vive en ese árbol sembrado con la tierra de Irak bañada por su sangre, sembrado con la tierra de Tijuana donde nació él, con tierra de Escondido, donde él se enamoró”.

Luego soltó palomas blancas como símbolo de paz y contra las guerras, afirmando en su página de Facebook, “la paz es el camino a la vida”.

Pedro Ríos es defensor de derechos humanos y de los migrantes en el sur de California.

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