Editorial: El coronavirus generó una crisis de liderazgo en Los Ángeles
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Exactamente… ¿quién está a cargo de la respuesta pandémica al COVID-19 en Los Ángeles? ¿El alcalde de L.A.? ¿Los supervisores del condado de Los Ángeles? ¿Bárbara Ferrer, la directora de salud pública del condado? ¿El gobernador Gavin Newsom? ¿Alguien más?
En este punto, es difícil saber con certeza quién está tomando las decisiones sobre cómo contener un alarmante aumento de coronavirus en el condado. La respuesta es que todos ellos son responsables. O ninguno de ellos, dependiendo del día o de quién está hablando. El domingo, el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, no ofreció mucha claridad cuando le dijo a CNN: “Los alcaldes a menudo no tienen control de lo que se abre y no se abre, eso es a nivel estatal o de condado”.
El comentario fue más que un poco engañoso. Garcetti puede y ha ordenado el cierre y la reapertura de negocios en los últimos meses dentro de las fronteras de la ciudad, y es crédito suyo la toma de medidas anticipadas y decisivas. Pero su punto más importante parece ser que tomar decisiones de esta magnitud a nivel municipal no tiene sentido, incluso para una ciudad gigantesca como Los Ángeles, y que hubo una falla en el liderazgo a nivel de condado y estatal.
El no está equivocado. La estructura misma de nuestros gobiernos locales deja un vacío de responsabilidad que no se ve favorecido por la confusa superposición de varias restricciones pandémicas, algunas de las cuales se han levantado y reimpuesto en el estado, el condado y la ciudad, y ninguna de ellas se ha aplicado de manera adecuada. No es de extrañar que el público y varias empresas hayan levantado la mano y hecho sus propias decisiones, que es al menos parte de la razón del resurgimiento de los casos de COVID-19 en junio en California y Los Ángeles.
Y ahora Garcetti dice que si las líneas de tendencia para casos de coronavirus y hospitalizaciones no mejoran pronto, la ciudad puede volver a restricciones más estrictas que van más allá de las órdenes radicales dictadas por el gobernador la semana pasada.
Eso puede ser inevitable si los hospitales comienzan a llenarse aquí, como lo han hecho en otros lugares. Pero esta vez no podemos volver al viejo truco de maniobras sobre las pandemias.
Primero, cualquier nueva restricción debe estar dirigida a políticas que se centren en áreas documentadas de propagación. Los cierres generales son instrumentos contundentes que solo tienen sentido bajo la ausencia de datos. Pero hemos aprendido más desde marzo sobre cómo se propaga el virus, que podría ser a través de reuniones familiares y en fábricas. Si no hay datos que muestren que, por ejemplo, las librerías son una fuente importante de difusión, entonces no deberían ser penalizadas.
Segundo, cualquier restricción nueva que se imponga debe hacerse en todo el condado. Es ineficaz y confuso que cambien las reglas en las fronteras de la ciudad. Y deben ser seguidas con un ejercicio de cumplimiento para dejar en claro que seguirlas no es opcional.
Y, por último, los funcionarios electos de la ciudad y el condado de Los Ángeles (usted también, sheriff Alex Villanueva) deben dejar a un lado sus instintos territoriales y presentar un liderazgo unificado con una línea clara de rendición de cuentas, luego comunicar un mensaje coherente e inequívoco sobre cómo vamos a volver a aplanar la curva de coronavirus en L.A.
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