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Editorial: La respuesta de EE.UU al coronavirus es tan racista como su policía

Hay una gratificante cantidad de discusiones privadas y públicas en curso esta semana, en Los Ángeles y en otros lugares, sobre cómo los negros, los latinos y otras comunidades de color han sufrido una parte desproporcionada del impacto de la pandemia de COVID-19, especialmente de muertes y dificultades financieras, así como del papel que ha jugado el racismo sistémico en tales resultados. Es una consecuencia natural de las protestas por la muerte de George Floyd bajo la custodia policial de Minneapolis, y el reconocimiento a nivel nacional que éstas provocaron acerca del racismo endémico en instituciones cívicas y culturales.

Felizmente, estas discusiones se están traduciendo en alguna acción local para ajustar la respuesta a la pandemia en curso. El martes, la Junta de Supervisores del condado de Los Ángeles acordó aumentar las pruebas, el rastreo y la información del coronavirus en las comunidades de color más afectadas, al reclutar organizaciones comunitarias para ayudar con el trabajo preliminar. Esto es bienvenido y apropiado, aunque algo tardío: el Advancement Project California, una organización sin fines de lucro que promueve la equidad racial, había propuesto ese modelo hace más de un mes.

Nos gustaría ver enfoques similares en otras ciudades y estados. Los datos sobre casos y muertes por COVID-19 sugieren que nuestra respuesta colectiva a la pandemia ha sido tan fundamentalmente racista -aunque de forma inconsciente- como las tácticas policiales que derivaron en la muerte de Floyd, Breonna Taylor y demasiados estadounidenses negros.

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¡Si tan sólo no hubieran sido necesarios cuatro meses de enfermedad y muerte, y un descontento civil generalizado, para que este problema obtuviera la atención y la acción que merece! Porque no es una sorpresa. Incluso en los primeros días de la ola inicial de COVID-19 había evidencia de que las personas negras sucumbían a los efectos de la infección a un ritmo mucho más alto que las blancas.

Las autoridades de Michigan informaron a principios de abril que, si bien el 14% de la población del estado es negra, esa comunidad representaba el 41% de los decesos. Se informaron disparidades similares en Chicago y Louisiana. También ocurría lo mismo en Los Ángeles, aunque las diferencias incluían a los latinos y otras comunidades de color. Nuevos datos muestran que los no-blancos en Los Ángeles tienen más probabilidades de morir por COVID-19 al doble de la tasa de los residentes blancos.

Las comunidades de color históricamente han tenido peores resultados de salud, desde el comienzo de sus vidas hasta el acortado final de éstas. Cuentan con menor acceso a la atención médica; son más propensos que los blancos a desarrollar afecciones como asma, diabetes y cardiopatías, que los ponen en mayor riesgo de complicaciones graves y muerte por COVID-19. Es más probable que vivan en condiciones de hacinamiento, lo cual dificulta cumplir con la distancia social. La lista de factores contribuyentes sigue.

Tampoco era un secreto que los negros y los latinos estarían más expuestos al coronavirus porque es mucho menos probable que tengan empleos que se pueden hacer desde casa. Sin embargo, también están sobrerrepresentados en trabajos de servicio afectados por las restricciones impuestas a las empresas durante la pandemia, por lo cual han sufrido desproporcionadamente por los despidos, las licencias y los recortes subsiguientes.

¿Cómo no iba a ocurrir esto, considerando las disparidades en la atención médica, el empleo, la riqueza acumulada y la educación, que ponen a las comunidades de color en desventaja inmediata ante cada crisis? Obviamente, la nación requiere una reforma seria en el cuidado de la salud, así como en la justicia penal. Pero en este momento, necesitamos medidas urgentes para evitar que las personas negras, los latinos, los nativos americanos y otras comunidades étnicas sufran y mueran a tasas alarmantes. Porque esta es otra cuestión que sabemos: el coronavirus sigue circulando por todo EE.UU, y la gente sigue falleciendo por COVID-19. Y probablemente, así seguirá siendo en el futuro próximo.

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