Opinión: El presidente Trump es el teórico de la conspiración en jefe y eso perjudica al país
Los puntos de vista conspirativos de Trump han tenido consecuencias reales...
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Las teorías de conspiración han sido parte de la política de Estados Unidos desde que se formó el país. Pero hoy han envuelto la política estadounidense.
Hay tantas acusaciones de conspiración que han comenzado a chocar entre sí - como sucedió el mes pasado cuando Twitter se encendió después del suicidio del depredador sexual Jeffrey Epstein. Un grupo de personas en redes sociales insistió, sin ninguna base, en que los Clinton estaban detrás de la muerte de Epstein, mientras que otros, con igual falta de evidencia, estaban seguros de que fue el presidente Trump quien conspiró para que lo mataran.
Lo que hace que la actual tormenta de acusaciones sea diferente, e imposible de ignorar, es el papel del presidente en la formulación y promoción de las mismas teorías.
Ya fue lo suficiente malo en 2011, cuando Donald Trump comenzó a propagar la teoría conspirativa de que el presidente Barack Obama no era nacido en los Estados Unidos.
La mentalidad teórica conspirativa de Trump estaba clara mucho antes de su elección, con su intransigente aceptación del “birterismo”. Desde el segundo día de su presidencia, cuando afirmó que el Servicio de parques nacionales había falsificado fotografías del público asistente a la ceremonia de toma de posesión de su presidencia, estaba claro que haría de las teorías de conspiración infundadas, una pieza central de su estilo de gobierno. Sin embargo, nunca dejan de escandalizar.
Si las teorías de conspiración presidencial fueran sólo palabras, el ataque al sentido común sería suficientemente malo. Pero Trump va un paso más allá: utiliza teorías de conspiración sin fundamento para deslegitimar instituciones democráticas clave.
EEUU ELECCIONES
Trump atacó al presidente de la Reserva Federal, diciendo: “Mi única pregunta es quién es nuestro mayor enemigo, Jay Powell o el presidente Xi”. Afirmó que la administración Obama participó en una conspiración contra él, y que “la verdadera colusión, la conspiración, el crimen fue entre la campaña de Clinton, el DNC, Fusion GPS, Christopher Steele....¡y así sucesivamente!
El presidente ve conspiraciones en todas partes del “Estado Profundo y la Izquierda, y su vehículo son los medios de comunicación falsos”, e insiste en que están trabajando para socavarlo a él y por lo tanto a la nación.
Sus tweets son furiosos contra el Partido Demócrata, al que califica de “traidor”, citando tanto temas pequeños como grandes. Se quejó de que los demócratas en el Congreso no aplaudieron el discurso sobre el Estado de la Unión. Y los acusó de socavar deliberadamente la seguridad nacional. “Creo que lo que los demócratas están haciendo con la frontera es una traición”.
A medida que nos acercábamos a la cumbre de la OTAN a mediadios de julio, iba quedando claro que está surgiendo una Doctrina Trump.
Esta institución básica de la democracia representativa -la rivalidad regular de los partidos con su idea de una oposición leal- está amenazada.
Los puntos de vista conspirativos de Trump han tenido consecuencias reales. En algunos casos, las instituciones y los fondos se han desviado de sus misiones para abordar cuestiones planteadas por la conspiración del presidente, como cuando los militares fueron desviados de sus operaciones y entrenamiento apropiados y enviados a la frontera sur para disuadir, como tuiteó en su momento Trump, a “matones y pandilleros muy malos”.
En ocasiones, Trump ha creado instituciones completamente nuevas para servir sus puntos de vista. Cuando el entonces director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, identificó el cambio climático como una amenaza a la seguridad, por ejemplo, se creó una comisión para “reexaminar” el hallazgo, y se nombró a un físico que comparara la demonización del dióxido de carbono con la demonización de los judíos por parte de Hitler para que lo encabezara.
Repetidamente, Trump ha reemplazado a funcionarios clave que no aceptan sus puntos de vista conspirativos con los que sí los aceptan. Dos meses después de tomar el puesto de procurador general Jeff Sessions, William Barr le dijo al Comité de Asignaciones del Senado que creía que las agencias de inteligencia habían espiado la campaña de Trump, algo que las investigaciones anteriores no habían demostrado. “Creo que hubo espionaje”, dijo el fiscal general. “Es un gran problema”.
El Washington Post calificó la alegación de Barr como “una afirmación sorprendente” que se hacía eco de “afirmaciones sin fundamento que el presidente Trump ha hecho”, y Los Angeles Times señaló que estaba repitiendo una “acusación provocativa lanzada por Trump para denunciar la vigilancia aprobada por la corte de un ex miembro de su campaña”.
Aspectos enteros del gobierno han sido eludidos o han quedado impotentes al servicio de las conspiraciones de Trump, sobre todo en asuntos exteriores. El mandatario ha atacado repetidamente a oficiales de inteligencia, expertos en seguridad nacional y diplomáticos como elementos de un nefasto “estado profundo” o como defensores liberales de un “nuevo orden mundial” diseñado para debilitar a la nación.
Las relaciones exteriores se llevan a cabo ahora fuera de los procesos regulares, como los intercambios no supervisados y no registrados de Trump con el presidente ruso Vladimir Putin. Los canales diplomáticos oficiales han sido abandonados y hay poca supervisión del Congreso.
Esta destrucción del orden normal - instituciones descarriladas, inventadas, secuestradas y eludidas - se suma a la deslegitimación del propio gobierno democrático.
¿Cómo nos alejamos de lo que se está convirtiendo en una situación desesperada? Como estadounidenses, necesitamos exigir hechos y llamar a funcionarios que acepten teorías de conspiración infundadas. Debemos presionar a nuestros representantes en el Congreso para que protejan las instituciones cruciales actuando con decisión para defender la integridad del gobierno democrático.
Y, en última instancia, necesitamos ejercer nuestro derecho al voto y usarlo para exigir la verdad.
Russell Muirhead es profesor de gobierno en Dartmouth College; Nancy L. Rosenblum es profesora de gobierno en la Universidad de Harvard. Son los autores de “A lot of people are saying: La nueva conspiración y el asalto a la democracia”.
Para leer esta nota en inglés haga clic aquí
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