El centro cultural “Bethel Woods”, el guardián de Woodstock
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Bethel (Nueva York) — Un enorme 50, en el que se ha insertado el símbolo de la paz, recibe estos días a todos los nostálgicos que acuden a visitar la amplia pradera de Bethel donde, a mediados de agosto de 1969, acudieron 400.000 jóvenes a escuchar buena música y sumergirse en un ambiente de paz y amor.
Se trata de la extensión de verde campo en el estado de Nueva York que, inesperadamente, se convirtió en el escenario y las gradas del famoso festival de Woodstock y que ahora forma parte del “Bethel Woods Center for the Arts”, una institución cultural que protege el espacio y promueve los ideales que definieron el evento.
“Somos un centro cultural sin ánimo de lucro y nos basamos en la música y los ideales de los años 60”, explica a Efe Emily Casey, representante de la organización.
“Todo lo que hacemos es para motivar a que los niños, adolescentes y adultos lleven una vida de conciencia social y que aprovechen lo que pasó aquí en 1969 para utilizarlo en un futuro”, agrega.
Construido en 2006, el centro cuenta con espacios de entretenimiento, una tienda de recuerdos, una cafetería y un museo, en el que se despliega, con todo lujo de detalles, lo que sucedió durante el Woodstock original.
Sin embargo, algunos de los lugareños no están convencidos de que el objetivo del centro sea puramente el de recordar Woodstock, y se quejan de que el espacio, ahora vallado, se ha convertido en una herramienta para ganar dinero.
“Yo volví a Woostock en el año 89 y aún era igual que el original. Se podía acampar en la pradera con tus tiendas, hacer tus fogatas. Pero cambió después de eso porque empezaron a pensar en comercializarlo”, recuerda el estadounidense Jeff Bakewell frente a la pradera.
La culpa de que Woodstock se haya transformado en un producto, dicen los lugareños, es de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, senadora por el estado de Nueva York desde 2001 a 2009 y que impulsó el proyecto del museo.
Bakewell, sin embargo, se abstiene de críticas a Clinton y apunta que había otros proyectos mucho más agresivos para el histórico lugar, de forma que el “Bethel Woods Center for the Arts” sí que está protegiendo el lugar, aunque haya diluido la esencia de libertad y despreocupación del festival.
Por ejemplo: nunca se planificó un enorme concierto para celebrar el 50 aniversario de Woodstock, como hizo el cofundador del festival original Michael Lang, que pretendía montar una colosal fiesta con más de 150.000 asistentes en otra localidad del estado de Nueva York y que finalmente se tuvo que cancelar por una cascada de contratiempos.
El “Bethel Woods”, sin embargo, se decidió por algo bastante más discreto y mejor planificado: tres noches de conciertos -Ringo Starr, Carlos Santana y John Fogerty- para los que se venderían solo 16.000 entradas cada uno de los días.
“Hemos estado todos trabajando juntos dos años para decidir qué queríamos hacer, cómo celebrar, y cómo podíamos honrar lo que pasó aquí hace 50 años”, apuntó Casey.
Además, en una exhibición temporal, el centro cultural ha querido trazar paralelismos entre la situación social de 1969 y la de 2019, en la que apuntan que las cosas no son tan distintas medio siglo después y que deberían aplicarse las lecciones de aquellos años a la actualidad.
“Hay tantas cuestiones paralelas entre 1969 y hoy en día. El movimiento MeToo de 2019 era el de los derechos de la mujer de 1969, y comparando el pasado a hoy es algo que hacemos y tratamos de facilitar aquí”, aseveró la portavoz.
Pero el “Bethel Woods” no ofrece solo lecciones históricas, sino por supuesto también musicales, con detalles que quizá desconozcan buena parte de los que visitan el lugar.
Como que la legendaria actuación de Jimi Hendrix, una de las que mayor expectación despertaron, fue también de las que menos público registró.
Se calcula que sólo unas 40.000 personas de las 400.000 que fueron a Woodstock presenciaron la magia del guitarrista, ya que para cuando salió al escenario, a las 9 de la mañana del lunes dada la acumulación de retrasos, la mayoría del público ya se había dispersado.