Greg Abbott, un férreo opositor a las “ciudades santuario” al frente de Texas
- Share via
Austin (TX) — Desde su llegada a la gobernación de Texas en 2015, el republicano Gregory Wayne Abbott ha tenido entre ceja y ceja promulgar una ley que prohíba las “ciudades santuario”, para castigar a quienes no colaboren con las autoridades migratorias y protejan a los indocumentados de la deportación.
Tras un primer fracaso en la Legislatura de hace dos años, que estaba precedido por otros intentos fallidos de su predecesor, el ahora secretario de Energía, Rick Perry, el mandatario texano consiguió por fin ratificar una legislación que también permitirá a las autoridades locales cuestionar el estatus migratorio de cualquier detenido.
La propuesta aprobada contra las “ciudades santuario”, la SB4, podría acarrear penas de cárcel para los sheriffs texanos que estén al cargo de las oficinas que no cooperen con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), entre otras medidas.
A pesar de haber recibido críticas a nivel nacional y estatal, dónde se espera que numerosas ciudades texanas demanden al propio estado por promulgar este proyecto de ley, el gobernador sureño siempre fue de cara con esta cuestión y la marcó como prioridad en su calendario legislativo.
Abbott, nacido en Wichita Falls, una ciudad al noroeste de Texas fronteriza con el estado de Oklahoma, llegó al poder de un estado que lleva 22 años teñido de rojo, después de que George Bush hijo, Rick Perry y él mismo hayan gobernado el segundo estado más grande de la nación durante más de dos décadas.
El primer gobernador de Texas en silla de ruedas intentó aprobar también una propuesta para subir las matrículas a estudiantes indocumentados en las universidades públicas y respalda leyes de identificación electoral, que según las organizaciones proderechos civiles quieren limitar el acceso a las urnas de las minoría.
Así, ha tenido como bandera política su férrea oposición a la población indocumentada, reforzada también por sus repetidos intentos de proteger más la frontera sur con México, al igual que el presidente, el también republicano Donald Trump.
Según llegó a afirmar el propio Abbott durante la campaña electoral de 2014, los problemas de seguridad en la frontera han derivado en tráfico de drogas y personas, asesinatos y corrupción, que recuerdan “a prácticas propias del Tercer Mundo”
Además de su fuerte postura “antiinmigración”, el derecho a portar armas, la protección de la niñez, la obligación de tener un seguro médico y la oposición al “Obamacare” son otros componentes que configuran su mirada política.
De hecho, en su etapa como fiscal general del estado -de 2003 a 2014- llegó a definir su trabajo con una irónica y realista frase: “Voy a la oficina, demando a (Barack) Obama y me voy a casa”.
Esa afirmación tiene razón de ser, dado que el republicano demandó al expresidente en más de treinta ocasiones, la mayoría relacionadas con la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, popularmente conocida como “Obamacare”.
La tenacidad es una de las capacidades que la gente más cercana al gobernador cita cuando se refiere a un hombre que decidió no bajar los brazos cuando se quedó parapléjico tras un accidente cuando tenía 26 años.
El 14 de julio de 1984, un enorme roble se quebró y cayó sobre Abbott mientras trotaba en Houston, un percance que le aplastó la espalda, dañando sus riñones, y le obligó a utilizar para siempre una silla de ruedas.
Amigos y familiares de la pareja han señalado que su entonces novia y ahora esposa, Cecilia Abbott, fue crucial para la recuperación de su marido y le insufló la fe católica, a la que Abbott se convirtió después del accidente.
Paradójicamente a lo que las afinidades políticas de Greg Abbott puedan hacer pensar, Cecilia, nieta de inmigrantes mexicanos, se convirtió en 2015 en la primera dama de origen hispano de Texas.
Antes de que firmara el controversial proyecto de ley SB4, Abbott obtuvo en 2014 gran apoyo entre los votantes hispanos durante su carrera hacia la silla del gobernador, gracias en parte a un anuncio televisivo con su suegra latina, que dijo en español que el ahora mandatario “es alguien en quien usted puede confiar”.
Logró conseguir ese año el 44 % del voto hispano, algo que no había alcanzado un candidato republicano a la gobernación de Texas desde 1998.
Sin embargo, después de su confrontación con líderes de la comunidad hispana como la alguacil del condado de Travis, Sally Hernández, el congresista Rafael Anchía o el jefe de policía de Houston, Art Acevedo, el apoyo latino a su reelección, en 2018, se presenta complicado.
Hasta ahora, los demócratas texanos no han presentado un candidato que pueda plantar cara a Abbott, pero en un estado con la segunda población hispana más grande del país -11 millones- y dentro de un clima muy contrario a este amplio segmento de los habitantes de Texas, la gobernación podría dar un giro y devolver el azul a este estado sureño.