Vulnerable y tenaz, el personaje de “Bloodline” de Joe Jiménez
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Denver (CO) — La novela juvenil “Bloodline”, de Joe Jiménez, se enfoca en el conflicto de un joven asustado por su propia fuerza.
Abraham tiene diecisiete años y su vida es la típica de un estudiante de secundaria; recién ha comenzado a conducir, hay una chica que le gusta, ¡pero lo han suspendido varias veces por peleas!
El chico se ha metido en tantos problemas que comienza a preguntarse si la genética lo ha predispuesto para una vida de violencia o si es posible aprender a ser un hombre de bien aun sin tener un padre de modelo.
Su abuela crió a Abraham tras la ausencia de sus padres con la ayuda de su compañera Becky, pero al repetirse las peleas y los problemas en la escuela, es evidente que el chico necesita un padre.
En la escuela le han dado una última oportunidad, por lo cual la abuela, reconociendo sus limitaciones, pide ayuda al tío Claudio.
Para avivar más la trama, el tío Claudio es persona non grata en la casa, ya que la última vez que fue, el día después de Navidad, tiró la comida contra la pared, pateó la tele y le gritó barbaridades a la abuela.
¿Cómo va a servirle de modelo a un chico que precisamente tiene problemas para controlar sus emociones?
También está Ophelia, la chica que le gusta a Abraham, quien le pide que deje de pelear porque indudablemente va a acabar mal.
“No es tan sencillo, quiere responderle”, pero no lo hace.
A lo largo de esta novela, la primera de Jiménez, que se ha destacado como poeta, veremos al personaje buscar y hallar respuestas a sus interrogantes y alcanzar el valor que necesita para canalizar su fuerza y emociones.
Jiménez creció en un pueblito de Texas, hijo de inmigrantes mexicanos. Cursó estudios universitarios en Pomona College en California y regresó a Texas para enseñar secundaria en San Antonio.
Su experiencia diaria trabajando con adolescentes se evidencia en la profundidad del personaje y los conflictos que enfrenta.
El autor alcanzó atención nacional con su poema “Smutgrass”, escrito en respuesta a la masacre en el club gay Pulse de Orlando el año pasado.
Su sensibilidad poética le aporta un elemento visual y musical a la prosa de “Bloodline” sin que resulte artificial en un relato juvenil.
El hecho de estar escrita en segunda persona permite al lector ver los sucesos de la trama tal y como se le presentan a Abraham, creando empatía por el personaje aun sin la identificación fácil de la primera persona.
La estrategia funciona muy bien, incluso en párrafos de trasfondo, como el siguiente.
“Hace un año, tu abuela colgó la imagen de San Miguel sobre el agujero oscuro de la pared que dejó el puñetazo que le diste una tarde en la que todo parecía pequeño y oscuro, injusto y malvado”.
Otro aspecto interesante de la novela es la inclusión de estudios de genética dentro del marco escolar.
“¿Es posible realmente que los genes de nuestro cuerpo nos instruyan a ser malos? ¿A hacer cosas malas?”, les pregunta a sus estudiantes la maestra de biología.
Aunque a veces duda, Abraham quiere probar que él es diferente y se propone imponerse a la genética y las estadísticas que aparentan estar en su contra.
Jiménez logra describir el pensamiento del personaje, revelándonos sus deseos, sentimientos y aspiraciones, en contraste con sus palabras escuetas, más típicas de un adolescente.
El personaje se pregunta por qué es tan difícil expresarse, encontrar las palabras precisas para el torbellino de emociones en su interior.
Curiosamente, mientras más control empieza a ejercer sobre su cuerpo, mejor puede controlar sus emociones y darles voz.
La brevedad de la novela se debe más a la voz poética del autor y su poder de concisión que al deseo de simplificar la difícil tarea de crecer.
La novela ha recibido el reconocimiento de la crítica y recientemente obtuvo el premio 2017 de la Asociación Nacional de Estudios Chicanos en la categoría de ficción juvenil.