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A Trump, ni sus antepasados alemanes lo quieren

Este no es, a primera vista, un lugar muy afín a Trump. Kallstad, un pueblo ordenado en la zona de viñedos de Alemania, es hogar de gente modesta, con casas modestas y una actitud abierta y acogedora hacia los forasteros; inmigrantes, turistas y amantes del vino por igual.

Kallstad es también el hogar de algunas personas que poseen una relación ancestral con Donald Trump, quien puede trazar sus raíces hasta una familia local alguna vez conocida como los Drumpf. Es precisamente esa conexión la que, por estos días, está poniendo un tanto incómoda a la gente de este lugar.

“Al principio, solíamos reírnos cuando veíamos a Trump como precandidato a presidente, pero ya no es gracioso”, afirmó Bernd Weisenborn, un viticultor de 54 años de edad, cuyo impecable viñedo se encuentra justo enfrente de la casa donde el abuelo de Trump, Friedrich, creció. “De hecho, se está volviendo un tanto embarazoso; las cosas que Trump ha dicho están fuera de lugar”.

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Weisenborn, un hombre agradable y de fuertes carcajadas, señala que él es primo lejano del precandidato republicano que lleva la delantera en la carrera presidencial; su bisabuelo era hermano de la abuela de Trump. Según su propia descripción, los residentes de Kallstad tienen generalmente la mente abierta, son tolerantes y acogedores, y para muchos de ellos las declaraciones políticas y los vulgares estallidos de Trump son difíciles de digerir.

“Estamos divididos al respecto”, dice. “Por un lado, es genial ver a alguien con raíces en Kallstad convertirse en un gran magnate de negocios en los EE.UU. Es el sueño americano. Pero, por otra parte, es difícil estar orgulloso de alguien que hace semejantes comentarios contra los musulmanes, los inmigrantes y las mujeres”.

Weisenborn asegura que muchas personas de Kallstad, decenas de las cuales afirman tener vínculos familiares con Trump, se sienten desconcertadas y horrorizadas de que un nieto de inmigrantes pueda ser tan virulentamente antiinmigrante. “Todos los presidentes que los EE.UU. han elegido descienden de inmigrantes”, afirmó.

Los germanoamericanos fueron alguna vez la minoría más importante –y, en cierta medida, la más influyente- de los EE.UU. Hoy en día hay cerca de 50 millones de estadounidenses con raíces alemanas.

Según una biografía de Donald Trump y otros informes publicados, la familia Trump era originalmente conocida con el apellido Drumpf, pero lo modificaron en algún momento –hay diferentes versiones respecto de cuándo ocurrió ello-. El abuelo paterno de Trump, Friedrich, dejó Kallstad y se trasladó a los EE.UU. en 1885, a los 16 años de edad, junto con millones de alemanes que navegaron el Atlántico en busca de una mejor fortuna en el Nuevo Mundo.

Friedrich regresó a Kallstad en 1901 y un año después se casó con una chica local, Elizabeth Christ, quien vivía frente a su casa paterna, una modesta pero robusta construcción que aún sigue en pie.

Tal como informa “Donald Trump: The Candidate” (Donald Trump: el candidato), una biografía escrita por Gwenda Blair, Friedrich y Elizabeth se mudaron a los EE.UU. nuevamente y luego a Kallstad. Pero su regreso a Alemania fue breve: Friedrich fue expulsado por eludir el servicio militar obligatorio de ese país, y la pareja partió hacia Nueva York para quedarse. El padre de Donald, Fred, nació poco después.

Donald Trump, quien nunca ha visitado Kallstad, nació en 1946. En su autobiografía, “The Art of the Deal” (El arte del trato), escribió que su familia paterna proviene de Suecia; aparentemente, eso fue lo que Fred Trump contó. No era raro que los estadounidenses de origen alemán ocultaran sus raíces en respuesta a un sentimiento antialemán que existía durante la Primera Guerra Mundial.

Pero en un documental de 2014 llamado “Kings of Kallstad” (Los reyes de Kallstad), acerca de Trump y de John Henry Heinz, cuyo hijo inició un imperio de la salsa ketchup en los EE.UU., Trump afirma que se siente orgulloso de sus raíces alemanas. “Son gente fuerte e inteligente”, le dice Trump a Simone Wendler, nativa de Kallstad, en su película. “La gente madura bien en Kallstad. Saben hacer las cosas. Así es la cultura alemana. Estoy orgulloso de tener sangre alemana. Es genial”.

Wendler comentó que Trump le resultó amigable y sorprendentemente interesado en sus raíces alemanas, pero reconoce que su imagen ha sufrido un duro golpe en Kallstad. “La gente allí lo ve como alguien demasiado ruidoso y agresivo”, detalló. Seguramente no ayuda, en esa ciudad dedicada al vino, que Trump sea un reconocido abstemio.

Ya no hay Trump restantes en Kallstad, aunque sí existen al menos seis lápidas de ellos en el pequeño cementerio ubicado al norte de la ciudad. El lugar es un centro turístico de bajo perfil, unas 25 millas al este de la base aérea de EE.UU. en Ramstein. Hay pequeños hoteles en cada calle, junto con bares especializados en vinos que sirven el seco varietal local, el Riesling.

En un país con una profunda aversión a la construcción de muros (que recuerdan al que dividió el país durante la Guerra Fría) o a las declaraciones agresivas hacia otros países (que evocan el pasado nazi), muchos ciudadanos expresan ansiedad cuando se los consulta por la campaña de Trump.

“Trump es espantoso”, afirmó Tanja Bayer, una empleada de oficina de 46 años de edad. “Es difícil creer que tantos estadounidenses lo están votando. Al comienzo, pensamos que se trataba de una buena broma. Pero es increíble lo lejos que ha llegado con esto”.

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