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El espíritu navideño de F. Ruth Moore se extiende por todo el sur de Los Ángeles

“Esta es su fiesta”, dice la voluntaria Maude Johnson, en el centro, a los estudiantes que saluda en la 50va Fiesta Anual de Navidad de Ruth Moore.

“Esta es su fiesta”, dice la voluntaria Maude Johnson, en el centro, a los estudiantes que saluda en la 50va Fiesta Anual de Navidad de Ruth Moore.

(Liz O. Baylen / Los Angeles Times)

Imagínate hacer un compromiso para hacer algo grande y después hacerlo todos los años durante décadas sin fallar. Cada año, incluyendo los difíciles.

En 1965, F. Ruth Moore echó un vistazo a alrededor del sur de Los Angeles y vio una comunidad desgarrada por la pobreza, el desempleo y la desesperación.

Fue justo después de los disturbios Watts, en medio de una epidemia de drogas. Vio a vecinos ancianos criando a los hijos de sus hijos, ya que los suyos, habian caído en el caos de las drogas.

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Ningún niño, creía Moore, debería quedarse sin festejar la Navidad, sin importar las circunstancias en sus hogares.

Decidió realizar una fiesta anual para los niños más necesitados del sur de Los Angeles y hacer que todos sus conocidos ayudaran.

Ahora piensa en los años pasando por un calendario, como lo hacen en las películas viejas.

Esta semana, cerca de 800 niños de cuatro escuelas primarias locales asistieron a la 50va Fiesta Anual de Navidad de F. Ruth Moore.

Recibieron saludos mientras llegaron al auditorio de la Escuela Secundaria Fremont en Florencia. Se dirigieron a las bolsas de almuerzo colocadas sobre sus asientos.

Aplaudieron y vitorearon para los cantantes y bailarines y Mayseo el Mago. Gritaron al ver a Santa Claus y se fueron con las medias de Navidad y los juguetes que tanto llamaron su atención haciéndolos caminar en zigzag y chocando entre sí.

Bebés de juguete, osos de peluche, camiones de bomberos de color rojo brillante – toda la abundancia de juguetes se debe en gran parte a Moore, aun cuando ella murió en 1994.

Sufrió un ataque cardiaco a los 63 años de edad. No había hecho un plan para la supervivencia de la fiesta.

No importa. Aquellas personas que la conocían sabían exactamente lo que a ella le gustaría que hicieran. Dicen que tratan de vivir a su ejemplo.

Lo que todo el mundo sí recuerda acerca de Moore es lo que le decía a las personas cuando los conocía: “Dame tres minutos de tu tiempo y te acompañaré por el resto de tu vida”.

Lo decía en serio, dijeron. La prueba está en la fiesta.

Te pedía que ayudaras y lo hacías. No era una mujer a la que le podías decir que no.

Cabe señalar que esta fiesta no es una de esas veladas libre de esfuerzo con organizadores de eventos, donaciones corporativas grandes, comida preparada y un Santa alquilado por horas.

Ahora y siempre esta fiesta ha sido muy popular y participativa: Súbete tus mangas, pídele juguetes a tus amigos, conduce el camión, desparrama mayonesa sobre el pan para los sándwiches.

Ese primer año, los amigos se reunieron para llenar las medias de Navidad en el patio trasero de la casa de Moore en el East 82nd Street en Florence.

Al año siguiente más personas llegaron, apiñándose en su cocina para hacer sándwiches.

Y siguieron llegando, año tras año. Algunos de los voluntarios de hoy nacieron haciendo esto.

“Si la conocías y le decías hola, te tenía para siempre”, dijo Alice McLaughlin-Breaux, de 64 años de edad, durante la fiesta de este año celebrada el lunes. “He estado haciendo esto durante 40 años, desde que mis hijos tenías 2 y 4 años”.

Al lado de McLaughlin-Breaux se encontraba su hijo, Al, de 42 y su hija, Alice, de 44, quien ahora vive en Denver.

El hermano y la hermana dijeron que los habían puesto a trabajar en la cocina de Moore desde pequeños, aprendiendo a contar al contar las bolsas de almuerzo.

“Empezamos contando bolsas, y luego subí a hacer sándwiches, y me quedé ahí hasta que me convertí en una adulta y recibí un delantal para la etapa. ¡Me tomó 40 años para conseguir un delantal!”

“Ya casi es una adulta”, dijo su madre, riendo, también usando uno de los codiciados delantales rojos con el nombre de la fiesta bordado en letra cursiva de color blanco.

En cuanto a Al, cambió de contar a las medias de Navidad y la seguridad. En algún lugar del camino también se encontró reclutado para hacer el papel Santa.

Fue parte porque era lo suficientemente alto para ajustarse al traje -- primero usado por Wayne, el hijo de Moore. Pero Al McLaughlin no tiene el ancho de Santa.

El lunes, en la parte trasera de uno de los camiones alquilados para la fiesta, soportó la tortura anual de colocarse los Spanx y dejar que su madre y hermana los rellenaran con almohadas.

Gritó. Jadeó para tomar aliento. Gimió. Pero a todo lo que le decía su madre, respondió, “Sí, señora”. Después de todo, al igual que los hijos de Moore, fue bien educado.

Michelle Moore Sanders tenía 13 años cuando a su madre se le ocurrió la idea de la fiesta de Navidad, pero fue parte de una continuidad, dijo.

Moore, madre de cuatro, trabajó como la coordinadora comunitaria en el Centro de Capacitación Watts para la formación profesional, el cual encajaba con la manera en que vivió.

Siempre estaba, dijo Sanders: “enviando platos por la calle”, alimentando a sus vecinos mayores y a sus vecinos en problemas y a cualquier otra persona de cuya necesidad se daba cuenta. Estaba ayudando a vecinos en el día en que murió.

Los amigos recuerdan cómo alimentada a todo el mundo: montones de pollo frito, ollas grandes de espagueti y gumbo.

“Esta era nuestra vida. Esto fue la forma en cómo crecimos, ayudando a los demás”, dijo Sanders. “No recuerdo un domingo o un día festivo en que nuestra casa no estuviera llena de personas”.

El hijo de Sanders -- quien eligió una vida de servicio como bombero del Condado de Los Angeles — dijo que Mimi solía volver loco a su abuelo, siempre interrumpiendo los planes para ayudar a un extraño. Aun así, su Pop Pop era dedicado, dijo Emmit Sanders, ahora de 43 años. Willie Prince Moore, quien trabajó la mayor parte de su carrera como operario para la Ford Motor Co., permaneció a lado de su esposa, apoyando cada una de sus decisiones.

Michelle Sanders, quien tiene 63 años y trabaja en mantenimiento de registro e información financiera política, dijo que esperaba que su hijo y su generación un día continuaran con la fiesta.

Sabe que es mucho pedir — especialmente la recaudación de fondos. Para la fiesta número 50, tenía grandes sueños: 5,000 niños en el Auditorio Shrine.

Pero las personas están estresadas y el dinero escasea. Las donaciones para la Organización de Servicio de Voluntarios de F. Ruth Moore fueron escasas este año.

Hicieron todo lo posible, como siempre. “Siempre ha sido un esfuerzo muy personal”, dijo Sanders.

En la primera fiesta hace 50 años, casi todos los niños eran negros. Ahora la mayoría son latinos.

Tantas cosas han cambiado, dijo Sanders. Y tantas otras no. No ha cambiado la alegría en los rostros de los niños. No ha cambiado la necesidad.

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