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Adiós y hasta nunca al examen de salida de las preparatorias en California

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El examen de salida de las preparatorias de California ha muerto. La corta vida sin propósito del examen comenzó en el 2001 cuando se administró por primera vez a estudiantes voluntarios del noveno grado. Pero todo terminó la semana pasada cuando el gobernador Jerry Brown firmó una ley que no solamente suspendió el examen sino también anuló los resultados para todo aquel que hubiese terminado la preparatoria pero que no logró aprobarlo.

El examen una vez aclamado como una significante forma de incrementar los estándares académicos, dejó el mundo sin dejar rastro, se borró como la errante mancha de un lápiz No. 2.

El examen que estaba destinado a ir a la tumba se traduce en un siglo de iniciativas de educación olvidadas y abandonadas con las cuales los políticos buscaban los titulares prometiendo hacer grandiosas de nuevo a nuestras escuelas (¿Se acuerdan de las clases reducidas?, ¿Recuerdan, como cada niño en Los Ángeles se suponía iba a tener un iPad?), le sobreviven un montón de ideas ‘zombies’ que se resisten a morir a pesar de la abrumadora evidencia de que deberían. (¿Podemos olvidarnos de utilizar las pruebas estandarizadas para evaluar a los maestros?).

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Admito no haber llorado la muerte de la prueba, pero no puedo evitar sentirme enojado por la forma en que terminó.

No es la entrega de diplomas a estudiantes que no pueden resolver problemas de matemáticas de octavo grado lo que me molesta, es lo que el examen y su desaparición representa.

No voy a llorar porque, para comenzar, era un examen inútil. Todos esos países que barren con nosotros en los exámenes internacionales tienen un examen para finalizar la preparatoria muy riguroso. Aquí en California, nosotros ignoramos la parte de “rigor”, alineando nuestro examen con los niveles de octavo y décimo grado en matemáticas e inglés.

Estudiantes que no aprobaron en el primer intento en décimo grado, podían tomar el examen seis veces más en preparatoria, de esta forma en años recientes el índice de aprobación para todos los estudiantes ‘seniors’ o de último año alcanzaba el 95%.

En esta tierra de oportunidades, los estudiantes que cumplían con todos los requisitos de graduación podían seguir tomando los exámenes años después de salir de preparatoria. Incluso los veinteañeros tenían otra oportunidad en las matemáticas que se espera comprendan estudiantes de 13 años. Pero para algunos estudiantes, las segundas oportunidades infinitas no fueron suficientes.

Sólo era lo justo, argumentaron los autores de la ley que acabó con el examen, sobre dar diplomas a los más de 30,000 ex estudiantes que solamente necesitaban aprobar el examen.

Pues bien, lo justo es justo. Entonces denles los diplomas, denles también trofeos. ¿También deberíamos dar diplomas a los que abandonaron la escuela porque se imaginaron que no tenían ninguna oportunidad de pasar el examen? Después de todo, esto es América.

Pero no es el hecho de que se otorguen diplomas a los estudiantes que no pueden resolver problemas de matemáticas de octavo grado lo que me molesta, es lo que el examen y su desaparición representa.

Cualquier maestro que ha pasado algunos años en el salón de clases, ha visto como se han promovido costosas iniciativas educativas y después se han dejado caer cuando no han logrado los resultados prometidos. Todos hemos estado en auditorios llenos donde consultores muy caros reempacan el sentido común sobre el éxito del estudiantes y lo presentan como una audaz y nueva visión.

Una herramienta clave para los maestros es aprender a asentir con la cabeza amablemente y decir que idea tan genial es esa, para después regresar al salón de clases y hacer lo mejor que podamos para nuestros estudiantes.

Pero el examen de egreso era difícil de ignorar. Todos los años mis colegas que enseñan décimo grado tuvieron que reajustar sus lecciones para adaptarse a ese ridículo examen. En la escuela de mi hija, los estudiantes de noveno grado se supone que debían asistir a realizar un examen de práctica mientras los estudiantes de segundo año de preparatoria eran quienes realmente lo hacían. Después de años de insistir en que lo importante en la escuela es el aprendizaje y no las calificaciones y los resultados de los exámenes, le dije a mi hija que esas mañanas podía quedarse en casa.

El examen de egreso informaba sobre nuestro currículo y posiciones escolares. Ahora se ha ido. Pero eso no es el final de la historia. Los administrativos estatales de educación ahora están considerando crear un nuevo examen de egreso que se alinea con los estándares comunes (Common Core). Si siguen adelante quisiera sugerir un par de preguntas para el examen de egreso 2.0:

1.- ¿Por qué alguien debería tomar en serio este examen, después de que el estado retroactivamente les dio el pase en el último?

  1. ¿Quién se benefició de los millones que el estado gastó para comprar y administrar el viejo examen?

La pregunta 1 es retórica. La pregunta 2 tiene una solución obviamente dolorosa, pero sólo en caso de que a tu estudiante de preparatoria le hayan estado enseñando preparación para el examen en vez de pensamiento lógico, la respuesta es a la compañía que hacia los exámenes.

Para llevarse el crédito completo, el que toma el examen también debería notar que en la historia, casi cada reforma a la educación se comenzó o terminó como una forma de transferir fondos destinados a la educación pública a los bolsillos de empresas y consultores.

No puedo cambiar las respuestas, pero espero que nuestros estimados líderes de educación

comprendan por qué los humildes maestros no estamos entusiasmados con la siguiente gran cosa que esta vez realmente hará una diferencia.

Y como el estado es tan bueno para tirar dinero, podría al menos comprarnos mascarillas para ponernos cuando tengamos que decirles a nuestros estudiantes que en la próxima primavera se esfuercen más porque presentarán el nuevo y mejorado examen, ya que esto es realmente importante, niños.

Michael Mahoney es un maestro de preparatoria en la clase de Inglés y periodismo, es un maestro que vive en Sacramento.

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Traducción Diana Cervantes

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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