Lejos de sus madres y del sueño americano
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Mientras algunos piensan en que obsequio regalarle a sus madres este día, o a donde llevarlas a comer, otros darían lo que fuera por hablar con ella. Tal es el caso de algunos migrantes, que se encuentran en Mexicali, Baja California, luego de ser deportados de Estados Unidos.
Daniel Romero, de 29 años, es originario de Honduras. Cuenta sobre lo difícil que fue la decisión de abandonar su país, su hogar, siempre rodeado de la violencia de las pandillas. Pero tal vez lo más difícil, fue dejar abuela, a quien siempre ha visto como su madre.
Daniel, es uno de los 60 hombres que llegan a diario al Albergue Hijo Pródigo, ubicado en esa ciudad fronteriza.
“Tenía mi trabajo, a mi novia, y mis dos hijos. No nos faltaba que comer. De pronto las cosas empezaron a cambiar, me amenazaron de muerte, a mí y a mi novia, por lo que tuve que dejar mi hogar, llamé a mi abuela para encargarle a mis hijos, y a mi novia, le dije que debía salir del país para poderles dar una mejor vida. Me preguntó que si valía la pena, y yo le dije que sí. Fue difícil, pero pues ya estoy aquí”.
“Me dijeron que podía solicitar asilo, pero que es muy difícil que me lo den. Por mientras, prefiero buscar un modo de trabajar para poder sostenerme, y traerme a mi familia más adelante”.
Casi un niño
El caso de Deni Nolasco, migrante hondureño de tan solo 18 años, es similar. Comenta que decidió aventurarse para encontrarse con su abuelo en Los Ángeles, dejando a su madre y a sus tres hermanos en Honduras, siempre en busca de un futuro mejor.
“Me vine solo, porque quería algo mejor para mí, yo vivía bien con mi madre y mis hermanos, pero es difícil porque nunca había salido de mi país, traté de cuidarme en el camino de los bandidos, pase hambres, pero ya llegué aquí, hablé con mi abuelo, y espero que pueda arreglar los papeles para que yo pueda estar con él”.
También de México
En los albergues de Mexicali, no solo viven personas de Centroamérica, también habitan gente de zonas desprotegidas de México, donde la marginación y la pobreza permanecen. Como el caso de Janeth y su esposo.
“Nos venimos yo, mi niña y mi esposo. Alcanzamos a juntar para el pasaje, un pollero nos pedía $3500 dlls. Luego que se los dimos, nos trajeron en bus hasta Mexicali, e intentamos cruzar por un canal. Estuve llamando a una hermana que tengo, que lleva unos años viviendo allá, y fue ella quien reclamó a mi niña, una vez que cruzamos el cerco, pero como nos dividieron en dos grupos, mi niña se quedó con una que iba conmigo en el viaje, y después mi hermana logró llevársela con con ella. No fue fácil entregársela, pero sabía que era lo mejor.”
Asegura que ella, y su marido han buscado trabajos temporales, mientras continúan en el albergue desde hace un mes.
“Pues he buscado, trabajando limpiando casas, mi esposo pintando, o haciendo cosas de albañil, ojalá Dios quiera, y poco a poco, podamos salir adelante.”
Así mismo señala, lo complicado que ha sido estar lejos de su niña, más cuando todos están festejando a sus madres.
“Es difícil, me tengo que acostumbrar, aunque trato de hablar seguido con mi hermana, no es lo mismo. Yo sé que mi niña me necesita, pero pues mientras tango que buscar la manera de hacer una vida, antes buscar cruzar de nuevo, con papeles, si es que se puede”.
Una madre contra la bestia.
Tras ser amenazada de muerte, al sufrir por su hermana que fue violada por un pandillero, Keinly Milla, de 23 años, aprovechó que su tío, un hombre 37 años, quien se había quedado sin vivienda una vez que fue incendiada por un grupo criminal, decidió abandonar su tierra, para lanzarse sobre “la Bestia”, el tren de carga que los llevaría hasta San Luis Río Colorado, Sonora (70 km al este de Mexicali, para luego intentar cruzar a pie por el desierto.
Yo tenía mucho miedo, así que decidí irme con mi tío, pensé que así sería más seguro, y así fue, aunque sí intentaron robarnos en el camino. Mi tío sigue aquí conmigo, en el albergue, nos devolvieron a los dos hace cinco días y pues aquí estamos, a ver si logramos obtener el asilo”.
“Yo sinceramente, tengo mucho miedo, pero a la vez siento un alivio de estar aquí, aunque no sé cómo le voy a hacer para salir adelante, mientras tanto me toca esperar mi cita para ir a la corte, y a ver qué me dicen. He estado hablando con mi cuñada (la hermana del padre de su hijo), ella vive en California, y pues me dijo que iba a ver para ayudarme a que yo pudiera pasar de aquel lado”.
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