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Horacio Franco, artista homosexual, sigue luchando contra la discriminación a pesar de su fama

A los 11 años, Horacio Franco hizo un doble descubrimiento que le cambió la vida: que quería ser músico y que era homosexual. Desde entonces su vida ha sido cuesta arriba, siempre remontando los prejuicios y las adversidades, hasta convertirse en el más importante flautista mexicano.

Hoy, pese a la fama y los reconocimientos, sigue luchando pues revela que recientemente fue víctima de discriminación por parte de Scott Yoo, el flamante director de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.

¿Cuál es el público más difícil?

El de Israel, pero una vez que me escucharon, en 1994, hasta me dieron un premio.

¿Por qué los compositores escriben especialmente para usted?

Porque les gusta como toco sus obras.

¿Cuál es el secreto?

Creer en lo que estás haciendo.

¿De verdad es sólo cosa de creer? La selección mexicana nunca ha sido campeona...

Creer en ti es una parte, pero se requieren disciplina y método. A México no le falta talento ni pasión, le falta una metodología de trabajo.

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¿El arte no es cuestión de musas?

¡Para nada! Yo descubrí mi pasión y mi talento a los 11 años, descubrí la música. Pero hasta que puse un pie en Holanda, en la mejor escuela del mundo, entendí que sólo con pasión y talento no iba a hacer nada. Tenía que ponerme a trabajar y absorber la metodología que ahí tenían.

¿Cómo pudo descubrirlo a los 11 años? ¿Alguna vez había comprado un disco de música clásica?

Nunca. En un festival de la escuela escuché a una niña que tocaba el piano y esa fue la primera vez que escuché a Mozart. Me quedé total y perdidamente enamorado de lo que oía. En ese momento dije: “quiero ser músico”. Me volví un freak de la música clásica sin haber ido nunca a un concierto, mis papás eran muy pobres.

¿A qué se dedicaban?

Mi papá era cantinero en La Montañesa, una cantina del centro; y mi mamá trabajó de camarera y de sirvienta cuando llegó a México de Chilapa Guerrero. ¿Crees que iban a querer que sus hijos fueran artistas o músicos? Más bien querían que fueran médicos o abogados.

¿Al final terminaron aceptando todo lo que era usted?

¿Tanto músico como gay? No, gay no, nunca lo aceptaron. Pero músico, sí... al menos.

¿De qué clóset es más difícil salir? ¿El de la familia, el de la sociedad.?

Vivimos en una sociedad de castas de clóset en México. Somos una sociedad muy clasista y es muy difícil salir de ese clóset. A mí me costó mucho trabajo llegar a ser alguien porque no soy hijo “de alguien”.

Hay gente que compra su carrera.

Sí, pero yo no la compré. A mí me costó sangre, sudor y lágrimas, tuve que convencer a mis papás y después tuve que estudiar en el conservatorio un instrumento que no existía y finalmente me tuve que ir a Holanda porque nunca tuve un maestro aquí.

¿Y en el aspecto personal?

Salgo del clóset a los 11 años, que es cuando descubro mi sexualidad. Obviamente en ese entonces, 1975 o 1976, era un gran pecado, algo totalmente inaceptable, pero nunca sentí culpa.

A los 11 años se encuentra con la música y con su sexualidad. ¿No es mucho para un niño?

Nadie lo sabe, pero por esos días tuve un accidente: me caí del trolebús y me pegué en la cabeza muy fuerte y quedé inconsciente varios minutos. Afortunadamente no me pasó nada, pero por esas fechas fue cuando descubro que quiero ser músico y que soy gay. Tal vez ese golpe en la cabeza tenga algo que ver, jajaja.

¿Por qué le gusta ir contra la corriente?

No creo que sea nadar contra la corriente, sino encontrarte a ti mismo.

¿Alguna vez le ha pesado ser mexicano?

Sí, en las fronteras, en las aduanas. Los canadienses que son odiosos.

¿Más que los gringos?

He tenido peor suerte con los canadienses que con los gringos. Los canadienses fueron muy muy mezquinos. Me las hicieron ver negras, hasta perdí un avión por culpa de migración.

¿Y en algún momento lo ha beneficiado ser mexicano?

Para mí ser mexicano es circunstancial, pero es mi cultura, es mi país y es el que amo.

Pero no anda por la calle envuelto en la bandera nacional.

Nunca, soy patriota, pero no patriotero. Los valores nacionales son más que eso, más que un equipo de futbol, o una bandera, o una celebración del 16 de septiembre, que es una gran farsa. La independencia y la revolución son una gran farsa.

¿Por qué en México es más famoso Werevertumorro que Horacio Franco?

Yo respeto mucho lo que diga Werevertumorro, aunque lo he visto poco y a veces dice cosas que ni yo entiendo. En realidad toda esta vorágine de información en internet corre muy rápido por la ligereza con la que manejan las cosas. Y yo no sustento un mensaje que sea tan ligero.

¿Pero sí es un líder de opinión?

En cierto sentido sí, pero más por la defensa de los derechos humanos que me caracteriza, porque vengo de una familia pobre, porque soy gay, aunque nunca he sido discriminado. Bueno. sí lo he sido últimamente.

¿Últimamente?

Sí, por el nuevo director de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, Scott Yoo. Él me discriminó y tengo que aclararlo con él.

¿Cuándo lo discriminó?

Con esto me van a crucificar, pero no me importa: Estamos en una ciudad que supuestamente es “gay friendly” y es incongruente que un director de orquesta discrimine. Hace un par de años, un amigo le dio un disco mío a Scott Yoo y le dijo: “hay un flautista que es amigo mío y sus sensibilidades son muy afines, deberían hacer algo juntos”. Scott tomó el disco, vio mi foto y preguntó: “Is he a faggot?”, que si yo era maricón. Al saber que soy homosexual, dijo: “Ah, pues no lo quiero, no me interesa”. Me parece muy grave.

¿Lo ha visto de frente alguna vez?

No. El día que nos reunamos en la comisión de la filarmónica, se lo voy a recordar.

Dada la rigidez del gremio cultural, ¿por qué optó por una imagen tan provocadora?

Porque no estoy de acuerdo con que sea la imagen la que determine. Odio la frase de “como te ven te tratan”, odio el estereotipo de cualquier cosa, de la clase rica, de la clase trabajadora, de los campesinos, estereotipar a los indígenas, a los gays, a las lesbianas, etcétera. Para mí el estereotipo es una de las cuestiones que más daño le han hecho a este planeta.

¿Disfruta ser así, irreverente?

No lo disfruto, pero vivo mi vida tal como es y nunca le miento a nadie. Trato siempre de ser lo más honesto posible.

¿El artista debe distinguirse, llamar la atención?

No necesariamente, todo depende de cómo están tus sentidos, tus hormonas.

¿Qué melodía lleva por dentro?

Hoy traigo “Las siete palabras de Cristo”, de Haydn, que toqué el sábado. No me la puedo quitar de la cabeza porque salió muy padre, fue un concierto maravilloso.

¿Sueña música, habla música, piensa música?

Oigo todo, todo. Cuando voy a un concierto, sé lo que estoy escuchando, pero no me refiero a la melodía sino a que sé los nombres de las notas, de los acordes y, a veces, me vuelvo loco porque estoy diciendo: sol, sol, fa, re, do, sol, mi fa. Es ahí donde a veces me hace cortocircuito la cabeza.

¿Llega un momento en que ni lo disfruta?

Sobre todo cuando algo está desafinado. Hay dos cosas que me ponen los pelos de punta: la música en volumen muy alto y las bandas gruperas que tocan tan desafinado. ¡Y lo hacen a propósito!

¿Y por qué tienen tanto éxito?

Porque al mexicano no le dan otra cosa. Les dicen que eso es lo único que hay, les crean contextos que les conmueven y les gustan, y se vuelven insensiblemente sensibles.

¿Ser músico seduce o enamora?

Seduces a la gente que no llega a las profundidades de la música. A quien sí sabe, la enamoras.

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