Tres décadas después del desastre nuclear, salen a relucir más secretos de Chernobyl
Sentado en un jeep y aferrado a un contador Geiger, el teniente coronel Viktor Chershnev lideraba un convoy de 30 camiones militares a través del centro de Kiev.
El dispositivo de medición sonaba fuerte esa noche hace 33 años, no por el cargamento del convoy (30 misiles antiaéreos, tres de ellos con ojivas nucleares), sino por dónde y cuándo habÃa comenzado la caravana después de la medianoche: en la base de misiles de defensa aérea de Chernobyl, sólo tres dÃas después de la explosión de un reactor en la central nuclear adyacente, que habÃa enviado tanta radioactividad al aire como para envenenar a gran parte de Europa del Este.
Chershnev sabÃa que los misiles, los camiones y su personal estaban muy contaminados, y que no debÃan haber recibido el mandato de conducir a través de una ciudad de más de dos millones de personas. Pero no habÃa una carretera de circunvalación en ese momento, y los pedidos eran órdenes. Lo que Chershnev no sabÃa en las primeras horas de la mañana del 30 de abril de 1986 era que una nube radiactiva ya los habÃa alcanzado y habÃa cubierto la ciudad en vÃsperas de sus festividades anuales del Primero de Mayo.
La reacción a la reciente miniserie “Chernobylâ€, de HBO, ha sido casi tan grande como la tragedia inicial y provocado una lÃnea diaria de autobuses llenos de turistas extranjeros en la puerta de la Zona de Exclusión de Chernobyl, que se extiende por 20 millas alrededor de la planta. Pero Chernobyl aún tiene secretos, más de tres décadas después, incluida la historia de Chershnev y sus acusaciones, una saga de disfunciones y desprecio por la vida humana que expone las condiciones de los últimos años de la Unión Soviética (URSS).
Cuando sonaba la alerta roja, Chershnev, por entonces comandante adjunto e ingeniero jefe de la Brigada de Defensa Aérea de Kiev, era responsable de la preparación del armamento y el equipo en la base del batallón antiaéreo de Chernobyl en un enorme bunker en el lugar, con puertas metálicas oxidadas de 10 pulgadas de espesor.
En estos dÃas, el sitio también cuenta con un carro de remolque de misiles de 10 yardas de largo, semienterrado en musgo; las antiguas paredes de un segundo búnker más pequeño rodeado de densos pinos y el enorme esqueleto de un cuartel donde faltan tablas del suelo, los muros están en ruinas y se ve un mural de un soldado soviético que invita alegremente a los compañeros a defender la patria.
Setenta oficiales y hombres -mal informados, desprotegidos y expuestos a radiaciones mortales- fueron alojados en el lugar junto con los misiles, en 1986, bajo la orden de proteger arduamente y salvar las armas y estructuras, en lugar de a sà mismos.
El sitio incluÃa la planta nuclear y la estación de radar de alerta temprana sobre el horizonte de Chernobyl, una instalación de 500 metros de largo y 150 metros de altura, diseñada para detectar misiles estratégicos lanzados desde Estados Unidos. La estructura -ahora herrumbrosa- aún se eleva sobre el área y es una importante atracción turÃstica, un monumento aterrador de la Guerra FrÃa que incluso los merodeadores normalmente intrépidos del complejo no han intentado cortar en pedazos para vender como chatarra fuera de la zona, un negocio de rutina en el lugar.
Después de la explosión de 1986, cuando el gobierno evacuó a más de 50.000 residentes de la ciudad de Pripyat, incluidas las familias de los trabajadores de las centrales nucleares y más de 75.000 habitantes de aldeas cercanas, los hombres de la unidad de defensa aérea de Chernobyl debieron permanecer allà hasta recibir nuevas órdenes.
“Tres dÃas después de la explosión, el 29 de abril, llegué a la base con 30 camiones pesados y cargamos en ellos 30 misiles desde los hangares de almacenamientoâ€, recuerda Chershnev, quien dirigió la evacuación. “Veintisiete de ellos eran convencionales, pero los otros tres eran cohetes tácticos con ojivas nucleares. TenÃamos que llevarlos a una instalación en las afueras de Boryspil, cerca de Kiev. “Después de eso, se nos ordenó regresar y rescatar el equipo restante, que podrÃa ser desmanteladoâ€.
Los hombres viajaron, sin equipo de protección, durante 14 horas a velocidades inferiores a 20 mph, ya que la radiación de la explosión se filtraba en el aire.
Chershnev admite que conocÃa los peligros, pero era un oficial de carrera y no podÃa desobedecer las órdenes.
Llegaron a Kiev, a unas 100 millas de la planta de Chernobyl, en medio de la noche; recorrieron la ciudad y cruzaron el puente de Paton durante 20 millas adicionales, hasta Boryspil, sin alertar a nadie ni tomar precauciones de seguridad.
“Cuando llegamos a la base designada cerca de Boryspil, descargamos los cohetes y todo lo que obtuvimos como medicina preventiva fueron dos botellas de vino tinto para cada oficial; a los conductores no les dieron nadaâ€, comentó. “Los cohetes venÃan primero, los hombres después, como siempre. Las ojivas nucleares fueron desmanteladas inmediatamente y llevadas a otro lugar por parte de un equipo especialâ€.
Chershnev y sus hombres rápidamente regresaron a Chernobyl para recoger seis lanzadores de cohetes, partes de la estación de guÃa de comando y otros equipos que el personal de la base restante habÃa desmontado. En total, hicieron tres viajes de ida y vuelta para llevarse la mayor parte del equipamiento de la instalación antes de ser evacuados, aunque muchos se quedaron en la base contaminada entre dos y cuatro semanas más como vigilancia, narró Chershnev.
“Debido a la catástrofe de Chernobyl, las defensas estratégicas de la Unión Soviética sufrieron un duro golpe; quedaron a ciegas en el flanco oeste con el cierre de la estación de alerta temprana de Chernobyl debido a la falta de electricidad y protección aéreaâ€, dijo un antiguo camarada de Chershnev, el teniente general retirado Igor Romanenko, ex jefe adjunto del estado mayor ucraniano.
“La instalación de defensa estratégica era uno de los dos puntos clave de la protección antimisiles de la Unión Soviéticaâ€, relató. “El otro estaba en el lejano oriente, por lo cual todos los estados centrales, meridionales y occidentales de la URSS quedaron expuestos a los ataques misilÃsticosâ€.
Se trató de un secreto muy bien guardado en ese momento, remarcó.
El sistema de cohetes instalado en Chernobyl era el S75-4M, una versión modernizada del que derribó el avión espÃa U-2 del piloto estadounidense Francis Gary Powers en 1960, contó Romanenko. “Su modificación táctica de la ojiva nuclear está destinada a destruir un grupo de aeronaves y cohetes o un bombardero pesadoâ€, precisó.
Romanenko, quien en 1988 asumió el mando de la Brigada de Defensa Aérea de Kiev, también confirmó que el batallón que evacuó Chernobyl tenÃa misiles de punta nuclear en su arsenal. “DebÃan usarse sólo en caso de un claro peligro de ataqueâ€, afirmó en una entrevista. “Funcionaba asÃ: la decisión debÃa tomarse en Moscú. Moscú me enviarÃa, como comandante de brigada, un mensaje codificado para colocar los misiles con ojiva nuclear en una posición de combate. Luego se suponÃa que recibirÃa otro texto codificado, autorizando el lanzamiento. Y sólo entonces yo emitirÃa la orden a los comandantes de mis batallones de presionar el botónâ€.
A su lado en la sala de control, antes de un lanzamiento de este tipo, se necesitarÃa un oficial de tareas especiales enviado por Moscú, cuyo trabajo era garantizar que el comandante obedeciera las órdenes. Ese hombre siempre estaba armado. “Si yo ignoraba la orden o me negaba a cumplirla, el oficial tenÃa instrucciones de matarme en el actoâ€, recordó Romanenko con una sonrisa.
En Boryspil, Cherschnev y sus tropas pasaron dÃas y noches frotando sus equipos radioactivos y camiones con polvos especiales. “Mis hombres lavaron las... cosas con los cepillos más duros hasta que se cayeron de la fatiga, con ampollas sangrantes en las manos, pero nada ayudabaâ€, relató Chershnev. “SeguÃamos midiendo la radiación y era la misma, todavÃa altaâ€.
Luego, Moscú ordenó que los camiones de regreso a Chernobyl fueran dejados en el llamado ‘cementerio’ para vehÃculos, helicópteros y otros equipos sucios. “Pero nos dijeron que mantuviéramos las partes del sistema, los cohetes y los lanzadores en la base cercana a Boryspilâ€, dijo.
Después de que concluyó lo que él llama la “operación inútilâ€, Chershnev quemó su uniforme, las botas, el sombrero y la ropa interior, detrás de los cuarteles.
Los soldados obtuvieron licencias mientras los oficiales continuaron sirviendo en varias unidades. Chershnev dijo que nunca supieron realmente a cuánta radiación habÃan estado expuestos.
Tres años más tarde, una comisión de expertos civiles y militares viajó desde Moscú para ver si los cohetes y el resto del equipo podÃan reutilizarse. Antes de la llegada del grupo, todo fue lavado nuevamente por varios dÃas, relató Romanenko.
Los expertos “midieron todo el equipo almacenado y los cohetes traÃdos de Chernobyl, y sus contadores se volvieron locosâ€, narró Romanenko. “Nos dijeron que éramos unos dementes por mantener eso en la base; nos ordenaron que nos deshiciéramos de ello lo antes posible y luego se marcharon de allà apresuradamente. ¡Pero durante tres años el equipo contaminado habÃa estado en el área de la unidad!â€.
Cuando Chershnev regresó de ese viaje, repitió el ritual de quemar su uniforme. “Nadie en el mundo sabÃa que nosotros existÃamos y por lo que pasamos. Y todo por nada. Todo fue tan estúpido e inútil; no salvamos a nadie, no limpiamos nadaâ€.
“A quienes conozco personalmente y les he seguido la pista a lo largo de estos años están muy enfermos, como yo, o ya están muertosâ€, agregó. “Mi conductor, que me acompañó en todos los convoyes, fue retirado y murió a los 28 años. El comandante de mi brigada adjunto, que también trató con equipo contaminado, murió [en 1995] de cáncer. El suboficial Petro Pozyura quedó ciego, y asà sucesivamente. Tengo una enfermedad del corazón y todos los años paso un par de semanas en el hospitalâ€.
El cardiólogo que ha tratado a Chershnev durante los últimos años le pidió una vez que recuperara los registros médicos de la era de Chernobyl de los militares. Pero, según le dijeron, esos documentos ya no existen. “Aquà estoy, con una pensión compensatoria de salud de Chernobyl de aproximadamente $11 al mesâ€, concluyó con amargura. “Ni siquiera es suficiente para comprar una botella de vodka decente, y mucho menos medicamentosâ€.
La cifra oficial de muertos relacionada con la explosión es de 39, pero de los 3.2 millones registrados oficialmente como expuestos a la radiación sólo en Ucrania, 1.3 millones han muerto en los últimos 33 años, señaló Vladimir Kobchik, ex trabajador de limpieza de Chernobyl quien ahora lidera un grupo de protección de los derechos de otros sobrevivientes. “Durante los últimos cuatro años, el gobierno de Ucrania ha asignado $70 millones anuales para las necesidades de los afectados. ¡Eso es $37 por persona, al año! ¡Ni un centavo más! ¿Cuántos de los 1.9 millones restantes de afectados por Chernobyl están enfermos [y] ni siquiera podemos hablar de ello?. Los médicos nunca te dicen que estás enfermo o que estás muriendo a causa de la radiaciónâ€.
Los guÃas de Chernobyl nunca llevan a los visitantes a la antigua base antiaérea, que se encuentra fuera de los lÃmites, en un campo cubierto de vegetación y un denso bosque de pinos.
Después de un reciente recorrido por la zona, un grupo de turistas daneses emerge de las puertas de Chernobyl y su autobús es revisado a fondo para detectar la radiación. Cada turista debe pasar una prueba de radiación individual también. Todos ellos se encuentran “limpiosâ€; igual que el autobús. Cansados pero felices, pueden volver a Kiev y volar a casa. “Ahora veo claramente que los humanos son lo más estúpido que existe en la tierraâ€, afirmó Rasmus Schegellrup, un constructor naval de Copenhague, de 32 años, mientras sus amigos compraban costosos recuerdos de Chernobyl y bebidas frÃas en un quiosco ubicado al lado del portón de la zona. “Seguimos inventando cosas que no mejoran el mundo, y estamos descubriendo otras que nos destruirán fácilmente. Es totalmente una locura, ¿no es cierto?â€.
“La mayorÃa de los turistas están muy agradecidos por la particular experienciaâ€, comentó el guÃa, Alexander Domashenko. “Están realmente impresionados por el heroÃsmo de los trabajadores de limpieza, que evitaron que el desastre envenenara al resto de Europa durante los siglos venideros. También les encanta tomarse selfies frente al sarcófago que cubre el reactor dañadoâ€.
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