Europa avanza para reabrir sus fronteras a visitantes extranjeros, pero considera dejar fuera a EE.UU
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BERLIN — El titular de un destacado periódico alemán lo expresó de manera concisa: “Cuba sí, Estados Unidos no”.
Mientras la Unión Europea avanza hacia la reapertura de las fronteras exteriores, el 1º de julio, los viajeros de Estados Unidos podrían quedar excluidos por temor al coronavirus, según diplomáticos y documentos sobre la toma de decisiones del bloque.
Se espera que visitantes de algunos países menos desarrollados pero que han tenido mayor éxito en detener sus brotes sean bienvenidos, en el marco de las métricas de control de enfermedades que la UE, formada por 27 naciones, sopesa.
Aún no se ha tomado una decisión definitiva, pero para los titulares de azulados pasaportes estadounidenses e incluso para quienes posean tarjetas verdes de EE.UU tal restricción marcaría un aleccionador cambio, y para algunos, un símbolo del escurridizo prestigio de Washington en medio de la pandemia.
En las últimas semanas, los europeos observaron con perplejidad y horror cómo la administración Trump vacila en los esfuerzos para detener la propagación del virus, que hasta el miércoles había cobrado más de 121.900 vidas en Estados Unidos, la cifra más alta del mundo. Después de una tendencia a la baja durante más de seis semanas, los nuevos casos en EE.UU alcanzaron sus máximos de dos meses esta semana, volviendo al país a los niveles del pico de abril, a principios del brote.
“La gente está completamente conmocionada por lo mal que ha manejado la crisis Estados Unidos”, afirmó Thomas Jaeger, un politólogo de la Universidad de Colonia. “La única nación en la que pensábamos que siempre podíamos confiar en materia de liderazgo y ayuda, ni siquiera es capaz de ayudarse a sí misma”.
En los países europeos considerados durante mucho tiempo como los aliados más cercanos de Estados Unidos, la noticia de que el país podría quedar fuera de la lista de viajes genera emociones encontradas: simpatía e inquietud, realismo brutal y, en algunos sitios, un toque de desdén. Muchos partidarios acérrimos de los lazos transatlánticos lamentan sinceramente cualquier nuevo distanciamiento de una nación que es recordada con gusto por ayudar al continente a recuperarse después de la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial.
Pero incluso aquellos que dependen en gran medida de los ingresos de los 15 millones de visitantes estadounidenses anuales a Europa confían en que la política de la UE se regirá por la seguridad y estará basada en mediciones objetivas.
“El turismo no se trata de política o de nacionalidades específicas”, expresó Marcelo Risi, director de comunicaciones de la Organización Mundial del Turismo, con sede en Madrid. “Los países imponen sus propios criterios basados en la salud pública”.
Desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, los gobiernos de todo el mundo apelaron al cierre de fronteras como una herramienta para protegerse del contagio. Estados Unidos no fue la excepción; el presidente Trump impuso restricciones a los viajes desde China a fines de enero y luego una medida casi equivalente a una prohibición a las llegadas desde Europa, en marzo. Incluso las fronteras con Canadá y México están cerradas a viajes no esenciales.
Pero ahora que Europa ha logrado reducir sustancialmente sus propias tasas de infección y decesos, el movimiento dentro del bloque se ha reanudado gradualmente. Y como siguiente paso, la UE, especialmente los miembros con las economías más fuertes en turismo, quiere aceptar otra vez a visitantes del extranjero, en gran medida alejados desde marzo.
La decisión de mantener alejados a los viajeros estadounidenses, si se concreta, amenaza con poner a Estados Unidos en una categoría poco envidiable: un club informal compuesto por países como Rusia y Brasil, donde los líderes autocráticos intentaron descartar la amenaza del virus y ahora cosechan las consecuencias de brotes frenéticos.
Los turistas procedentes de países como India y México, otras naciones que sufren graves casos de coronavirus, probablemente también se enfrentarían a la exclusión, al menos por el momento. Pero algunos menos desarrollados, como Vietnam o Cuba, por ejemplo, parecen estar preparados para superar la barrera de viaje.
A muchos europeos les resulta impensable que a la superpotencia mundial, con toda su riqueza y destreza científica, le haya resultado imposible emular a países como Nueva Zelanda, que prácticamente ha erradicado el COVID-19, o incluso a Grecia, que emprendió una campaña sorprendentemente exitosa contra el virus a pesar de los apremiantes problemas económicos y sociales.
Durante mucho tiempo, Trump adoptó una actitud despectiva e incluso hostil hacia los aliados históricos europeos, despreciando a la UE como peor que China en asuntos comerciales, declarando que el bloque había sido creado para socavar económicamente a EE.UU y alentando la decisión de Gran Bretaña de separarse del bloque europeo.
El presidente también sacudió la alianza transatlántica y obligó a los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a aumentar sus gastos militares internos, repitiendo la falsa afirmación de que están atrasados con la alianza. John Bolton, el ex asesor de seguridad nacional de Trump y autor de una mordaz memoria de la Casa Blanca, declaró esta semana al sitio de noticias Axios que “no era muy seguro” que Trump mantuviera a Estados Unidos en la OTAN si ganara otro mandato.
Pero a pesar de las manifestaciones de tensión, la UE ha enfatizado que el estándar para la política de coronavirus es la ciencia, no la política. Si el bloque finaliza su lista de visitantes permitidos dejando a los estadounidenses fuera, es probable que declare que la determinación se basa firmemente en la evaluación de riesgos y que será reevaluada de forma continua cada pocas semanas.
Este mes, la Comisión Europea recomendó que los viajes a la UE y a la zona de viaje sin visa Schengen, con la cual el bloque se superpone parcialmente, se permitan sólo desde terceras naciones donde la situación del coronavirus está a la par con los países de la UE, o mejor.
A la luz de eso, la perspectiva de excluir a los estadounidenses “no es sorprendente”, señaló el Frankfurter Allgemeine Zeitung, un periódico con sede en la capital comercial de Alemania, en un editorial, con la comparación Cuba-EE.UU en su titular. “Los miembros de la UE no deberían agregar países que superen los límites”.
La canciller alemana, Angela Merkel, es una científica capacitada, y el país está aplicando el mismo estándar dentro de sus propias fronteras, vinculando rigurosamente los pasos de reapertura a las métricas sobre la propagación del virus. Merkel también rechazó la idea planteada por Trump, el mes pasado, de una cumbre presencial del Grupo de los 7 en lugar de una virtual, por motivos de seguridad.
Cuando este miércoles se le preguntó al secretario de Estado estadounidense, Michael R. Pompeo, sobre la toma de decisiones europeas sobre la reapertura de las fronteras exteriores, él hizo hincapié en la cooperación, a pesar de que Trump en marzo no anticipó a los líderes europeos sobre su anuncio de que la mayoría de los viajeros europeos iban a quedar fuera de Estados Unidos. “Hemos estado trabajando con países de todo el mundo, incluidos nuestros amigos en Europa y en la UE propiamente dicha, para determinar cómo podemos reiniciar con seguridad los viajes internacionales”, declaró Pompeo ante un pequeño grupo de periodistas -que observaban la distancia social recomendada- en el Departamento de Estado.
El funcionario señaló que la administración no quería ver ningún plan “que ponga en peligro a Estados Unidos por las personas que viajan aquí, y ciertamente no deseamos causar problemas en ningún otro lugar”.
La revista de noticias alemana Der Spiegel publicó que las discusiones internas de la UE se centraron en dos criterios clave: el nivel de nuevas infecciones en un país determinado, y también la reciprocidad; si los ciudadanos de la UE no pueden ingresar, las posibilidades de que sus propios ciudadanos puedan hacerlo son bajas, informó la publicación.
En una temporada de verano ya afectada por la pandemia, los visitantes estadounidenses serían extrañados, anticipó Sara Amrhein, una artista estadounidense de joyería, de 44 años y residente en Florencia, Italia. Pero con el recuerdo de uno de los peores brotes de Europa aún fresco en Italia, el país desconfía de cualquier fuente de nuevas infecciones. “Es difícil, porque obviamente los estadounidenses son de los mayores contribuyentes al turismo en Florencia y a la economía aquí, y mucha gente está muy mal en este momento”, agregó Amrhein. “Pero hasta que las cosas estén bajo control y tengan una mejor comprensión de lo que está sucediendo en Estados Unidos, creo que es la decisión correcta”.
El corresponsal especial Kirschbaum reportó desde Berlín y King, reportera de planta de The Times, desde Washington. La reportera de planta Claudia Núñez en Gijón, España; la corresponsal especial Janna Brancolini, en Milán, y la escritora Tracy Wilkinson, en Washington, contribuyeron con este informe.
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