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¿Podrá el Hollywood corporativo hacer las paces con los directores con voz propia? La lucha continúa con “Star Wars”

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La noticia fue impactante. Cuatro meses después de iniciada la producción, y a menos de un año de su debut en cines, la entrega de “Star Wars” destinada a Han Solo perdió a sus directores.

Phil Lord y Chris Miller fueron retirados del proyecto a raíz de lo que la directora de Lucasfilm, Kethleen Kennedy, consideró una diferencia en la ‘visión creativa’, y los realizadores tradujeron como ‘diferencias creativas’, incluso cuando nadie parecía querer mencionarlo de esa manera.

Un puñado de nombres, en particular ciertos veteranos del estudio, como Ron Howard, llegaron rápidamente a los rumores como contendientes listos para encargarse de la película del joven Han Solo, ambientada antes de la clásica cronología de “Star Wars” y como un film separado.

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Pero más allá del destino de esta película en particular, el incidente puso el foco sobre una batalla para la cual el Hollywood contemporáneo no parece hallar tregua.

Lord y Miller están entre los directores más populares del sistema de estudios en los últimos años, habiendo llevado “The Lego Movie” y “Jump Street” a la categoría de improbables blockbusters.

Más notablemente, son dos de los cineastas más descarados que trabajan dentro del sistema: “Lego” se las ingenió para ser una creación de gran rareza a pesar de la impronta de Warner Bros. Y aunque podría haber caído fácilmente en el género de comedia de acción, “Jump Street” -particularmente “22 Jump Street”- siguió un patrón igualmente peculiar. Escasos directores han sido exitosos a nivel comercial siguiendo su propio camino; pocos lograron demostrar mejor la idea que el Hollywood moderno puede tener su pastel de autor sin comerlo en la taquilla.

La decisión de contratar a la juguetona dupla de realizadores proporcionó (junto con el director de “Star Wars: The Last Jedi”, Rian Johnson) una de las mayores pruebas de que los guardianes de la franquicia estaban dispuestos a tomar algunas apuestas en su camino hacia la supremacía global de la recaudación.

Ahora, la decisión de despedirlos prueba, al parecer, exactamente lo contrario.

Los directores se apartan de proyectos todo el tiempo, incluso a fines de un rodaje (aunque muy raramente tan tarde). Los próximos días seguramente brindarán más detalles acerca de qué cuestiones específicamente generaron el choque, y con quién (ya hubo informes acerca de Kennedy o del escritor Lawrence Kasdan, un gigante de Hollywood por derecho propio). Pero el mero hecho de que haya una disputa habla de una tensión que se ha filtrado en esta era de franquicias y que borbotea últimamente con mayor regularidad.

A pesar de todas las críticas -a menudo ciertas- contra la industria del cine por su homegeneizada blandura, la conciencia colectiva de Hollywood en esta era de sagas sigue buscando voces independientes. O, al menos, eso cree. Las voces independientes, según piensa, significarán una mejor película, o una un poco más digna de la confianza generalizada; o quizás pueda simplemente ayudar a algunos miembros de esa mente colectiva a calmar su sed creativa.

Pero cuando se trata de realmente llevar una película a buen puerto, los estudios a menudo se resisten a perder el control que esas voces tienden a engendrar. Esto ya se ha visto en las dos entregas más recientes de “Star Wars”. Los susurros de la industria acerca de los enfrentamientos entre J.J. Abrams y Disney y Lucasfilm para “The Force Awakens” fueron fuertes y persistentes. Un poco después, Gareth Edwards fue relevado de sus funciones durante la refilmación de “Rogue One”.

El planeado spinoff de Joshua Trank enfocado en el cazarrecompensas Boba Fett se derrumbó antes de que fuera siquiera anunciado oficialmente (nada por el estilo ocurrió aún con el director Colin Trevorrow, de “Star Wars: Episode IX”, o con Johnson, aunque después de que el ex “Book of Henry” recibiera una lluvia de críticas este fin de semana, se plantea una pregunta diferente).

Desde la primera cuestión con Abrams hace unos años, la pregunta se ha extendido acerca de la actual cosecha de películas de “Star Wars”: ¿Se trata de obras de directores que se dan a conocer bajo el paraguas de un conglomerado? ¿O es entretenimiento corporativo que sienta a un nombre famoso en la silla del director? Esto se puede ver también más allá de “Star Wars”. Trank se convirtió en una fábula cuando discutió con Fox acerca de la reversión de “Fantastic Four”; Michelle MacLaren no dirigió finalmente “Wonder Woman” en DC/Warner Bros. y Ben Affleck se retiró de la dirección de la próxima película de Batman antes de que siquiera pudiéramos ver un destello de Ciudad Gótica por medio de “The Town”.

El Hollywood moderno tiene generalmente impulsos que compiten entre sí: el deseo de ser diferente y comercial a la vez. Cuando estos realmente chocan, el que gana es el último.

No sólo se trata de Disney. La batalla simplemente cobra una dimensión particularmente pesada en el gigante estudio, que es hogar de una proporción inusualmente alta de franquicias de Hollywood gracias a Lucasfilm, Marvel Studios y Pixar. A menudo las películas son más caras; en muchos casos buscan una huella global más grande. Con frecuencia también viven en un universo más extenso, y cada pieza de la mitología obliga a cualquier director a jugar una partida cada vez más estresante de Jenga.

No por nada esta batalla también se ha jugado con Marvel, de Disney, donde cada película posterior parece agregar un bloque más a la torre y disuade así los intentos de libertad.

Edgar Wright, director de la próxima “Baby Driver”, se enfrentó con el estudio por “Ant-Man” antes de retirarse, mientras que Ava DuVernay rechazó una oferta para dirigir “Black Panther” antes de que Ryan Coogler se sumara. Joss Whedon llegó hasta el final de dos films de “Avengers”, no necesariamente con facilidad.

Hay franquicias y franquicias. Lord y Miller pudieron navegar cierto tipo de mando corporativo con sus trabajos anteriores. Warner Bros. no era realmente una potencia de la animación cuando el par hizo para ellos “Lego”, lo cual permitió que la película se deslizara, especialmente a un bajo presupuesto. En los iniciales días de “Jump Street”, Sony era manejado por Amy Pascal, quien le dio a los realizadores (relativamente) amplio espacio considerando los límites del estudio (algo que es más sencillo cuando la propiedad intelectual no se trata de una franquicia multimillonaria). Pero las paredes cedieron en Disney y “Star Wars”.

Eso no quiere decir que se trate de una narrativa estricta de barbarie. Los autores pueden ser indulgentes y los ejecutivos de los estudios en algunos casos tienen motivos para llevarlos hacia una dirección menos personal. Al igual que en el espacio cultural, no siempre se trata del sencillo ‘arte versus comercio’.

El Hollywood corporativo, después de todo, está lleno de gente que quiere hacer un buen trabajo. Kennedy se encuentra entre ellos: no se puede producir todas esas películas de Spielberg, o “The Sixth Sense” o “The Diving Bell and the Butterfly” sin tener genes verdaderamente artísticos. Pero también está cada vez más poblado de quienes necesitan que los films funcionen en Wall Street primero, y en la pantalla después.

Con las apuestas en aumento, ¿podrán equilibrar las dos tendencias? En los últimos años, han intentado hacerlo en ambos sentidos: los recibos de miles de millones de dólares y la credibilidad de los boletos independientes de $10 dólares. Cada vez más, parece que las cuentas no cierran.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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