Para que quede claro, no soy fan de la primera entrega. Pese a que Ridley Scotty fue el comandante en jefe de “Alien†(1979) y “Blade Runner†(1982), dos de mis pelÃculas favoritas -y, además, clásicos indiscutibles del cine-, las concesiones comerciales y los artificios presentes en “Gladiator†(2000) no conectaron mucho conmigo.
De hecho, el nuevo filme, que fue escrito por guionistas completamente distintos, amplifica el aspecto hollywoodense de la primera entrega al crear una suerte de melodrama desbordado que hace que muchas de sus situaciones luzcan impostadas, aunque le brinda a la vez al relato un curioso aroma de vieja escuela que se presta de algún modo para lo que cuenta.
En lugar de Crowe, el rudo protagonista del filme original, tenemos a Paul Mescal, quien se ha hecho conocido por sus roles sensibles en tÃtulos como “Aftersun†(2022) y “All of Us Strangers†(2023), y que se pone ahora en la piel de Lucius “Hanno†Verus, un campesino radicado en una colonia africana que es arrasada de pronto por los romanos y que termina siendo esclavizado por sus enemigos, tal y como sucedÃa con el Maximus de Crowe.
No deja de llamar tampoco la atención que se haya convocado al chileno Pedro Pascal para interpretar a Marcus Acacius, un general romano que, pese a su eficacia como estratega y su fiereza como combatiente, tiene un lado sensible y rechaza el expansionismo sin control que proponen los máximos dirigentes del imperio, es decir, los hermanos Geta y Caracalla, interpretados sin mucho vuelo por Joseph Quinn y Fred Hechinger.
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Pascal, quien se ha ganado a pulso la reputación de figura paterna dura pero justa, calza perfectamente en el rol, y verlo enfrentado fÃsicamente a Mescal -algo que, por los antecedentes de la historia, resulta inevitable- es uno de los puntos altos del largometraje, incluso cuando su actuación no es todo lo impresionante que podrÃa haber sido, como no lo es tampoco la de Mescal, quien se ve limitado por los diálogos intrascendentes que se le entregan y por la exhibición constante de desconcierto que se le impone.
No ayuda tampoco que la trama sea tan semejante a la de la primera cinta, lo que puede ser visto tanto como una falta de creatividad por parte del guionista David Scarpa (quien colaboró ya con Scott al escribir “All the Money in the World†-2017- y “Napoleon†-2023-) o como una directiva directa para mantenerse en un cauce seguro que favorezca la asistencia masiva a las salas.
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Lo bueno es que, en medio de todos sus excesos, “Gladiator II†mantiene la atención y la curiosidad del espectador, lo que es mucho decir para una cinta que dura 148 minutos y que se les ingenia para hacer comentarios válidos sobre el abuso del poder, el imperialismo y las maneras en que los poderosos distraen al pueblo con actos circenses de diferente Ãndole.
Ha pasado casi un cuarto de siglo desde el estreno de “Gladiatorâ€, y era de esperar que los efectos especiales de “Gladiator II†superaran ampliamente a los de la aventura previa. En más de un sentido, esto es lo que sucede; pero hay una dolorosa excepción que afecta de manera innecesaria al conjunto, y que se plasma en una escena de lucha entre humanos desesperados y babuinos descontrolados en la que los segundos aparecen representados con el uso de una animación computarizada que los vuelve absolutamente irreales, casi como si se tratara de criaturas alienÃgenas.
Afortunadamente, el resto de la cinta no se defiende solamente de manera decorosa en lo que respecta a sus recursos visuales, sino que tiene incluso momentos que resultan deslumbrantes y que merecen verse proyectados en la pantalla más grande que se tenga cerca, empezando por la escena de introducción, una invasión marÃtima que se filmó en el desierto de Marruecos con la asistencia de miles de extras, de barcos reales y de numerosas cámaras, y que deja en claro que, cuando se emplea de manera juiciosa, la CGI no tiene que traducirse en desencanto.