En el transcurso del último año, he comido enchiladas en una carpa de fiesta. Realizado la prueba del COVID-19 debajo de una. He pasado una noche bailando al ritmo de la música house al interior de otra. Me ha tocado ver estos toldos de lona con grandes dimensiones ser tiendas, naves de iglesias, gimnasios y salas de estar al aire libre. En un par de ocasiones, las he visto desplegadas para celebraciones reales.
El año pasado, mientras la pandemia nos aislaba en nuestros respectivos capullos domésticos, los diseñadores recurrieron a su AutoCAD para imaginar un nuevo mundo de “soluciones†para este periodo. Entre ellas se encontraban los escudos de distanciamiento social que se pueden llevar de la cabeza al muslo y los conos de seguridad de la era espacial para la mesa (un fenómeno que la crÃtica Kate Wagner bautizó como “coronagriftingâ€). En retrospectiva, es absurdo pensar que la arquitectura podrÃa haber sido reinventada o -incluso ligeramente- repensada por el diseño de alto concepto que no sale de la mesa de redacción. Hemos aprendido infinitamente más sobre cómo rediseñar nuestros edificios a partir del caballo de batalla más destacado de la crisis sanitaria: la carpa de fiesta.
La carpa para fiestas, al igual que su predecesora, la tienda de campaña -un diseño que ha acompañado a la humanidad de una forma u otra durante miles de años- es infinitamente flexible. Puede clavarse en el suelo o anclarse en el pavimento. Los modelos más sencillos, un toldo promedio, lo resguardan del sol; los más protectores vienen con paredes plegables que se adaptan al clima según sea necesario. Suelen ser de color blanco, pero es posible personalizarse con colores y logotipos. Un modelo básico cuesta menos de 200 dólares en Target.
Una estatua vulgar y misógina hecha por un artista de hackeo estropeará el plan del centro de Palm Springs. Pero, ¿cómo se siente realmente nuestro crÃtico de arte?
Estos domos son un sÃmbolo de todas las demás arquitecturas improvisadas que han surgido durante la pandemia: los estacionamientos convertidos en espacios para comer con luces parpadeantes y sombrillas; las plataformas de madera para ingerir alimentos fabricadas con madera contrachapada y dos por cuatro; el izakaya de La Brea cuyas paredes plegables son en realidad cortinas de ducha transparentes. En Echo Park, Misty Mansouri, propietaria del Lady Byrd Café, ha convertido un triángulo de hormigón poco práctico en su propiedad en un restaurante al aire libre, gracias a una exuberante aglomeración de árboles de Navidad e invernaderos portátiles empleados como mesas individuales.
Las estructuras temporales se pueden encontrar incluso en iteraciones hiperglamourosas, como el comedor ventilado de la era espacial del
Spago en Beverly Hills. Se trata de un módulo de 6.500 pies cuadrados construido en medio de Canon Drive, creado por VX Design Solutions,un estudio de fabricación a medida, y Choura, una empresa de producción de eventos, que se montó en menos de una semana. Ese lugar se inauguró en marzo de 2021 y sigue funcionando. “Lo llenamos todos los dÃasâ€, dice Steve Scott Springer, director general del restaurante.
Puede que las carpas para fiestas no duren mucho, pero tienen cualidades que merecen ser integradas en el paisaje de nuestras ciudades. Ofrecen flexibilidad y permeabilidad, y sirven como recordatorio de que en el suave clima del sur de California no siempre necesitamos encerrarnos en celdas herméticas de HVAC. Si antes de la pandemia habÃan cobrado importancia cuestiones de diseño de edificios como el aire fresco y la luz solar, el COVID-19 y sus muchas variantes lo han convertido en una cuestión urgente.
“Poder abrir las puertas hace que la gente que está dentro de ellas se sienta mucho mejorâ€, dice el arquitecto Oonagh Ryan, director fundador de ORA, , un estudio con sede en Los Ãngeles que ha trabajado mucho en los sectores comercial y hostelero. “Y las ventanas operables son la claveâ€.
Uno de los proyectos más recientes de ORA es el diseño de Agnes, un popular local de comida casera de Pasadena que también cuenta con una queserÃa. Ubicado en un establo de la década de 1920 que en su dÃa fue utilizado por el cuerpo de bomberos, la mayor parte de la arquitectura del restaurante se concibió antes de COVID-19, pero una serie de decisiones programáticas tomadas desde el inicio de la pandemia han contribuido a que el espacio sea más resistente.
La clave es la flexibilidad.
El lado que da a la calle tiene ventanas que se abren, y la parte trasera del comedor posee puertas corredizas para conectar con un patio trasero, lo que permite que el aire fresco entre en el edificio. Una mesa privada también se despliega y deja disfrutar del exterior. La terraza, que alberga asientos adicionales, está protegida por un toldo resistente a la intemperie que puede retirarse cuando hace buen tiempo. Es un espacio sin techo que se puede utilizar lloviendo o con sol. Y el mobiliario no es fijo, por lo que puede reconfigurarse en diferentes posiciones. “Todas nuestras sillas son apilablesâ€, dice Ryan. “Las mesas de picnic se pueden juntar y separarâ€.
“A menudo existen estos espacios de callejón y patios traseros olvidados en la ciudad, y en Europa se suelen aprovechar. Tenemos que utilizarlos mejor en Estados Unidosâ€.
— Oonagh Ryan, architect
Cuando el restaurante abrió sus puertas en junio, la oleada de infecciones por COVID-19 habÃa disminuido y se reanudaron las comidas en el interior. Pero la crisis sanitaria hacÃa que los meses venideros fueran muy inciertos, por lo que el diseño debÃa responder a las cambiantes directrices sanitarias. “Si la pandemia seguÃa en marchaâ€, dice Ryan, “tenÃamos un plan para reorganizar todoâ€.
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Cuando el restaurante abrió sus puertas en junio, la oleada de infecciones por COVID-19 habÃa disminuido y se reanudaron las comidas en el interior. Pero la crisis sanitaria hacÃa que los meses venideros fueran muy inciertos, por lo que el diseño debÃa responder a las cambiantes directrices sanitarias. “Si la pandemia seguÃa en marchaâ€, dice Ryan, “tenÃamos un plan para reorganizar todoâ€.
Un lugar como Agnes tiene el lujo del espacio: alrededor de 5.000 pies cuadrados entre interior y exterior - sin contar el comedor adicional de la acera en el frente- pero a veces basta con un poco de terraza al aire libre para que un edificio sea más funcional y, francamente, más agradable.
Al diseñar el Esters Wine Shop & Bar de Santa Mónica, que tiene una superficie mucho más reducida de 1.600 pies cuadrados, Ryan dice que ella y su equipo incorporaron un trozo de pavimento que se encontraba entre el edificio y el lÃmite de la propiedad, añadiendo casi cuatro docenas de asientos al aire libre en el proceso. “Siempre que podemos, tomamos otros espaciosâ€, dice.
Las carpas para fiestas nos han permitido visualizar todos estos sitios que históricamente se han cedido a los coches o que estaban sin utilizar-. “A menudo existen estos espacios de callejones y patios traseros olvidados en la ciudad, y en Europa se suelen aprovecharâ€, dice Ryan. “Tenemos que utilizarlos mejor en Estados Unidosâ€.
Ahora el reto es hacer que algunos de estos espacios emergentes sean más permanentes, pero conservando la flexibilidad que los hizo tan prácticos durante la pandemia.
Muchas ciudadades ya han empezado a hacer que los comedores formen parte del paisaje de forma permanente. La ciudad de Nueva York hizo fijo su programa de Restaurantes Abiertos el año pasado y, en julio, San Francisco continuó con sus estructuras de lugares para comer al aire libre, aunque tantas many reglas y regulaciones, muchos negocios tendrán que rediseñar estos espacios desde cero.
Parte de la solución puede venir en forma de diseños modulares que pueden ser preaprobados y encajados para armarlos. El estudio de diseño Fantástica, con sede en la ciudad de Nueva York, ha estado trabajando en eso.
Los tamaleros dicen que no están vendiendo como en años anteriores, lo que posiblemente signifique menos reuniones familiares este año.
Dirigido por J. Manuel Mansylla, que se hace llamar manman, Fantástica ha ideado un parklet -una extensión de la banqueta que busca recuperar espacio para los peatones y las áreas verdes- estandarizado llamado Fast Casual, que se puede instalar fácilmente con un conjunto de piezas y ofrece un alto estándar de seguridad. Alrededor del perÃmetro de cada espacio, utiliza barreras de agua, que se asemejan a las bardas de hormigón empleadas en la construcción de carreteras (conocidas como K-rails) pero están fabricadas con plástico ligero. Cómodas de transportar, se llenan de lÃquido una vez dispuestas en el lugar. Cuando están listas, cada una puede pesar cerca de 1.000 libras.
“Un grupo de barreras de agua está diseñado para desviar un vehÃculo en movimientoâ€, dice Mansylla.
A continuación, se colocan un grupo de piezas encajables de materiales industriales: asientos, zonas de mostrador y marquesinas, todo ello anclado por Speed-Rail, una barandilla industrial fabricada por la empresa Hollaender, con sede en Ohio, que ya se utiliza ampliamente en áreas públicas. Además, las barreras de agua pueden rematarse con un sistema de jardineras que añade vegetación e incluso iluminarse por dentro, haciéndolas más visibles por la noche.
“Está pensado para que el usuario pueda adaptarlo y personalizarloâ€, explica Mansylla.
Más allá del diseño, los parklets de esta naturaleza podrÃan ser flexibles desde el punto de vista programático: se emplean para comer, pero también para crear zonas de plaza pública.
Desplegados de forma contigua en una sola calle, una cadena de ese tipo de áreas podrÃa ser una forma sencilla para que una ciudad recupere una vÃa pública del tráfico. (Imagina cerrar la calle Spring o Broadway en el centro de Los Ãngeles para crear un centro comercial peatonal improvisado).
“Creo que uno de los mayores beneficios que ha mostrado la pandemia es lo grande que ha sido la activación de estos espacios para la ciudad en generalâ€, dice Mansylla. “Hay mucha vida en la calleâ€.
Es poco probable que la vida vuelva a ser como antes de la pandemia.
“Durante el COVID, nos dijimos: ¿por qué no tenemos más cenas al aire libre?â€, dice Springer, de Spago. “Eso cambió la dirección de nuestro diseñoâ€.
El restaurante tiene permiso para servir al aire libre en Beverly Hills hasta marzo, pero Springer espera mantenerlo más allá (sobre todo porque la construcción de la LÃnea Púrpura en Wilshire bloquea el tráfico). “A Wolfgang le gustarÃa mantenerlo el mayor tiempo posibleâ€.
Además, están hablando de renovar Spago para que esté más abierto a los elementos. Actualmente, el restaurante tiene un pequeño patio interior con 11 mesas. El plan es ampliarlo.
“A Wolfgang le gustarÃa abrir el techo de nuestro comedor principal, y nos gustarÃa abrir la fachada a la acera importanteâ€, dice Springer. “Ha cambiado totalmente nuestra perspectiva en cuanto a aprovechar el flujo de aire y el climaâ€.
Algún dÃa, las carpas de fiesta se derribarán, pero esperemos que lo que representan siga integrado en la vida cotidiana.
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