La ampliación de Hagy Belzberg cambiará el perfil del Museo del Holocausto de Los Ángeles
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Cauando el Museo del Holocausto de Los Ángeles se instaló en su sede permanente en el Parque Pan Pacific en 2010, el objetivo final era atraer a unos 15.000 visitantes al año. No solo cumplió ese objetivo el primer año, sino que lo superó. Cuando llegó la pandemia del COVID-19, el museo atraía a más de 65.000 personas al año, mucho más de lo que se había previsto inicialmente.
Ahora el próposito es atraer aún más visitantes: 500.000 al año para 2030. “Nos estamos dando mucho tiempo”, dice la directora ejecutiva del museo, Beth Kean. “Esperamos llegar a los 150.000 en los próximos años... Tenemos un plan que nos llevará hasta allí”.
Visitors can have a lifelike conversation with a holographic image of Holocaust survivor Renee Firestone, 97.
Para ello, el museo está planeando una ampliación que casi duplicará su superficie de 28.000 a 50.000 pies cuadrados. La extensión incluirá una nueva galería de 2.500 pies cuadrados para exposiciones temporales, una sala de cine de 200 plazas para proyecciones de películas y mesas redondas, así como dos aulas. El diseño de la ampliación correrá a cargo de Hagy Belzberg, director de la empresa Belzberg Architects, con sede en Los Ángeles, que diseñó la sede actual del museo.
“No somos un museo gigante”, señala Belzberg, que también es miembro de la junta directiva del museo. “Si quieres mirar algo cuando hay un autobús lleno de niños allí, es difícil tener una relación íntima con el objeto”.
La ampliación ayudará a aliviar el hacinamiento. También añadirá un edificio nuevo y más sobresaliente a un museo que actualmente mantiene una presencia muy discreta en el paisaje de Los Ángeles.
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El edificio actual, que se encuentra parcialmente bajo tierra y cuenta con un techo verde inclinado, parece una extensión del parque ondulado que lo rodea. El nuevo plan alterará ese perfil añadiendo un pabellón en la azotea que albergará un vagón de ferrocarril encontrado cerca del campo de concentración de Majdanek, en Polonia.
Visible desde la calle y el Parque Pan Pacific, hará que el museo sea mucho más prominente.
“Puedes estar haciendo un picnic en el parque y mirar hacia arriba y ahí está”, comenta Belzberg. “Es una declaración oculta de algo que no debe ser olvidado nunca”.
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Fundado en 1961 por un grupo de sobrevivientes del Holocausto, el museo, en sus primeros años, se mudó a varias ubicaciones alquiladas en Wilshire Boulevard, incluyendo un edificio de oficinas. En 2003, la búsqueda de una sede permanente condujo a un acuerdo de arrendamiento por 50 años de un dólar al año de un terreno municipal en el Parque Pan Pacific. Siete años después, el museo abrió su actual estructura de 28.000 pies cuadrados justo al sur de la intersección de Beverly Boulevard y Grove Drive.
No era un terreno fácil de construir. Inmediatamente al norte se encuentra una instalación postal. Al otro lado de Grove Drive, al oeste, hay una multitud de entradas de estacionamientos para un complejo de apartamentos y el centro comercial Grove (que parece reservar los peores elementos urbanos del complejo para la calle a la que dio nombre).
Belzberg respondió con un diseño que integraba el museo en el paisaje. Los visitantes entran por un camino en zigzag que desciende hacia el edificio. A medida que se ingresa al edificio y se adentra en la violenta historia del Holocausto, la luz del día retrocede. Las salas interiores curvadas del museo están hechas con un tipo de hormigón proyectado (shotcrete) que da a las paredes un ambiente apropiadamente melancólico.
“Cuando arribas a la sala que alberga el capítulo más sombrío de la historia, llegas a la parte más oscura del edificio”, dice Belzberg. “No hay luz solar natural”.
En el momento en que se inauguró el edificio, Christopher Hawthorne, entonces crítico de arquitectura de The Times, lo describió como “un edificio elegante, energéticamente eficiente y económico cuya postura hacia la ciudad, y hacia la historia, es extrañamente deferente”.
Su bajo perfil ha hecho que sea un espacio contemplativo, pero también uno que puede perderse en medio de una calle bastante inhóspita.
“Uno de nuestros objetivos con la ampliación es iluminar el edificio”, comenta Kean. “Buscamos llamar la atención de la gente. Pretendemos que sea un museo llamativo y un hito icónico. No queremos que sea difícil de encontrar”.
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Ese pabellón elevado de vagones, que se añadirá al edificio existente, conseguirá algo de eso.
También lo hará un edificio que se construirá al sur en un terreno que abraza un anfiteatro al aire libre ya existente y que actualmente está incluido en el acuerdo de arrendamiento de terrenos del museo con el parque. Esa estructura añadirá el teatro, el aula y espacios adicionales para las galerías, así como lugar para una instalación interactiva titulada “Dimensiones del testimonio”, creada por la Fundación de la Shoah de la USC, en la que el espectador puede hacer preguntas a una representación holográfica de un superviviente del Holocausto. (El museo ya dispone de una versión de la instalación).
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Si el edificio de 2010 es un descenso a la oscuridad, el nuevo, dice Belzberg, será una experiencia más ligera, que habla del futuro y de la resiliencia. Entre ambos habrá un gran patio exterior que proporcionará un descanso visual. “Hay una razón funcional, pero también conceptual”, explica el arquitecto. Cada uno de los edificios hace referencia al “pasado y al futuro” de la historia. El patio, dice, marca el presente. “Hemos hecho que el presente sea abierto”.
Al trasladar las exposiciones temporales al nuevo edificio, el más antiguo puede dedicar más espacio a su colección permanente, que incluye cartas, fotografías, periódicos antiguos, artefactos de Auschwitz y un rollo de la Torá del siglo XIX procedente de la República Checa. El espacio adicional también significa que el museo puede acoger mejor a los numerosos grupos escolares que pasan por él.
“Ahora se pueden separar”, señala Belzberg. “Uno puede empezar abajo, otro puede iniciar en el pabellón de aprendizaje y otro en el vagón. Es una experiencia mucho mejor”.
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Kean añade que la expansión es importante también por otras razones.
“Este museo fue fundado por sobrevivientes en 1961”, subraya. “Ellos son una pieza fundamental de nuestro museo. Son una gran parte de nuestra conciencia y están falleciendo. ... Es realmente importante construir un depósito de sus historias y experiencias, además tenemos que educar al mundo cuando ya no estén aquí”.
Parte de esto implicará conectar la experiencia del Holocausto con los conflictos de violencia en otras comunidades.
“El Holocausto no es solo una historia judía”, comenta Kean. “Queremos incorporar a otras comunidades que han sido marginadas, reunir a la gente para debatir temas contemporáneos. Tener un teatro para 200 personas nos permite hacer mucha programación pública”.
De los 45 millones de dólares necesarios para completar el proyecto, ya se han recaudado 22 millones en el marco de una campaña de capital. La donación principal (cuyo importe no se ha revelado) procede de la familia Cayton Goldrich, descendiente de la difunta Jona Goldrich, superviviente del Holocausto en Polonia, que fue una de las principales promotoras del museo. El nuevo campus del museo llevará su nombre.
Se espera que la colocación de la primera piedra tenga lugar el año que viene.
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