Ella fue Lucía Bosé, la mujer con estilo y personalidad propia que cautivó a Dominguín
Lucía Bosé supo vivir su vida y disfrutarla con pasión hasta el final de sus días, siempre enérgica, sincera y decidida a decir lo que pensaba, dueña de una belleza serena, lejos de la exuberancia de estrellas del cine italiano como Sofía Loren o Gina Lollobrigida, que cautivó a Luis M. Dominguín.
Fue la ganadora de miss Italia 1947, un concurso de belleza que le sirvió de trampolín hacia el cine donde demostró a lo largo de su carrera que era más que una cara bonita.
Dueña de un rostro armonioso y un perfil griego, Lucía Bosé nunca presumió de belleza, ni era una admiradora entregada a la moda, tampoco en su juventud, aunque siempre cedía a alguna coquetería.
Nunca lució escotes excesivos, ni faldas más allá de la rodilla, no sucumbió a los dictados de la moda, aunque si algo le sorprendió al llegar a España, en 1955, fue lo limitada que estaba la “libertad de la mujer”, lo que le causó “una impresión muy negativa, por ejemplo, las mujeres casi no podían usar pantalón”, dijo en alguna entrevista, rememorando aquella época.
Las joyas tampoco la cautivaban. Lejos de los caprichos y excentricidades de otras actrices de la época a las que les gustaba lucir diseños cuajados de brillantes, la madre de Miguel Bosé, en su juventud utilizaba pendientes sencillos y, como complemento, cedía a los collares de perlas de varias vueltas en momentos señalados.
El cambio a esa sobriedad en el estilo llegó en 1997 —un año después de la muerte de Dominguín- el momento en el que su nieta Bimba Bosé le tiñó el pelo de azul, tras muchos cambios y pruebas. Un color que ha llevado hasta el final de sus días y que supuso un cambio significativos en su estilo.
Un tono que condicionaba su vestuario que aderezaba con caftanes de azul intenso, y con el que incluso llegó a pintar el portón de entrada de su casa de Brieva (Segovia).
Su extraordinaria belleza y su forma de vestir, además de influenciar a otras miles de mujeres de todo el mundo, sedujo a muchísimos hombres.
Este italiana, de gran carácter, fue descubierta a los dieciséis años por el maestro del neorrealismo Luchino Visconti cuando trabajaba en una pastelería Galli, de Milán.
El cineasta se rindió antes su belleza. “Fue como un hermano, un amante. Di a Visconti lo que he dado a pocos hombres, un amor verdadero”, contaba en sus memorias Bosé.
Esta diva italiana, que prefería mantener un perfil bajo, participación en el “Satyricon” (1969) dirigida por el cineasta Federico Fellini, a quien calificaba de “adorable”, o en “Cela s’appelle l’aurore” (1956) de Luis Buñuel, director que definía como “otro loco”.
Famosas fueron sus riñas con Michelangelo Antonioni, siempre quería cambiar su personaje, pero su verdadero amor fue el torero Luis Miguel Dominguín, al que conoció en España, cuando llegó para rodar junto a Juan Antonio Bardem “Muerte de un ciclista” (1955), película que cambió su vida para siempre.
Por aquel entonces, el torero vivía un apasionado romance con Ava Gardner, pero rompió con ella para casarse con esta italiana de rompe y rasga el 1 de marzo de 1955 en Las Vegas.
Y como su boda americana no era bien vista por los ojos de la sociedad franquista, se casaron por la Iglesia en ceremonia celebrada el 16 de octubre en la finca del torero situada en el término conquense de Saelices, “Villa Paz”.
Dejó el cine por amor. “Valía la pena hacerlo”, argumentaba la actriz en sus memorias. Con el torero tuvo tres hijos: Miguel, Lucía y Paola.
Una historia de amor que duró doce años y terminó por las infidelidades del diestro. En 1967, en una España que todavía no permitía el divorcio, se separaron y Lucía Bosé se quedó con la custodia de los hijos.
Momentos duros, en lo que se sintió sola, “España se pudo de su parte”, contaba en su biografía esta italiana, quien tras su sonado divorcio que ocupó ciento de páginas en la crónica rosa de todo el mundo, vivió otros romances fugaces.
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