Para estas cineastas mexicanas, ser madres es una gran obra
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Sus nombres brillan en los festivales de cine más importantes del mundo y en entregas de premios.
Sin embargo, el reconocimiento que más disfrutan cineastas mexicanas como María Novaro, Natalia Beristáin, Alejandra Márquez Abella y Lila Avilés es la dicha de ser mamás.
Las cuatro son aclamadas a nivel internacional por su visión a la hora de tomar una cámara, aunque también deberían recibir laureles por equilibrar con éxito su profesión y la crianza de sus respectivos hijos.
“¿A quién quieres más: a mí o a tus películas?”, le cuestionó su hija Lucero, de entonces cinco años, a Novaro durante el rodaje de “El Jardín del Edén” (1994). Una pregunta que aún le cala a la realizadora.
“‘Doble jornada’ es la mejor forma de definir el llevar una carrera compleja, como es el cine, y combinarse con la crianza de tres hijos”, reconoció la actual titular del IMCINE en entrevista telefónica.
“Al llegar a casa uno no llega a descansar, sino a agradecer a quien ‘le echó un ojo’ a los niños, a revisar tareas y entonces es una jornada que se alarga, pero al mismo tiempo es lo que me llena de fuerza”.
Novaro, premiada en los festivales de Berlín, Sundance y La Habana, ya era madre de dos hijos cuando comenzó a estudiar en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos.
Los sets de filmación siempre sirvieron como una zona de juegos para sus hijos, arrancando con el de su cortometraje “Una Isla Rodeada de Agua” (1984), obra adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Sus “pequeños” Mara, Santiago y Lucero ahora tienen 45, 43 y 32 años. Todos ellos comparten el amor que su madre le tiene al séptimo arte, pasión que se extiende también a los cuatro nietos de la cineasta.
La complejidad de mezclar el séptimo arte con los pañales, las mamilas y la responsabilidad de otra vida, aumenta cuando se filma tarde y noche un proyecto, y al mismo tiempo se está embarazada.
Ese es el recuerdo que tiene Alejandra Márquez Abella, quien esperaba su segundo bebé a la par de la difusión de Las Niñas Bien en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Hoy, su hija Marisa tiene tres meses.
Con otro hijo de seis años, Santos, la directora aspirante al Ariel por su cinta basada en los personajes de Guadalupe Loaeza, ha aprendido a optimizar su tiempo entre rodajes y reuniones para sus proyectos.
“La maternidad me ha vuelto más eficiente. Como ya no tienes tanto tiempo, los asuntos se tienen que resolver. Se resuelven en el tiempo que uno establece, cosa que en disciplinas como la nuestra puede colgarse”.
Solidaria con sus colegas y consciente de lo difícil que es trabajar y ser madre al mismo tiempo, la directora abre constantemente sus sets para que asistan los hijos de las actrices y otros miembros del equipo.
El día de Márquez Abella comienza a las 6:00 de la mañana para llevar a su hijo al kinder. Aprovecha las mañanas para escribir guiones a la vez que recibe ayuda para cuidar a Marisa. Por la tarde vuelve a la escritura, mientras su hijo hace sus tareas para aprender a leer o ver televisión. “Siento que me he vuelto súper ágil para escribir con Peppa Pig de fondo”, bromeó la realizadora.
Como cabezas de proyectos, ambas cineastas han sentido miedo y dudas por el tiempo que requiere una producción, pero sostienen que su mirada como creadoras se debe a que sus hijos las inspiran.
ASÍ LO DIJO
“Hay situaciones que te desgarran emocionalmente, cuando sientes que los niños podrían estar mejor si tú estuvieras haciendo algo diferente a lo que haces. Esa sensación la tuve muchas veces y me generó culpa”.
-María Novaro, cineasta
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