En el Dodger Stadium, Guns N’ Roses demostró que sigue siendo una potencia incuestionable del rock
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Los Ángeles — El nombre de la gira actual de Guns N’ Roses, “Not in This Lifetime” (“No en esta vida”), proviene de una declaración hecha por el cantante Axl Rose hace cuatro años, cuando se le preguntó por la posibilidad de una reunión de la formación original de su banda. Pero eso ya es una noticia vieja; la nueva es que, durante la primera de sus dos presentaciones en el Dodger Stadium de Los Ángeles, la versión actual (y muy cercana a la ideal) de esta legendaria agrupación ofreció un espectáculo memorable.
No todo fue perfecto, claro; faltaba en la alineación un integrante esencial, el guitarrista rítmico Izzy Stradlin, quien compuso muchos de los grandes éxitos del grupo, y se extrañaba la participación del baterista Steven Adler, que sí ha tocado brevemente en otras de las presentaciones de este tour. Sin embargo, a estas alturas, ver juntos y en tan buen estado musical (porque lo físico ya es otra cosa) a Axl, Slash y el bajista Duff McKagan es un lujo que no debería ser ignorado por ningún amante del rock.
Parece incluso que algunas cosas han cambiado para bien, ya que GNR salió a la tarima minutos antes de lo anunciado, cuando Axl se hizo conocido a lo largo de su carrera por unas tardanzas que retrasaban a veces las presentaciones de modo desproporcionado. Por ese lado, el mito del descontrol parece haberse extinguido; pero lo importante aquí es que la agrupación entera, cobijada por un excelente sistema de sonido, un deslumbrante juego de luces y unas pantallas gigantes usadas para la transmisión de creativos videos, demostró un enorme nivel interpretativo, y que el mismo cantante mantuvo todo el tiempo un impresionante dominio vocal, alcanzando siempre las notas altas y prolongadas de las interpretaciones originales a pesar de que la actuación se prolongó casi por tres horas.
Recuperado ya de la lesión en el pie que se produjo durante el show de calentamiento del pasado mes de abril en un club angelino, Axl pudo desplazarse permanentemente a lo largo del escenario; y si bien estuvo lejos de mostrar el dinamismo interminable de los viejos tiempos (a fin de cuentas, tiene 54 años, aunque su tan mentado sobrepeso se encuentra muy controlado), no dejó de practicar ocasionalmente los movimientos cadenciosos que lo distinguieron en su juventud.
No podemos decir mucho de su personalidad ni de las actitudes negativas que ha tenido en el pasado, pero lo que sí podemos decir es que, ayer en la noche, dejó claramente sentado que sigue siendo unos de los mejores vocalistas del género, así como un ‘frontman’ esencial, con su propio sentido de la moda y sus constantes cambios de vestuario, incluyendo los de sombrero.
El que no se quitó nunca la camiseta negra ni el pantalón de piel del mismo color fue Slash, dedicado en cambio a impactar a la audiencia con su peculiar sonido de guitarra (agresivo pero accesible) y unos solos que no serán demasiado técnicos, pero que tienen una profunda raíz ‘bluesera’ y que, a nuestro parecer, resultan de lo más inspirados. Por ese lado, no dejó de tocar su reconocida recreación del tema central de “The Godfather”, que empalmó con “Sweet Child O’ Mine”, el éxito radial más grande de su carrera y una de las interpretaciones más celebradas del concierto.
Antes de eso, los ‘gunners’ -que incluyeron dos temas del cuestionado álbum “Chinese Democracy”, pese a que ni Slash ni McKagan tocaron en él- ya habían ofrecido un generoso desfile de rock’n’roll duro y directo, gracias a unos minutos iniciales que estuvieron marcados por “It’s So Easy”,“Mr. Brownstone”, “Welcome to the Jungle”, “Live and Let Die” (original de Paul McCartney), “Rocket Queen” (con las pantallas de video transmitiendo imágenes de unos esqueletos en pleno acto sexual), “You Could Be Mine” y “Civil War”, es decir, piezas emblemáticas de este género que encendieron los ánimos en un estadio que se encontraba repleto con una audiencia en la que se veían varias canas, pero también gente muy joven.
En este caso, el desorden fue únicamente simbólico, porque no vimos que nadie se portara mal o que los numerosos agentes de seguridad presentes tuvieran mucho trabajo; en realidad, todo el mundo parecía estar feliz de ver a estos mitos vivientes, y eso no cambió cuando el aspecto agresivo de la música se transformó en dulzura para dejar que Axl se sentara al piano con el fin de entonar “November Rain”, una canción que para algunos era una muestra del declive de una banda que se encontraba dejando supuestamente sus raíces, pero que cuenta sin duda alguna con un enorme poder emotivo.
Tras la interpretación de una furiosa versión de “Nightrain” llegó el momento del ‘bis’, con la presencia de la infaltable pieza acústica “Patience”, un logrado ‘cover’ de “The Seeker” (original de The Who) y el gran final en manos de “Paradise City”, acompañado por una vistosa sesión de fuegos artificiales. GNR repite la función esta noche y en el mismo lugar, y no podríamos ser más enfáticos en recomendar la asistencia.
El único detalle negativo fue la hora de inicio del show completo, ya que la banda ‘telonera’ The Cult, que proviene de Inglaterra y tiene también una sólida reputación entre los amantes del ‘hardrock’, salió al tabladillo a las 6.30 de la tarde, todavía con el sol encima, lo que se tradujo en una ‘performance’ enérgica y cargada de ‘hits’ como “Love Removal Machine” y “Wild Flower”, pero frente a una audiencia muy escasa. Si quieres verla hoy, no te quedará más remedio que llegar realmente temprano; GNR hizo lo suyo después de las 8.
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