Cirque du Soleil vuelve a dejar boquiabiertos a los espectadores con su alucinante ‘Kurios’
Los Ángeles — Por esencia, los espectáculos de la compañía canadiense Cirque du Soleil poseen un nivel artístico mucho más elevado que el de los circos tradicionales, así como una sofisticación que los hace no solo particularmente adecuados para el público infantil, sino también sumamente placenteros para los adultos; y el nuevo show “Kurios: Cabinet of Curiosities”, además de no ser una excepción a esta regla, es probablemente uno de los más alucinantes que esta empresa ha ofrecido en los últimos tiempos.
Además de la enorme creatividad de su puesta en escena, las presentaciones de Cirque du Soleil mantienen un hilo conductor que le brinda lógica a la narrativa, y en este caso, todo se mueve alrededor del personaje de un inventor de fines del siglo XIX que crea una máquina cuya meta principal es desafiar las leyes del tiempo, el espacio y la dimensión, con el fin de recrear a su manera todo lo que le rodea.
Esta idea se presta para toda clase de ‘sketches’ ingeniosos, así como para la implementación de una estética propia del ‘steampunk’, subgénero de la ciencia-ficción que combina elementos del pasado y que, en el plano del cine, se ha plasmado en títulos como “The City of Lost Children”, “The League of Extraordinary Gentlemen” y hasta la “Hugo” de Scorsese.
La comparación no es gratuita, porque “Kurios” es una propuesta eminentemente visual que, aparte de la ya proverbial maestría de sus participantes para las maromas y las acrobacias, llega enmarcada por una serie de vehículos y artefactos que combinan lo ‘retro’ con lo futurista, realzando las virtudes de una entrega escénica llena de detalles meticulosamente cuidados que hay que ver para creer, ya sea que se aprecie durante las funciones actuales en OC Fair & Event Center (hasta el 29 de noviembre) o en las que se harán dentro del Dodger Stadium (desde el 10 de diciembre hasta el 7 de febrero del 2016).
En el plano del deslumbramiento evidente, la obra muestra, por ejemplo, a tres atletas femeninas de increíble elasticidad y de trajes fosforescentes que, tomando como base una enorme mano mecánica, realizan toda clase de piruetas, tan ágiles como imponentes; y, en otro momento, lo que aparenta ser una cena de comensales extravagantes e inclinados a las acrobacias encima de sillas (es decir, algo de por sí llamativo) alcanza literalmente vuelo gracias a una réplica exacta de lo que se ve en el suelo desde el techo del mismo auditorio (lo que significa que la faena se repite, pero de cabeza).
Sin embargo, en lo que a nosotros respecta, lo más impresionante fue lo que lucía más sencillo en términos relativos: una especie de acto mágico efectuado simplemente con manos que representaban a toda clase de personajes, y respaldado por una cámara que transmitía lo que se hacía en vivo sobre una pantalla gigante para completar la maravillosa ilusión.
Tampoco faltan en la función espectaculares sesiones de acrobacias aéreas, como la del tipo que desarma la avioneta en la que aparecen antes subidos dos de sus compañeros para protagonizar un arriesgado juego con aros que se inicia al ras del suelo pero se traslada luego a las alturas; o la de los trapecistas de aspecto casi idéntico que se valen únicamente de unas cuerdas para desplazarse de modo vertiginoso por encima de los asistentes, incluso de cabeza.
Y aunque no hay por aquí animales (lo que constituye de paso uno de los aspectos más atractivos para quienes se quejan del supuesto maltrato a criaturas naturalmente salvajes en las actividades circenses), no falta al menos un acto de payaso, aunque este luce de modo distinto a lo esperado y desarrolla lo suyo invitando a una guapa muchacha de la platea para sentarla en un sillón y efectuar ante ella una supuesta escena de seducción que, en su momento más logrado, lo encuentra imitando con pasmoso realismo a un gato.
Otra diferencia esencial de “Kurios” con los show más comerciales de la industria es el aspecto sonoro, sobre todo porque, a diferencia de la mayoría de los circos y de los espectáculos infantiles en general, que asaltan los oídos con música estridente de tendencia ‘techno’, lo suyo se plasma en melodías y ritmos de elegante reminiscencia europea (aquí hay tanto jazz como swing eléctrico), interpretados ante nosotros por instrumentistas de lujo y una vocalista absolutamente brillante: la griega Eirini Tornesaki. Con todo lo dicho, no hay que correr, sino volar a ver esto.
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