Morir en la frontera: cuatro migrantes guatemaltecos, tres de ellos niños, sucumbieron al extremo calor en Texas
Su hermana habÃa hecho el viaje el año pasado, siguiendo una trama familiar: cruzar hacia territorio estadounidense desde México con un niño menor de edad, rendirse a la Patrulla Fronteriza y solicitar asilo polÃtico. Luego, ser liberada y comenzar una nueva vida en Estados Unidos.
Briseyda Lisseth Chicas Pérez, de 20 años, una ex reina de belleza local conocida por su personalidad animada, se dirigió al norte el mes pasado, junto con su esposo y sus dos hijos pequeños. Viajaron más de 1.000 millas por tierra a través de sus nativos Guatemala y México, hasta RÃo Grande.
Pero una vez que llegaron a la frontera, las cosas se complicaron trágicamente; una en una serie de calamidades recientes que involucraron a familias migrantes en camino hacia EE.UU y que han puesto de relieve los peligros, especialmente para los niños, expuestos a riesgos que antiguamente eran asumidos en general por hombres solteros.
El 23 de junio, agentes de la Patrulla Fronteriza encontraron los cadáveres de Chicas Pérez y su hijo Denilson, de 18 meses de edad, junto con los restos de otros dos pequeños, entre la maleza justo al norte de RÃo Grande (conocido en México como rÃo Bravo) y en las afueras de McAllen, Texas. Otras dos madres habÃan sobrevivido, pero sus hijos perecieron. Todos eran guatemaltecos y habÃan cruzado el rÃo juntos cuatro dÃas antes, informaron sus familiares.
Las autoridades sospechan que las madres se perdieron en el implacable terreno mientras intentaban entregarse a la Patrulla Fronteriza, y que Chicas Pérez y los pequeños sucumbieron a la deshidratación y exposición al ardiente calor del sur de Texas.
“La pequeña de mi hija murió en los brazos de su madreâ€, expresó Celia Alicia Ochoa Aguilar, cuya hija, Neily Yoseli Aguilar Ochoa, de 34 años, con tres hijos, sobrevivió junto con otra mujer.
La hija menor de Aguilar Ochoa, Juana Anastasia Miranda Aguilar, de tres años, fue una de los tres pequeños fallecidos, junto con Marleny Mereidy Rivera Reyes, de 20 meses, y Denilson.
En la cercana aldea agrÃcola de Valle Liro, los familiares se enteraron por una llamada telefónica que Aguilar Ochoa, desde su cama en un hospital de Texas, le hizo a un hermano en Estados Unidos, describiendo cómo habÃa muerto su hija. Mientras proporcionaba los detalles se echó a llorar, incapaz de seguir hablando, contaron.
La tragedia se vio ensombrecida por otra que llamó la atención debido a una imagen dramática: las muertes por ahogamiento en el mismo rÃo de un hombre de El Salvador y su hija, de 23 meses de edad.
La fotografÃa de los salvadoreños ahogados -la niña con el brazo alrededor de la espalda de su padre, en un abrazo final, sobre las fangosas orillas del rÃo- enfocó la atención mundial en los migrantes centroamericanos que buscan asilo en Estados Unidos. Sus cuerpos fueron encontrados un dÃa después del hallazgo de los restos de los guatemaltecos.
Ningún fotógrafo de noticias documentó la espeluznante escena de las cuatro muertes en RÃo Grande desde Reynosa, México, y familiares en Guatemala y en Estados Unidos quedaron confundidos y perturbados. Nadie les ha dicho cuándo serán repatriados los cuerpos.
“No hemos escuchado nada, sólo que mi hija y mi nieto se han idoâ€, afirmó Ofelia Pérez, madre de Briseyda Chicas Pérez, sollozando desconsoladamente en el patio sombreado de su casa aquÃ, mientras las gallinas piaban y las mujeres del vecindario preparaban tamales y arroz para los visitantes que ofrecÃan sus condolencias. “Le rogué a mi hija que no fuera. SabÃamos de los peligros. Pero ella insistió: ‘Mamá’, dijo, ‘tenemos muchas necesidades. Quiero ayudarte a ti y a mi hermanita’â€.
La hermana de Briseyda, Asly Michel Chicas Pérez, de seis años, que se quedó en casa, tiene una afección cardÃaca que requiere visitas médicas mensuales, lo cual reduce el presupuesto familiar sostenido por el efectivo que envÃan otros dos hijos adultos que ya viven en Estados Unidos.
Nadie sabe, tampoco, qué ocurrirá con las dos mujeres sobrevivientes que perdieron a sus hijos y se enfrentan a una posible deportación a Guatemala. Ambas fueron derivadas a custodia de Estados Unidos y hospitalizadas, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala. Los parientes sostienen que las dos se han recuperado fÃsicamente, pero que están devastadas a nivel emocional.
Las autoridades de inmigración de EE.UU y el FBI, que investigan el caso porque los cuerpos fueron encontrados en tierras federales, se negaron a comentar sobre el estado de las mujeres.
Los familiares precisaron que ambas sobrevivientes preferirÃan permanecer en Estados Unidos, donde ahora residen sus esposos, y donde una de ellas, Aguilar Ochoa, quien perdió a su pequeña, tiene un hijo de 11 años que vive en Kansas City junto con su marido. La otra sobreviviente, Yaquelin Mereidy Reyes Sopon, de 19 años, quien perdió a su único hijo, se dirigÃa a California, donde reside su esposo. Su hija tenÃa tres meses cuando él se fue al norte, para no volver a verla jamás.
Los incidentes mortales en la frontera dramatizan cómo la actual ola de emigración de familias centroamericanas vuelve a los niños especialmente vulnerables.
Los migrantes cargan a menores en furgonetas y remolques que contrabandean personas o sobre trenes de mercancÃa; los llevan a través de RÃo Grande en balsas desvencijadas o los guÃan a pie por zonas remotas y calurosas del sudoeste de EE.UU, donde cientos de migrantes perecen cada año.
Multitudes de centroamericanos han superado los riesgos y lograron reasentarse en Estados Unidos en los últimos meses, en espera de audiencias judiciales sobre sus peticiones de asilo polÃtico. Pero el endurecimiento de controles en México, en respuesta a la presión del gobierno de Trump, dejó a miles de personas atrapadas en las fronteras sur y norte de ese paÃs.
Para Chicas Pérez y su esposo, traer a sus dos hijos significaba mantener a su familia intacta, aliviar las divisiones desgarradoras que inevitablemente marcan la emigración. Pero la presencia de los niños también tenÃa un propósito práctico: una cobertura contra la detención prolongada en Estados Unidos, donde las leyes generalmente prohÃben la retención de migrantes menores por perÃodos prolongados, una práctica que Trump definió como “captura y liberaciónâ€.
En toda América Central se ha corrido la voz de que viajar con menores de edad, rendirse a los agentes en la frontera de Estados Unidos y solicitar asilo polÃtico puede ser el boleto para una nueva vida. “Uno escucha que con los niños es muy fácil cruzarâ€, afirmó Ofelia Pérez desde su hogar, en esa calurosa extensión de tierras bajas cerca del PacÃfico, en el oeste de Guatemala.
Las cuatro vÃctimas provenÃan de esa región agrÃcola tropical, hogar de vastas plantaciones de plátanos y aceite de palma para el mercado de exportación y los conglomerados multinacionales de alimentos. Los campesinos trabajan desde el amanecer hasta la noche por el equivalente a aproximadamente $12 por dÃa, en los campos de los terratenientes ricos. Ese es otro mundo en comparación con la postal guatemalteca de lagos azules, imponentes volcanes y puestos de artesanÃas.
La emigración a Estados Unidos siempre ha brindado una alternativa económica, tanto ahà como en otras áreas de Guatemala, y con frecuencia se idealiza y se ocultan las dificultades y los peligros, incluidos los ataques por parte de pandillas y contrabandistas mexicanos, a menudo en complicidad con policÃas. Los guatemaltecos habÃan pagado la tarifa del traficante de personas, de unos $2.500 por persona, para ser transportados a través de México hasta la frontera de Estados Unidos, dijeron sus parientes. Al menos una familia usó su hogar como garantÃa, una práctica que no es infrecuente en un área donde la emigración es vista por muchos como el único medio para avanzar.
“La gente de ahà tiene muchos conceptos erróneos sobre cómo se vive del otro lado, de lo difÃcil que puede ser la vida, los riesgos a los que uno puede exponerse yendo hacia el norteâ€, señaló Julio Pérez, mientras se sentaba en el patio con piso de tierra de su casa familiar y trataba de reconfortar a su hermana, la angustiada Ofelia Pérez, mientras otros descansaban en hamacas.
Briseyda era una sobrina privilegiada. Los familiares exhiben un álbum de fotos de la joven vestida como reina de belleza en Buenos Aires, el vecindario de su familia en el pueblo de Chiquirines, que forma parte del extenso municipio rural de La Blanca. “Briseyda siempre sonreÃa, todo el tiempo animaba a la genteâ€, afirmó el tÃo, quien vivió en Estados Unidos durante tres años y trabajó en plantas procesadoras de pollo en Missouri.
Durante gran parte de su vida, la chica habÃa estado expuesta al atractivo del norte. Un hermano, de 26 años, lleva en Estados Unidos ya un lustro, pero permanece indocumentado, comentó la familia. Su hermana mayor se fue el año pasado junto con su hijo de seis años y ahora está en Missouri, con su hermano.
“Mi otra hija lo hizo en cinco dÃasâ€, dijo Ofelia Pérez, quien agregó que ella misma resistió las súplicas para marcharse al norte con su hija enferma de seis años.
Ofelia Pérez recordó una conversación telefónica reciente en la que Briseyda le dijo a su hermana en Estados Unidos: “¡Cruzaste con facilidad, asà que yo también voy!â€.
Además, sus suegros eran un poderoso imán; viven en Kansas, donde ella, su esposo y sus dos hijos se dirigÃan.
Una vez en la frontera, comentaron sus familiares, el esposo cruzó con éxito el RÃo Grande, primero con la hija de tres años de la pareja, Ingrid Alondra.
Muchas familias migrantes con destino a Estados Unidos se separan en la frontera y cruzan por separado, dividiendo a los niños entre los padres. La estrategia pretende reducir las posibilidades de que ambos progenitores queden detenidos.
Chicas Pérez cruzó el RÃo Grande a media tarde del 19 de junio, dicen sus familiares. Acompañándola en la embarcación del contrabandista, según los familiares, estaban su hijo y las dos mujeres que finalmente sobrevivieron a la terrible experiencia, cada una con su propio hijo.
Lo que sucedió en los dÃas transcurridos entre el exitoso cruce del rÃo hacia el territorio estadounidense y el descubrimiento de los cuerpos sigue sin estar claro. Pero las tres madres, que se quedaron solas en un terreno seco con sus pequeños, se enfrentaron claramente a condiciones extremas.
En Guatemala, los familiares han instalado en sus hogares memoriales adornados con flores, que exhiben velas, fotos y otros recuerdos. Un vaso de agua reposa en cada altar, emblemático de los tristes esfuerzos de las vÃctimas por saciar la sed vital. “El agua es para mi hermana y mi sobrinoâ€, explicó Saydy Chicas Pérez, otra hermana de Briseyda que permanece en el hogar familiar. “Que nunca más les falte algo para beberâ€.
Las corresponsales especiales Liliana Nieto del RÃo, en La Blanca, y Claudia Palacios en la ciudad de Guatemala; la reportera de planta Molly Hennessy-Fiske, en Houston, y Cecilia Sánchez, de la corresponsalÃa de The Times en México, contribuyeron con este artÃculo.
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