Dos años después, la prohibición de viaje de Trump sigue separando a miles de familias
Después de siete años de romance a larga distancia, Shamim Darchini estaba ansiosa por vivir finalmente con el hombre que amaba.
Era 2017, se había convertido recientemente en ciudadana de Estados Unidos y creía que la solicitud de visa de su esposo, que había estado pendiente por dos años, pronto sería aprobada. El plan era que él dejara su nativo Irán y se uniera a ella en California, donde era estudiante universitaria.
Darchini sabía que el gobierno de Trump intentaba implementar una prohibición de viaje que incluía a Irán, pero le aseguraron que los familiares cercanos estaban exentos de ella.
Ese noviembre, el oficial consular que entrevistó a la pareja en la Embajada de Estados Unidos en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, “dijo que todo parecía estar bien”, relató Darchini.
Pero no fue así. Más de un año y medio después, su solicitud aún está en “proceso administrativo”. Eso es todo lo que los funcionarios de inmigración les dicen.
Las discusiones sobre la prohibición de viajar tienden a centrarse en los ciudadanos extranjeros a quienes se les ha negado la entrada a Estados Unidos. Pero las vidas de Darchini y de miles de otros ciudadanos estadounidenses también han sido trastocadas por la medida.
La pena ante la separación de los seres queridos se amplifica por la incertidumbre que rodea el proceso para obtener una exención de la prohibición. Esto deja a muchos en un angustioso limbo, que les impide saber si sus familias alguna vez serán admitidas en Estados Unidos.
La versión actual de la prohibición incluye a Irán, Libia, Somalia, Siria, Yemen, Corea del Norte y Venezuela, países que según el gobierno de Estados Unidos no comparten información que lo ayude a determinar si ciertos viajeros podrían estar involucrados en el terrorismo.
La única forma de ingreso para personas de esos países son las exenciones, que se otorgan a quienes demuestren que su entrada es de “interés nacional” para EE.UU y que, sin su ingreso, ellos o sus familias sufrirían “dificultades excesivas”, según la orden ejecutiva del presidente Trump que creó la prohibición.
Pero el gobierno no ha definido qué entiende por “interés nacional” o “dificultades excesivas”, ni brinda mucha información sobre cómo se decide quién califica para una exención.
En un par de demandas pendientes presentadas el año pasado contra la administración, ciudadanos estadounidenses y sus parientes extranjeros alegan que el proceso es altamente irregular y subjetivo. Señalan que sus solicitudes de exenciones fueron denegadas en masa por razones que nunca les fueron explicadas. A otros se les comunicó la aprobación de sus visas, pero luego fueron denegadas o quedaron pendientes por tiempo indefinido.
“Hemos escuchado todo tipo de historias sobre la irregularidad con que se están considerando las exenciones”, indicó Esther Sung, abogada de los demandantes en uno de los casos.
Un portavoz del Departamento de Estado nacional no respondió a las preguntas sobre las inconsistencias en la forma en que se otorgan las exenciones.
Sólo recientemente -en respuesta a una solicitud de un congresista-, el Departamento de Estado dio a conocer estadísticas sobre la concesión de visas a personas de los países sujetos a la prohibición.
La gran mayoría -tres cuartos de los 48.656 que presentaron su solicitud en los 11 meses posteriores a que el Tribunal Supremo confirmara la prohibición, en diciembre de 2017- fueron rechazados. Menos del 5% había sido aprobado y más de un tercio todavía estaban esperando sus visados.
Un total del 21% todavía sigue esperando respuestas, como Darchini.
Para ella, la incertidumbre ha tenido un alto costo.
En febrero pasado comenzó a experimentar migrañas y palpitaciones, problemas que su médico atribuyó al estrés de la separación forzada de su esposo, Amin Sirati, quien es odontólogo y reside en la ciudad de Rasht. Ahora la mujer está tomando un medicamento contra la ansiedad.
Darchini, quien llegó a Estados Unidos por primera vez en 2011 para estudiar en la Universidad de California en Irvine, donde obtuvo un título en salud pública, ha podido hasta el momento visitar a su marido cada pocos meses.
Ahora está reconsiderando sus planes de comenzar a estudiar farmacología este otoño en San Diego, porque las fuertes exigencias del programa dilatarían mucho más esos viajes. “No puedo concentrarme en estudiar y no podemos hacer planes para el futuro”, afirmó.
Espacio para la interpretación
La orden presidencial que establece la prohibición de viajar afirma que las exenciones serán decididas caso por caso por los funcionarios consulares o cualquier otra persona que el jefe de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU asigne a la tarea.
La norma deja un amplio margen para la interpretación, y las decisiones pueden frustrar y confundir a los solicitantes.
A fines de 2017, Mohamed Mohsin recibió la notificación oficial que había esperado durante dos años: se habían aprobado las visas para su esposa y cuatro hijos.
Era un paso importante en su ‘sueño americano’, que había comenzado en 2004, cuando abandonó Yemen y se convirtió en conductor de camiones en Detroit. Cinco años después, obtuvo su ciudadanía de Estados Unidos.
El hombre dividía su tiempo entre Estados Unidos y Yemen, donde residían su esposa y su creciente número de hijos, mientras ahorraba lo suficiente para comprar una casa de dos habitaciones.
Pero cuando fue a recoger las visas en la Embajada de Estados Unidos en Djibouti, sólo estaban las de los cuatro niños.
Como Yemen estaba devastado por la guerra, Mohsin decidió enviar a los pequeños -ahora de tres, seis, ocho y 12 años de edad- a vivir en Detroit, cada uno con un pariente diferente. Él y su esposa, Ahlam Alsoufi, se trasladaron a Djibouti, donde esperan la visa de ella desde entonces.
Cada pocos días, ambos hablan con sus hijos por teléfono. “Mi niña de 12 años me pregunta por qué mentí y no fui a Estados Unidos con ellos. No sé cómo responder a eso”, expresó Mohsin. “¿Qué puedes decirle?”.
El futuro en el limbo
Según lo declarado, el objetivo de la prohibición de viaje es mantener alejados del país a los terroristas.
La idea de que su prometida, Mehraneh Rayatidamavandi, pudiera ser vista como una amenaza para Estados Unidos le pareció absurda a Brian Swank, quien pensó que la mujer pasaría el proceso de solicitud de visa.
La pareja se conoció en 2015, en la Facultad de Ciencias Ambientales y Forestales de la Universidad Estatal de Nueva York en Siracusa, donde ambos estudiaban arquitectura del paisaje. Él era de Nueva Jersey, ella de Irán y vivía en Estados Unidos con una visa de estudiante.
“Yo le hablé sobre Halloween y ella me contó sobre Irán y Nowruz, el Año Nuevo Persa”, relató Swank.
Un año después, todavía estaban saliendo, pero la visa de la chica estaba a punto de expirar. Se comprometieron en mayo de 2016, justo antes de que ella regresara a su país de origen.
Hace dos años solicitaron una visa como su prometida, llamada K-1, y todavía están esperando una respuesta. “Toda la premisa de la prohibición de viajar es que no se puede examinar adecuadamente a las personas”, remarcó Swank. “Pero ella ya ha sido examinada antes. Ella estuvo aquí, tuvo una visa, no le hizo daño a nadie. Nunca podría haber imaginado que algo así me pasaría a mí”.
Swank, quien es cristiano, se niega a visitar Irán debido al historial de persecución de las minorías religiosas. Él y Rayatidamavandi se han reunido entonces en Malasia, en Georgia, en los Emiratos Árabes Unidos y en otros países que le permiten a ella el ingreso con su pasaporte iraní.
Sus conversaciones telefónicas se han vuelto sombrías. Antes hablaban de sus sueños de formar una familia, tener un perro y una casa, ahora, mayormente discuten cómo superar la prohibición. “Creo que mucha gente piensa que esto no afecta a los estadounidenses”, dijo Swank. “Soy un estadounidense de cuarta generación... pero este impedimento no sólo perjudica a los extranjeros”.
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