Los médicos de Los Ángeles planean incluir a más personas de color en el ensayo de la vacuna COVID-19
Los pacientes del hospital del Dr. Eric Daar tienen un alto riesgo de enfermarse gravemente a causa del COVID-19 y él está decidido a asegurarse de que formen parte del esfuerzo para combatir la enfermedad.
También espera que puedan protegerse en el proceso.
Mientras Daar y sus colegas en Harbor-UCLA Medical Center comienzan a inscribir a 500 voluntarios en un ensayo para probar una vacuna COVID-19 producida por AstraZeneca, intentarán asegurarse de que la mayoría, si no todos, sean personas mayores de 65 años, aquellos con enfermedades crónicas y miembros de grupos raciales y étnicos desatendidos.
Saben que no será fácil.
“Es una prioridad y una obligación asegurarnos de que nuestra comunidad esté bien representada en estos ensayos”, dijo Daar, un especialista en enfermedades infecciosas que abandonó sus otros proyectos de investigación para centrarse en una vacuna para el COVID-19.
El hospital en Torrance atiende a pacientes en South Bay que son predominantemente negros, latinos e isleños del Pacífico. Muchos viven en hogares abarrotados y se ganan la vida haciendo un trabajo “esencial” que los expone al virus: son enfermeros, cocineros, limpiadores de casas, jornaleros, conductores de autobuses y trabajadores de saneamiento.
“Si no tienes una comunidad representada en el ensayo, es difícil extrapolar sus resultados a la comunidad”, dijo la colega de Daar, la Dra. Katya Corado. “Queremos encontrar algo para proteger a nuestros pacientes y seres queridos”.
Los residentes latinos y negros en Estados Unidos tienen casi tres veces más probabilidades de ser diagnosticados con COVID-19 y casi cinco veces más posibilidades de ser hospitalizados con la enfermedad. En el condado de Los Ángeles, los latinos en particular han sido afectados de manera desproporcionada por el virus.
Ocho de cada 10 muertes por COVID-19 en todo el país se producen en personas mayores de 65 años, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Históricamente, los pacientes negros y latinos han tenido menos probabilidades de ser incluidos en ensayos clínicos para el tratamiento de enfermedades, a pesar de las pautas federales que fomentan la participación de las minorías y los ancianos.
Los Institutos Nacionales de Salud y la Administración de Alimentos y Medicamentos han instado a los investigadores de enfermedades infecciosas a centrarse en estas poblaciones vulnerables en los grandes ensayos de fase 3 que probarán qué tan bien las vacunas previenen el COVID-19.
El Harbor-UCLA, un hospital público de enseñanza que pertenece y es operado por el condado de Los Ángeles, es uno de los aproximadamente 100 sitios en todo el país que probarán la vacuna candidata AstraZeneca, que se desarrolló en colaboración con la Universidad de Oxford en Gran Bretaña. Los ensayos de fase 3 para candidatos a vacunas producidos por Moderna y Pfizer ya están en marcha. Cada una de las tres compañías busca reclutar a 30.000 personas, 20.000 de las cuales recibirán la vacuna y 10.000 un placebo, para probar si la vacuna previene el COVID-19.
De acuerdo con el protocolo del ensayo AstraZeneca, los pacientes deberán realizar de 15 a 20 visitas al hospital durante el transcurso de los dos años del ensayo. Por cada visita, recibirán hasta $100.
El equipo de Harbor-UCLA se está acercando a los posibles participantes mediante la distribución de folletos en las clínicas y organizaciones comunitarias, y por medio de la creación de campañas específicas en las redes sociales, dijo Daar. El hospital ofrecerá servicios de automóvil para llevarlos a sus citas.
La Facultad de Medicina Keck de USC también participa en el ensayo AstraZeneca y ha colocado un sitio de reclutamiento en Vernon para ayudar a alcanzar a las poblaciones más vulnerables. La ciudad al sur del centro de Los Ángeles alberga muchas fábricas y plantas empacadoras de carne donde los trabajadores han experimentado altas tasas de infección por coronavirus.
Hasta el momento, el reclutamiento de pacientes de alto riesgo en otros ensayos de COVID-19 ha sido heterogéneo. Moderna, que comenzó el primer ensayo de fase 3 el 27 de julio, anunció el viernes que el 18% de sus más de 13.000 inscritos hasta ahora eran de ascendencia negra, latina o nativa americana, un alto porcentaje según avanzan los ensayos clínicos, pero solo alrededor de un tercio de la meta establecida por los funcionarios de los NIH.
Los médicos sospechan que las tasas más altas de enfermedad y hospitalización en grupos minoritarios se deben tanto a condiciones de salud, como diabetes y enfermedades cardíacas subtratadas, como a una mayor exposición en lugares de trabajo y viviendas abarrotadas. Los factores ambientales como los vecindarios contaminados también podrían tener un impacto.
Si bien hay poca evidencia de que las vacunas afecten a las personas negras o latinas de manera diferente que a las personas blancas, el tema no se ha estudiado realmente, señaló el Dr. Akilah Jefferson Shah, alergólogo / inmunólogo y bioético de la Universidad de Arkansas para las Ciencias Médicas. Esa es otra razón para asegurarse de que estos grupos estén bien representados en los ensayos, manifestó.
“Sabemos ahora que hay respuestas de subgrupos a los fármacos por su género, pero nadie se dio cuenta hasta que comenzaron a incluir mujeres en estos estudios”, expuso Jefferson Shah. “La raza no es genética. Es una construcción social. Pero existen variantes genéticas más prevalentes en determinadas poblaciones. No lo sabremos hasta que lo miremos”.
Inscribir a un grupo diverso de pacientes también ayudará a generar confianza y aceptación de una vacuna de COVID-19, dijo Corado. En una encuesta realizada en mayo por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, solo el 25% de los negros y el 37% de los hispanos dijeron que definitivamente buscarían la vacuna, en comparación con el 56% de los blancos.
En julio, el equipo de vacunación de UCLA comenzó a realizar reuniones semanales de Zoom con unos 25 activistas y miembros del clero para conocer lo que la gente de sus comunidades decía sobre la vacuna y obtener consejos sobre cómo diseñar materiales educativos para el ensayo.
Lo que han escuchado sugiere que tendrán una batalla de reclutamiento cuesta arriba.
Dontá Morrison, integrante del consejo comunitario y activista contra el VIH, señaló que la gente suele decir en las redes sociales que la vacuna está diseñada para propagar el COVID-19 como parte de un plan para deshacerse de los votantes negros. (Ninguna de las vacunas contiene coronavirus infeccioso).
“Puede parecer inverosímil, pero esas son las conversaciones porque tenemos una administración que no ha demostrado ser digna de confianza”, dijo Morrison.
Señaló que el primer desafío que enfrentan los reclutadores de Harbor-UCLA es convencer a los líderes comunitarios, en particular a los miembros del clero, de que la vacuna es segura. A los líderes de la iglesia les preocupa que se les culpe por apoyar el ensayo si la vacuna termina enfermando a sus feligreses, expuso.
Si se hace bien, el ensayo podría generar confianza en la ciencia médica mientras ayuda a las minorías a ayudarse a sí mismas, y al resto de nosotros, a encontrar una salida al problema actual, dijo Morrison.
El Dr. Raphael Landovitz, médico e investigador científico del Centro Médico Ronald Reagan de UCLA en Westwood, que también participa en el ensayo, estuvo de acuerdo.
“Esperamos que la gente comprenda que esta es una oportunidad, si tenemos éxito, de recuperar algo de poder y control en esta situación que nos ha hecho sentir tan impotentes a muchos de nosotros”, concluyó.
Arthur Allen escribe para Kaiser Health News, un servicio de noticias sin fines de lucro que cubre temas de salud. Es un programa editorialmente independiente de Kaiser Family Foundation y no está afiliado a Kaiser Permanente.
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