Estudio revela en preparatorianos vínculo entre el tiempo que pasan ante las pantallas y TDAH
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Con todos los deslizamientos y pases de pantalla, conversaciones instantáneas, navegación y transmisión de videos que consume la mente de los adolescentes, un padre estadounidense podría mirar a su joven hijo y preguntarse si es posible que tenga algún pensamiento sostenido.
Una nueva investigación justifica esa preocupación, sugiriendo que los adolescentes que pasan más tiempo alternando entre un número creciente de plataformas de medios digitales, exhiben crecientes dificultades de atención y problemas de control de impulsos.
En un grupo de más de 2500 estudiantes de preparatoria del área de Los Ángeles, que no mostraron evidencia de problemas de atención al principio del estudio, investigadores de USC, UCLA y UC San Diego encontraron que aquellos que se involucraron en más actividades de medios digitales durante un periodo de dos años, reportó un aumento en el número de síntomas relacionados con el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH).
El resultado de la asociación entre el uso de medios digitales y los síntomas de TDAH en adolescentes fue moderado. Pero sí fue lo suficientemente claro que no podía descartarse como un azar estadístico. En promedio, en cada nivel, un adolescente que subió en la escala de involucramiento digital, su nivel promedio de síntomas de TDAH reportados aumentó en aproximadamente un 10 por ciento.
Los resultados no muestran que el uso prolífico de medios digitales cause síntomas de TDAH, y mucho menos que produzca un nivel de deterioro que justifique un diagnóstico de TDAH o un tratamiento farmacéutico.
De hecho, es posible que la relación sea inversa: que los problemas de atención lleven a un adolescente a un involucramiento en línea más intenso.
Pero, para el tiempo en el que 95 por ciento de los adolescentes posee o tiene acceso a un teléfono inteligente y 45 por ciento dice estar en línea “casi constantemente”, el nuevo estudio plantea algunas preocupaciones severas sobre lo que sucederá en el futuro con la cuestión de poner atención. Estos datos fueron publicados el 17 de julio en el Journal of the American Medical Association.
Los hallazgos se producen cuando los profesionales de la salud mental reconsideran su comprensión del TDAH, una afección psiquiátrica que durante mucho tiempo se pensó que comenzaba en la primera infancia y duraba toda la vida. Marcada por impulsividad, hiperactividad y dificultad para mantener la atención, se estima que el TDAH afecta aproximadamente a 7 por ciento de los niños y adolescentes.
Pero, el trastorno se diagnostica cada vez más en adolescentes y adultos mayores, y en algunos aumenta y disminuye a lo largo de la vida. Sin importar si sus síntomas fueron omitidos tempranamente, se desarrollaron más tarde o son provocados por circunstancias cambiantes.
La nueva investigación, que abarcó a 2587 estudiantes de décimo y onceavo grado que asisten a escuelas públicas en el condado de Los Ángeles, plantea la posibilidad de que, para algunos, los síntomas del TDAH sean provocados o exacerbados por las solicitudes hiperestimulantes de un mercado parpadeante, vibrante y siempre activo de ofertas digitales que está tan cerca como su dispositivo inalámbrico en el bolsillo.
“Creemos que estamos estudiando la aparición de nuevos síntomas que no estaban presentes al comienzo del estudio”, expresó el psicólogo de USC Adam M. Leventhal, autor principal del estudio.
El estudio “es solo el último de una serie de resultados de investigaciones que demuestran que el uso excesivo de medios digitales puede tener consecuencias en el bienestar de los adolescentes”, aseveró la psicóloga de San Diego State University, Jean M. Twenge, que realizó investigaciones sobre adolescentes y el uso de teléfonos inteligentes, pero no estuvo involucrada en el nuevo trabajo.
La investigación de Twenge, publicada este año en la revista Emotion, exploró un fuerte declive en la felicidad y satisfacción de los adolescentes estadounidenses desde 2012. Al analizar los datos de 1.1 millón de adolescentes, Twenge y sus colegas encontraron la insatisfacción más alta entre aquellos que pasaron la mayor parte del tiempo encerrados ante una pantalla. A medida que aumentaba el tiempo dedicado a las actividades fuera de línea, también aumentaba la felicidad.
Leventhal y sus colegas evaluaron cinco veces, durante un periodo de dos años, el involucramiento digital de sus sujetos de estudio de entre 15 y 16 años, la primera vez cuando ingresaron al estudio y cuatro veces más a intervalos de seis meses. Pedían a los estudiantes que reflexionaran sobre la última semana e informaran si y cuánto habían participado en 14 actividades en línea separadas. Dichas actividades incluían: revisión de redes sociales, navegación por la web, publicar o comentar contenido en línea, enviar mensajes de texto, jugar, ver videoconferencias, transmisión de televisión o películas.
Dependiendo de la cantidad de actividades y la frecuencia con la que participó en ellas cada estudiante, los investigadores asignaron al alumno un “índice acumulativo de uso de medios” entre 1 y 14.
Cuatro de cada cinco estudiantes reconocieron el “uso de alta frecuencia” de al menos una actividad, incluido 54 por ciento que informaron a los investigadores haber revisado las redes sociales “muchas veces al día”. Un poco más de dos tercios usaron frecuentemente hasta cuatro actividades en línea en algún momento durante el periodo del estudio.
También se les preguntó a los estudiantes si habían experimentado 18 síntomas de TDAH, incluidos problemas con organizar, completar trabajos, quedarse quietos o permanecer haciendo una tarea. Si reconocían tener seis de ellos, se consideraron como “con síntomas positivos de TDAH”. En varios puntos del estudio, entre el 4.8 y el 6.9 por ciento de los sujetos cumplieron con este criterio.
El riesgo adicional que conllevaba ascender por la escalera de la “intensidad de uso de los medios” fue bastante modesto: alrededor de 10 por ciento para cada escalón hacia arriba.
Pero, en comparación con los usuarios que tuvieron un uso más ligero, los adolescentes que se involucraron más intensamente tenían más del doble de probabilidades de tener síntoma positivo. Entre los 495 estudiantes que informaron no usar frecuentemente los medios al inicio del estudio, el 4.6 por ciento se clasificó con síntoma positivo en algún momento. Entre los 114 que participaron en siete actividades digitales muchas veces al día, el 9.5 por ciento fueron positivos a los síntomas durante el seguimiento. Y para los 51 estudiantes que informaron el uso de alta frecuencia de las 14 actividades digitales, el 10.5 por ciento cumplió con los criterios de los síntomas.
Ese aumento duplicaba las probabilidades de tener síntoma positivo, “no es un resultado menor”, indicó Twenge. En efecto, sugiere que si un adolescente que es un usuario digital de alta intensidad pudiera desconectarse de sus dispositivos, podría reducir a la mitad su riesgo de síntomas significativos de TDAH.
“La mayoría de las veces, un cambio en el estilo de vida que reduzca a la mitad el riesgo de un mal resultado vale más que la pena”, expresó Twenge. En los anales de la investigación sobre prevención de enfermedades, “la gran mayoría de las intervenciones son menos efectivas”.
Además, agregó, el uso de los medios digitales es algo que un adolescente puede cambiar. Los genes y la experiencia de vida traumática, ambos factores en el riesgo de TDAH de una persona, no son tan susceptibles a la modificación del comportamiento.
Los autores del estudio reconocieron que algunos de los estudiantes pueden haber tenido problemas de atención que no se mostraron desde el principio, pero fueron lo suficientemente significativos como para impulsar un uso desproporcionado de los medios digitales. Como el TDAH está relacionado con el comportamiento de búsqueda de sensaciones, y el uso de medios digitales es altamente estimulante, los sujetos con problemas de atención “subclínica” podrían haberse convertido en los usuarios digitales más pesados del estudio. A medida que el estudio se desarrollaba, sus síntomas pueden haberse vuelto más pronunciados.
Para descartar otras influencias, el equipo ajustó los datos brutos para tener en cuenta factores que ya están fuertemente relacionados con el TDAH, incluido el sexo masculino (los varones tienen más del doble de probabilidades de ser diagnosticados con TDAH), un historial familiar de uso de sustancias, síntomas depresivos y delincuencia. Los hallazgos aún continúan.
En un editorial que acompaña al estudio, la doctora Jenny Radesky, pediatra de la Universidad de Michigan, escribió que la exposición “constante” a los medios digitales puede privar al cerebro adolescente de la capacidad de descansar y refrescarse, en lo que los científicos del cerebro denominan el “modo predeterminado”. Los adolescentes que anhelan el próximo éxito digital pueden perder la capacidad de tolerar el aburrimiento, escribió, y un flujo interminable de notificaciones puede reducir la capacidad del niño para “concentrarse en tareas desafiantes que no le gusten tanto”.
Pero, eso no explica completamente los resultados del estudio. Si el involucramiento digital maníaco está desplazando el sueño y el ejercicio, eso explicaría fácilmente el deslizamiento de la función ejecutiva de un niño, escribió Radesky, un especialista en desarrollo conductual.
El doctor Lawrence Diller, psiquiatra infantil y especialista en TDAH que ha practicado durante más de cuatro décadas en Walnut Creek, California, también expresó escepticismo.
“Es atractivo pensar que, de alguna manera, la exposición a los medios, cambiantes todo el tiempo, puede hacer a un adolescente inatento o distraído”, señaló. “Pero no creo que eso sea lo que esté sucediendo aquí”.
Diller dijo que sospechaba que los niños que pasan mucho tiempo en las redes sociales y los juegos no están interesados en la escuela o en las tareas que sus padres les han asignado, por lo que simplemente han encontrado una salida alterna para sus energías.
“Estaría muy interesado en ver a estos niños en cinco o 10 años”, dijo Diller, autor de los libros Running on Ritalin y Remembering Ritalin. “Su situación de vida ha cambiado y le apostaría a que encuentra que los juegos y las redes sociales se han desvanecido. Ellos tienen otras cosas a las que quieren llegar”.
“Es tentador pensar que la televisión, los videojuegos y las redes sociales cambian el cerebro”, agregó. “Quizá lo hagan. Pero si ese es el caso, el cerebro puede volver a cambiar”.
Healy escribe para el U-T.
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