Trump culpa a un inmigrante por esta muerte, pero ¿por qué el asesino tenía una pistola?
Durante más de dos años he reflexionado acerca de la trágica muerte de Kathryn Steinle a manos de un inmigrante indocumentado llamado José Inés García Zárate.
Puede que el lector no recuerde el nombre de García Zarate, pero seguramente sí el de Steinle, una mujer de 32 años, de rostro alegre, muy viajada y oriunda de California, que se convirtió en la cara involuntaria de la histeria por la seguridad fronteriza que lideró gran parte de la última campaña presidencial republicana.
En una agradable tarde de verano en 2015, García Zarate encontró un arma robada en el Muelle 14 de San Francisco. Ésta se disparó. Steinle, quien paseaba por la zona, recibió la bala y murió.
García Zárate, de 45 años, también conocido como Juan Francisco López Sánchez, fue arrestado y acusado de homicidio en segundo grado, entre otros crímenes. Su estado migratorio y sus antecedentes -fue deportado cinco veces a México, encarcelado por el gobierno federal durante casi cuatro años por cruzar de regreso a los Estados Unidos, tiene varias condenas por drogas- lo convirtieron en el personaje perfecto para un país que está debatiendo su ley de inmigración.
Eso permitió que personas como Donald Trump lo retrataran como un depravado asesino, cuyos crímenes fueron posibilitados por la política de “ciudad santuario” de San Francisco, y cuyas fechorías subrayan la necesidad de un enorme muro fronterizo.
Por mi parte, siempre pensé en el arma. Por supuesto, el hombre que apretó el gatillo que acabó con la prometedora vida de una joven inocente debe rendir cuentas. Pero me pregunto si estamos pasando por alto a otro individuo, cuyas acciones ponen en movimiento la horrible cadena de eventos: el dueño del arma.
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El juicio por homicidio de García Zárate comenzó el lunes por la mañana en un acalorado tribunal de Justicia; el juez se disculpó por la rotura del aire acondicionado.
“Este es el arma con la cual este hombre disparó contra Kate Steinle”, afirmó la fiscal Diana García mientras el acusado miraba, mientras escuchaba la traducción a través de auriculares. “Ella está muerta porque este hombre apuntó con este arma en su dirección, y apretó el gatillo”.
Me estremecí por su madre, Elizabeth Sullivan, y por su hermano mayor, Brad, que estaban sentados en la primera fila de espectadores.
El 1º de julio de 2015, mientras paseaba por la zona de Embarcadero junto con su padre, relató García, Steinle fue alcanzada por una bala que le perforó la espalda y rasgó su aorta abdominal. Ella se tomó del hombre y ambos cayeron al suelo. “Ayúdame, papá”, dijo. Esas serían sus últimas palabras.
Steinle, quien vendía dispositivos médicos, fue declarada muerta dos horas después, en el Hospital General de San Francisco.
La fiscal García le dijo al jurado que García Zarate estaba sentado en una silla giratoria de metal en el Muelle 14 cuando disparó la pistola, un arma semiautomática.
Los investigadores señalaron que la bala primero golpeó el pavimento a 12 pies de García Zarate, luego rebotó 78 pies hacia Steinle. Nadie vio el disparo, aclaró la fiscal, pero mucha gente lo escuchó.
Hay un video de mala calidad, relató, que muestra el momento en que García Zarate arroja la pistola al agua y se aleja del lugar. Cuando fue arrestado, a una milla o más del Muelle 14, tenía residuos de disparo en la mano.
Entonces, el candidato Trump aprovechó el caso, llamó a García Zárate un “animal”, la encarnación de los “hombres malos” a quienes tanto había criticado. “Este acto de violencia sin sentido y totalmente evitable, cometido por un inmigrante ilegal, es otro ejemplo de por qué debemos asegurar nuestra frontera de inmediato”, aseveró Trump en un comunicado, dos días después de la muerte de Steinle. “Esta es una situación absolutamente vergonzosa, y yo soy el único que puede arreglarla”.
Luego, en un comunicado de prensa donde anunciaba la propuesta de la ‘Ley Kate’ -que endurecería las penas para los inmigrantes que cruzan sin autorización a los EE.UU.- el presidente de la Cámara, Paul Ryan, afirmó erróneamente que García Zarate había robado el arma que mató a Steinle. Tal como la fiscal García declaró ante los miembros del jurado el lunes, ese caso nunca se resolvió, y no hay pruebas que vinculen a García Zarate con el robo.
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Nadie sabe cómo García Zárate obtuvo el arma. Él declaró ante la policía que la había encontrado en el muelle, envuelta en una camiseta.
Su defensor público, Matt Gonzalez, planea decirle a los jurados que ésta se disparó cuando su cliente comenzó a desenvolverla. González, exsupervisor de San Francisco y candidato a vicepresidente em 2008 por el Partido Verde de Ralph Nader, también argumentará que el arma, una Sig Sauer P226 de calibre .40, es conocida por su gatillo hipersensible.
No estoy de acuerdo con quienes afirman que la negativa de San Francisco de cooperar con las autoridades de inmigración es responsable por la muerte de Steinle.
Tal como KQED informó el domingo, las autoridades federales podrían haber deportado a García Zárate después del final de su pena de prisión, en 2015, pero en cambio lo entregaron a las autoridades de San Francisco para enfrentar una acusación de marihuana de 20 años de antigüedad, que posteriormente fue descalificada. Seguramente los federales estaban al tanto del muy publicitado rechazo de San Francisco a cooperar con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los EE.UU. (ICE, por sus siglas en inglés).
A pesar del ruido político en torno a este caso, se le pedirá al jurado que decida sólo acerca de un tema crucial: ¿García Zarate apretó el gatillo a propósito?
Yo vuelvo una y otra vez al papel que jugó el guardabosques de la Oficina de Administración de Tierras (BLM, por sus siglas en inglés) John Woychowski en este caso. Su irresponsabilidad desató una terrible cadena de eventos.
Los padres de Steinle presentaron una demanda federal de muerte por negligencia, alegando que el exsheriff de San Francisco Ross Mirkarimi, ICE y la BLM participaron en la muerte de su hija.
Un juez federal descartó el caso contra Mirkarimi e ICE, pero permitió que la demanda contra la BLM prosiguiera.
Según el fiscal, Woychowski estaba en camino desde el sur de California a una nueva tarea en Montana cuando se detuvo a cenar en San Francisco. Mientras él estaba lejos del automóvil, alguien rompió sus ventanas y robaron artículos del interior.
Una revisión de la BLM absolvió a Woychowski de violar sus políticas, de acuerdo con KQED. Cinco meses después de la muerte de Steinle, fue ascendido a un puesto de supervisión.
En una de las zonas más turísticas de una ciudad, donde constantemente se advierte a los conductores que no mantengan objetos de valor en sus vehículos, un oficial federal de las fuerzas del orden dejó un arma cargada en una mochila metida debajo del asiento delantero de su automóvil.
Esta invitación al desastre fue respondida con una tragedia indescriptible. No sugiero que Woychowski sea acusado por la muerte de Steinle, pero no puedo deshacerme de la sensación de que comparte alguna culpabilidad moral.
Traducción: Valeria Agis
Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí
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