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Donald Trump: “Odio decirlo, pero ustedes necesitan a alguien como yo”

En un día lluvioso con pronóstico de tornados, Jimmy Westbrook manejó 50 minutos hasta una universidad cristiana en la Costa Atlántica del estado de Virginia, atraído por una suerte de bálsamo curativo ofrecido por uno de los 536 multimillonarios estadounidenses.

Residente en el vecino estado de Carolina del Norte, Westbrook es un electricista jubilado que, a sus 70 años, ha decidido apoyar a Donald Trump, el magnate inmobiliario y estrella de televisión que, de forma sorpresiva, lidera la competencia por la nominación del Partido Republicano a la Casa Blanca.

“Mi mamá surcía camisas, fuimos cinco hijos y mi papá trabajaba en una fábrica de algodón. Mi papá y mi mamá eran gente pobre”, dice Westbrook portando pantalón de mezclilla, camisa a cuadros, lentes oscuros y una gorra roja con el lema de campaña de Trump: “Hagamos Grande a Estados Unidos Otra Vez”.

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Aunque obtiene un cómodo ingreso anual de 46 mil dólares, Westbrook está fastidiado; cree que el mensaje nacionalista de Trump es bálsamo suficiente contra lo que percibe como 8 años de mala economía en el gobierno de Barack Obama.

“¡Trump es un hombre sabio! ¡Es inteligente! ¡Él tenía un millón y lo transformó en 10 millones! ¡Imagina! Yo trabajé para él en (su casino) Taj Mahal, en Atlantic City, donde yo era electricista”, dice Westbrook en el campus de la Universidad Regent, una de las universidades más conservadoras del sur de Estados Unidos.

Con 69 años, Trump es parte de la misma generación del “Baby Boom” estadounidense en la que nació Westbrook; disfrutó, tras la Segunda Guerra Mundial, el auge económico más grande en la historia del país; pero hoy, Trump es la figura que amenaza con trastocar las bases mismas de su sistema de partidos.

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Nieto de un inmigrante alemán, que según el diario The Wall Street Journal entró sin pasaporte válido a Estados Unidos, en 1885, Donald John Trump heredó a inicios de 1970 una empresa familiar de construcción en Nueva York, de la que derivó su fortuna que hoy suma 4 mil 500 millones de dólares, según Forbes.

Es el cuarto de cinco hijos de Fred Trump y Mary Anne MacLeod. Creció en un vecindario de Queens, en Nueva York, acompañando a su padre a diversos sitios de construcción de su empresa -principalmente de vivienda de bajo costo-, y a los 13 años fue enviado a una academia militar.

“Yo era una persona muy rebelde y mis padres pensaron que sería una buena idea”, explica Trump en una entrevista con su biógrafo Michael D’Antonio. “Me gustaba pelear. Siempre me gustó pelear”.

Egresado de la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pennsylvania, en 1968, Trump evitó el servicio militar durante la Guerra de Vietnam trabajando junto a su padre en la empresa familiar que, sin embargo, lo llevó a enfrentar acusaciones de prácticas racistas en la venta de casas.

Hacia 1980, Trump había consolidado ya su prestigio como figura inmobiliaria en Nueva York con la construcción del célebre Hotel Grand Hyatt -junto a la elegante estación ferroviaria de Grand Central-, así como el arranque en la construcción de la primera obra insignia: la Torre Trump en la Quinta Avenida.

Registrado originalmente como votante demócrata, Trump hizo un breve debut en la política en 1987, con la publicación de una carta al pueblo estadounidense y un viaje al estado de New Hampshire -crucial por sus elecciones primarias-, donde un activista republicano lo convenció de dar un discurso.

Presagiando el tono nacionalista que explotaría décadas más tarde, Trump atacó a países aliados, como Japón, Arabia Saudita y Kuwait, por supuestamente aprovecharse del comercio bilateral y del envío de ayuda militar, y dijo que los políticos estadounidenses daban risa.

“Somos un país que está perdiendo 2 mil millones de dólares al año. Estamos apoyando literalmente a Japón, que es la mayor máquina de hacer dinero jamás creada”, dijo Trump en 1987 en el Club Rotario de Portsmouth, en New Hampshire.

Sin embargo, el tímido intento de Trump de explorar la política debió entrar en una pausa. En 1977 se había casado con la modelo checa Ivana Zelnicková -con quien procreó tres hijos- y su divorcio, 10 años después, desató una guerra de tabloides, en la que también se habló de su segundo matrimonio, con la actriz Marla Maples, con quien tuvo una hija.

Aún más relevante para su alejamiento del escenario político, fue el hecho de encarar, entre 1990 y 1992, la bancarrota de dos de los casinos donde había invertido -el Taj Mahal y el Trump Plaza Hotel en Atlantic City- y de una línea aérea -Trump Shuttle-. Quiebras que marcaban el cierre de una década de excesos y de endeudamiento que limitaría su acción.

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A casi 30 años de aquel discurso en New Hampshire, en 1987, Trump está ahora cerca de la cúspide. En sólo meses, el hombre símbolo de los excesos de la economía de los ochenta no sólo montó una campaña presidencial creíble, sino que es el líder rumbo a la nominación republicana.

“Odio decirlo, pero ustedes necesitan a alguien como yo”, dice Trump, sin rubor, en su plática en la Universidad de Regent en Virginia. “Honestamente, nunca pensé realmente que iba a hacer esto (incursionar en la política). Simplemente, me exasperé”.

Casi ocho años después de la Gran Recesión y tras más de una década de guerra en Irak y Afganistán, Trump inició su aventura el 16 de junio de 2015, en la emblemática Torre Trump de Manhattan, con un virulento discurso contra la inmigración indocumentada proveniente de México.

“Cuando México envía a su gente, no están enviando a lo mejor... Están enviando a gente que tiene muchos problemas y están trayendo los problemas con ellos. Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores. Y algunos, asumo, son buenas personas”, dijo Trump.

Más allá de su arenga para recobrar una mítica grandeza estadounidense y su duro mensaje contra la inmigración -incluida la construcción de un muro fronterizo con México-, la oferta concreta de Trump es limitada e incluye temas como atacar el libre comercio, no ceder ante terroristas y condenar las guerras externas pasadas.

Aun cuando Trump había hecho antes otro intento para buscar ser candidato presidencial por el Partido Reformista, en el año 2000, su aparición como conductor en The Apprentice -uno de los reality shows más exitosos en la televisión entre 2004 y 2015- potenció su comunicación y su marca para esta nueva etapa.

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Para Gianfranco Pasquino, profesor de ciencia política de la Universidad de Johns Hopkins, el surgimiento de un personaje como Trump está basado en su habilidad comunicativa para capturar el resentimiento tras la Gran Recesión y también la rebeldía del movimiento del llamado Tea Party, que creció con fuerza como respuesta a políticas del presidente demócrata Barack Obama, en 2009.

“Trump está pescando en la política del resentimiento, frecuentemente fuerte en Estados Unidos, pero aumentada y nutrida por el movimiento del Tea Party”, dice Pasquino.

Pasquino observa similitudes en el estilo de comunicación de Trump con el estilo agresivo y de contacto directo del empresario Silvio Berlusconi, que accedió al poder en Italia en los años 90.

Vestido con una túnica blanca impresa con la Virgen de Guadalupe, el agente de bienes raíces Tom Venditti encarna esas razones por las cuales muchos estadounidenses ya decidieron apoyar contundentemente a Trump.

En el mitin del campus de la Universidad Regent, Venditti explica que él en un inicio estaba indeciso de apoyar al multimillonario, pero se convenció tras escuchar su estilo de hablar en los debates.

“Cuando Trump está en los debates, él es el dominante”, dice Venditti, “la clave con Trump es que tiene esta energía que es increíble. Él va de lugar en lugar. No toma, no fuma. Creo que dios le ha dado dones”.

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Casado en terceras nupcias con la modelo Melania Knauss en 2005 -con quien tiene un hijo pequeño-, Trump está lejos de representar la adherencia ejemplar a los valores de la derecha cristiana en Estados Unidos. Recurrentemente presume no pedir perdón a dios o se equivoca en los nombres de los libros de la Biblia.

Tampoco se rige por los principios tradicionales del Partido Republicano en las últimas cuatro décadas, por lo que un eventual triunfo en la nominación presidencial podría llevar a facciones de las élites republicanas a no apoyar a su candidato.

Según los datos más recientes, Trump ha invertido un total de 25 millones de dólares de su bolsillo en su campaña -muy por debajo de lo que han gastado otros aspirantes-, pero su teatralidad le ha valido promoción gratis en la televisión, superando en cuatro veces la cobertura a las actividades de los demás aspirantes.

El pasado 1 de marzo, sus posibilidades de ser el candidato republicano aumentaron, al ganar 7 de los 11 estados donde hubo primarias en el Súper Martes y cosechar 234 delegados, con los que sumaba, hasta ese día, 319 de los mil 237 que se requieren para la nominación. Casi 100 delegados más de los que tiene Ted Cruz, su más cercano competidor.

“El movimiento ‘Nunca Trump’ retrocede después del Súper Martes”, titulaba al día siguiente un editorial de The New York Times.

Trump ha dejado de ser una lejana pesadilla para el círculo rojo, y se ha convertido en una probabilidad. En la calle, sigue conquistando adhesiones de votantes republicanos como el electricista Westbrook, que aplauden el lenguaje poco complicado de Trump, pues sienten que, por primera vez, alguien entiende su frustración por su país.

“A mí me gusta Trump porque no es políticamente correcto”, concluye Westbrook. “Yo quiero alguien como él, que no es político. Los políticos sólo se ríen de ti”.

Para conocerlo más:

Sitio de campaña: www.donaldjtrump.com

Twitter: @realDonaldTrump 6,578,291 seguidores

Facebook: DonaldTrump 6,057,394 fans

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