Los dirigentes olímpicos se esfuerzan por lidiar con el historial de abusos de los derechos humanos en China
Desde hace meses, los dirigentes olímpicos se esfuerzan por ir un paso por delante de los problemas.
A menos de un año de la celebración de los Juegos de Invierno de 2022 en Pekín, han intentado restar importancia a las conversaciones sobre el historial de abusos de los derechos humanos en China. Han descartado cualquier mención a un boicot internacional.
“Un boicot a los Juegos Olímpicos nunca ha conseguido nada”, dijo recientemente Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional.
Nada de eso impidió que el Departamento de Estado sugiriera esta semana que Estados Unidos podría consultar con otros países la posibilidad de formar una coalición para no asistir a los Juegos.
“Es algo que ciertamente deseamos discutir”, dijo el portavoz Ned Price en una sesión informativa con periodistas que preguntaron sobre un boicot olímpico. “Un enfoque coordinado [con otros países] no solo redundaría en nuestro interés, sino también en el de nuestros aliados y socios. Así que este es uno de los temas que está en la agenda tanto ahora como en el futuro”.
Price manifestó más tarde que había sido malinterpretado, tuiteando: “Como dije, no tenemos ningún anuncio sobre los Juegos Olímpicos de Pekín. El año 2022 sigue estando lejos, pero seguiremos consultando estrechamente con aliados y socios para definir nuestras preocupaciones comunes y establecer nuestro enfoque compartido respecto a la [República Popular China]”.
Sea cual sea la intención del gobierno de Biden, no es probable que el tema desaparezca. Mientras el COI se esfuerza por organizar los Juegos de Verano de Tokio en julio, en medio de una pandemia persistente, seguirá enfrentándose a preguntas sobre el próximo invierno.
“Tienes un claro abusador de los derechos humanos como anfitrión olímpico”, manifestó Jules Boykoff, un profesor de ciencias políticas de la Universidad del Pacífico en Oregón que estudia el movimiento olímpico. “China también se ha convertido en un saco de boxeo bipartidista”.
Tanto el gobierno de Biden como el de Trump han calificado de genocidio la represión de China contra la minoría musulmana uigur. En recientes conversaciones bilaterales en Alaska, el secretario de Estado Antony J. Blinken se refirió a los ciberataques chinos a Estados Unidos y a la agresión a Taiwán como acciones que “amenazan el orden basado en reglas que mantiene la estabilidad global”.
También se ha criticado ampliamente la represión de los activistas prodemocráticos en Hong Kong.
Era obvio que los miembros del COI se arriesgaban a un dolor de cabeza internacional ya en 2015, cuando eligieron a Pekín como sede. No es que tuvieran muchas opciones.
Los recién terminados Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 costaron a los rusos 51.000 millones de dólares, una cifra que ahuyentó a los postores para los siguientes Juegos. Cuando llegó la votación para 2022, solo quedaban dos candidatos.
Junto a Pekín figuraba Almaty (Kazajstán), una ciudad mucho más pequeña en un país relativamente nuevo en la escena olímpica.
La posición de China en la comunidad internacional no importaba. Al menos, no lo suficiente. Tampoco importaba el hecho de que las montañas del noroeste de Pekín recibieran solo 20 centímetros de nieve al año, lo que significaba que las instalaciones alpinas dependerían de la nieve artificial.
Los miembros del COI, siempre deseosos de comercializar su marca, vieron la oportunidad de impulsar los deportes de invierno en una región donde el esquí y el hockey sobre hielo empezaban a ganar adeptos entre la floreciente clase media.
En una votación marcada por fallos electrónicos, Pekín ganó por cuatro votos.
“Esta es una elección realmente segura”, dijo Bach. “Sabemos que China cumplirá sus promesas”.
La selección provocó una inmediata indignación entre activistas y grupos de derechos humanos que afirmaron que se estaba premiando al Partido Comunista de China en medio de su mayor represión de la disidencia en décadas. El historiador olímpico John J. MacAloon lo calificó como “el mayor error que podría haber cometido el COI”.
Seis años después, los llamamientos al boicot han aumentado considerablemente a medida que se acercan los Juegos.
La estrella del esquí estadounidense Mikaela Shiffrin criticó recientemente la elección del COI, declarando a la CNN: “Dudo que sea un trabajo fácil, pero parece que podría haber más consideración cuando se organiza un evento que se supone que debe unir al mundo y crear esperanza y paz en cierto sentido”.
Al igual que el COI, el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos ha estado trabajando para evitar una acción drástica.
“Ya hemos dialogado con varias personas del Congreso, así como con algunos miembros del personal del presidente Biden en la Casa Blanca”, declaró recientemente la presidenta del USOPC, Susanne Lyons. “Nuestra estrategia en este momento es asegurar que haya diálogo”.
Al hablar con los periodistas en una cumbre preolímpica el miércoles, su tono fue más urgente.
“Estados Unidos tiene muchas herramientas para responder constructivamente a estas preocupaciones”, dijo Lyons. “No creemos que los jóvenes atletas del Team USA deban ser utilizados como peones políticos”.
La historia olímpica no es ajena a los boicots. Algunas naciones no participaron en los Juegos de Verano de 1956 en respuesta a la represión de la revolución húngara por parte de la Unión Soviética. En 1968, algunos amenazaron con retirarse por las políticas de apartheid de Sudáfrica.
Para Bach, un esgrimista alemán de élite en su juventud, el tema es muy personal.
Su equipo de florete de cuatro hombres ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1976, pero nunca tuvo la oportunidad de defender su título, ya que Alemania, Estados Unidos y otros países se unieron al boicot de los Juegos de Moscú de 1980 en protesta por la invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética.
Cada vez que surge el tema, el presidente del COI se apresura a señalar que Moscú provocó un boicot de represalia en los Juegos de Los Ángeles de 1984. Y no fue hasta 1989 cuando el ejército soviético abandonó finalmente Afganistán.
“¿Por qué castigar a los atletas de tu propia nación si tienes una disputa con otro país? Esto no tiene ningún sentido”.
La redactora Tracy Wilkinson contribuyó a este informe.
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