Columna: Doctora dejó a su familia por un año para protegerlos del COVID-19. Ahora regresa a casa
Todos hemos hecho sacrificios durante la pandemia. Pero la doctora Bobby Sasson, quien estuvo expuesta a diario a la amenaza del COVID-19 en su trabajo en un centro médico de UC Irvine, hizo una decisión particularmente difícil la primavera pasada.
Para la protección de su esposo y sus tres hijos pequeños, se mudó de la casa familiar. En ese momento, pensó que podría regresar en poco tiempo.
Pero eso no sucedió.
Volvamos a marzo de 2020, a las primeras etapas de la pandemia. Con un esposo diabético e hijos que tenían 13, 9 y casi 7 años en ese momento, Sasson actuó de la manera más segura posible, pues le preocupaba lo que podía llevar a casa.
“Me di cuenta de que podía ser un vector de la enfermedad”, comentó Sasson, quien practica medicina interna.
Al principio, esperaba que tomar precauciones con su familia fuera suficiente. Llegaba a casa, se cambiaba de ropa en el garaje, se duchaba inmediatamente y usaba un cubrebocas en el interior de su hogar.
Su esposo, un profesor de historia en UC Irvine, Andrew Highsmith, estaba de año sabático, escribiendo un libro sobre la desigualdad en la atención médica, un tema que pronto estaría en los titulares de todo el país, y cuando las primeras investigaciones, de hace un año, sugirieron que las personas con afecciones subyacentes, como su diabetes, estaban siendo particularmente afectadas por el virus, Sasson comenzó a preguntarse si sus precauciones eran suficientes.
A fines de marzo, la hija de diez años de la pareja, Mira, desarrolló lo que parecían ser síntomas de COVID-19. Ella, aunque era el tipo de niña que rara vez se enfermaba, tenía fiebre y le dolía el pecho. Su prueba resultó negativa, pero su pediatra y su madre sospecharon que era un falso negativo.
Fue por esta época cuando se cargaban bolsas para cadáveres en congeladores portátiles en Nueva York porque las morgues estaban abrumadas. Los hospitales se encontraban en crisis, con personal médico de primera línea entre las víctimas. California aún no se había visto tan afectada, pero, a principios de abril, escribí sobre tres doctores de la sala de emergencias del Good Samaritan Hospital, quienes alquilaron una casa juntos porque tenían miedo de regresar a su hogar después del trabajo y posiblemente transmitir el virus a sus esposas y niños pequeños.
En Irvine, Sasson y Highsmith finalmente sacaron a sus hijos de todas las actividades sociales con otros niños. Se encontraban particularmente preocupados porque Orange estaba emergiendo como un centro de resistencia a los cubrebocas y al cierre de actividades, marcando el comienzo de lo que se convertiría en uno de los movimientos detrás del esfuerzo de destitución contra el gobernador Gavin Newsom.
Highsmith señaló que era difícil explicarles a sus hijos por qué algunas personas no eran cautelosas, lo que tenía el efecto de poner a su madre en mayor riesgo. En una rara salida con los niños la primavera pasada, indicó el esposo, fueron a dar una vuelta “solo para salir de la casa” y se encontraron con una manifestación anti-cubrebocas.
“Puedo recordar lo decepcionados que estaban los niños al ver eso y darse cuenta de que no todos sintieron la necesidad de hacer el mismo tipo de sacrificios”, comentó.
Después de pensarlo mucho y de conversar con la familia, Sasson y Highsmith tomaron una decisión desgarradora. El 11 de abril, ella se mudó de la casa familiar cerca del campus de la UCI para vivir en un apartamento cercano hasta que las cosas mejoraran.
“Todos sintieron una profunda tristeza por la decisión”, señaló la doctora, pero incluso los niños pensaron que era lo correcto. Esperaban no estar separados por mucho tiempo.
“Firmé un contrato de arrendamiento por un mes”, relató Sasson. “Y al final de ese lapso, dije: ‘Oye, ¿puedo firmar por otro mes?’”.
Y otro, y otro.
“Fue difícil porque veía a otros niños abrazar a sus mamás”, comentó Aneel, el menor de los tres niños.
Pero la separación resultó ser una decisión acertada. En junio, Sasson dio positivo por COVID-19. Ella fue asintomática, pero obligada a la cuarentena. Entonces, por un breve tiempo, estuvo separada, tanto de su familia, como de su trabajo.
Este calvario fue duro para todos, señaló Highsmith. Pero, como alguien cuya experiencia incluye la salud pública, era consciente de que las familias de color de bajos ingresos, muchas de las cuales viven en hogares de alta densidad y enfrentan un gran riesgo como trabajadores esenciales, no pueden darse el lujo de aislarse.
Aún así, Highsmith prácticamente se convirtió en el padre soltero de tres niños pequeños que aprendían de manera remota en la escuela y extrañaban profundamente a su madre, tanto como ella los extrañaba a ellos. Pidió entregas de despensa, preparó comidas y, desde el principio, la familia entró en una rutina que hizo que el sacrificio fuera más llevadero.
Todas las noches, después del trabajo, Sasson iba a la casa, en lugar de a su apartamento. Su esposo e hijos abrían la puerta del garaje y se servía la cena. Highsmith y los niños comían en una mesa de ping-pong en el garaje y ella disfrutaba de sus comidas sentada en una silla en la entrada, a 15 pies de distancia.
Gracias a Dios por el clima de California, dijeron Sasson y Highsmith, ambos del Medio Oeste. Después de la cena, toda la familia iba a dar un paseo nocturno por el vecindario, con Sasson liderando la manada como una madre pato o siguiendo a los patitos a una distancia segura.
A pesar de que ella tenía anticuerpos en su sistema por haber padecido COVID-19, todavía había suficientes misterios sobre la transmisión, por lo que no estaba preparada para arriesgarse a exponer a su familia. Así que esto continuó durante el verano, el otoño y principios del invierno.
Sasson fue completamente vacunada en enero y Highsmith recibió su segunda inyección a fines de marzo. A medida que la imagen se aclaraba en California y más allá, comenzaron a pensar en finalmente cancelar el contrato de arrendamiento del apartamento.
El gran día fue hace una semana y media.
“Cuando llegó a la puerta principal, al principio pensé: ‘Oh, Dios mío, ¿es seguro abrazarla?’”, dijo Asha, la hija mayor.
Pero todos fueron arrastrados por el momento y no se contuvieron.
“Estábamos súper felices, riendo y llorando”, comentó Asha.
El miércoles pasado por la noche, mientras la familia se reunía en el patio trasero, Mira dijo que tenía un mensaje para todos los que usaban un cubrebocas y tomaban otras precauciones, incluida la vacunación.
“Gracias”, comentó Mira, porque hacer lo correcto ayudó a que su familia se reuniera.
Y aquellos que están ignorando la orientación de los funcionarios de salud pública deberían reconsiderarlo, señaló la hija de diez años de la pareja, porque podemos acabar con la amenaza antes si hacemos lo correcto.
La mamá de Mira secundó esa idea. Indicó que se entrenó en Michigan, donde está surgiendo una cuarta ola de COVID.
“Personalmente, estoy un poco aterrorizada”, comentó Sasson, sobre lo que sucederá en California si nos apresuramos a regresar a la normalidad antes de que sea seguro hacerlo. “Si bajamos la guardia, volveremos a tener problemas”.
Por ahora, sin embargo, su familia está celebrando su regreso.
“Ha sido un año largo y difícil”, escribió Highsmith en las redes sociales cuando su esposa llegó a casa. “Ni siquiera tengo las palabras para describir lo increíble que se siente estar de nuevo juntos. Bobby, gracias por hacer este sacrificio para mantenernos a salvo. Te amamos con todo nuestro corazón y estaremos eternamente agradecidos por lo que has soportado, por nosotros y la comunidad. Eres nuestra heroína. ¡Bienvenida a casa!”.
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