‘Un ángel no debería irse de ese modo’: Vecinos de Reseda, horrorizados por el asesinato de tres niños
La vecina Elizabeth “Lupe” Cuevas, abrumada por la angustia mientras la policía investiga el edificio de apartamentos en Reseda donde tres niños fueron encontrados asesinados el sábado. Cuevas conocía a uno de ellos, una “dulce niña”.
El asesinato de tres pequeños en un complejo de apartamentos de Reseda, el sábado, dejó al vecindario de luto y aturdido por la violencia.
Elizabeth Cuevas, quien vive arriba del lugar donde ocurrió el crimen, conocía a una de las víctimas, una “dulce niña” que le preguntaba a menudo si podía acariciar a su perro, mezcla de chihuahua. “Ella era un angelito perfecto”, comentó. “Era preciosa más allá de lo imaginable”.
La niña, agregó, era la hija del medio y creía que los otros dos pequeños eran varones.
El crimen no tiene ningún sentido para la mujer; los niños parecían muy amados, agregó. “Eran hermosos”, dijo.
La niña hablaba suavemente, pero no era demasiado tímida ni asustadiza. “Un ángel no debería irse de ese modo”, remarcó Cuevas.
La abuela de los niños regresó de su trabajo en el turno nocturno, el sábado, y halló a los menores muertos y a la madre de estos desaparecida, precisó la policía.
Liliana Carrillo, la madre, fue detenida en el condado de Tulare después de que las autoridades se embarcaran en una persecución a larga distancia con ella, quien al parecer había robado una camioneta en Bakersfield, informaron.
Cuevas nunca escuchó gritos provenientes del apartamento, solo el sonido de los dibujos animados, que se podían escuchar a todas horas, a veces hasta las 10 p.m. Tampoco vio a la policía en la unidad antes del sábado.
Cuevas no puede dejar de pensar en la educada niña, pidiéndole acariciar a su perro. “Voy a estar procesando esto durante mucho tiempo”, reconoció.
Melody Yépez y su esposo, Edward, ambos de 64 años, viven en el edificio al otro lado de la calle desde hace 10 años y se sintieron sorprendidos por los asesinatos. La pareja había ido al banco el sábado por la tarde y, cuando regresó a su hogar, encontró el vecindario inundado de policías.
“Entendimos que había ocurrido algo terriblemente malo”, reconoció Edward Yépez.
La residente Corina Huertas, de 28 años, lleva dos años viviendo al otro lado de la calle y también se sorprendió al enterarse de los asesinatos. “¿Quién puede hacer eso a unos niños inocentes?”, se preguntó. “Ellos no habían pedido nacer”.
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