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Fue un encuentro digno de una película. Ella estaba varada en Union Station, sin un centavo y sin hogar por primera vez en su vida. Él tenía una tienda de campaña afuera y había ingresado para cobijarse del frío.
“Él dijo: ‘¿Estás bien?’”, recordó Valerie Zeller, de 52 años. “Yo pensaba: ‘Déjame en paz’”.
“Agregó: ‘¿Necesitas un lugar donde quedarte?’. Yo me quedé sin palabras. ‘Sí’, pensaba… ‘No intentaré hacer nada’, aseguró él. Le respondí: ‘Bueno, está bien. ¿Por qué no?’”.
Esa noche de septiembre pasado ella durmió en su tienda mientras él se sentó en el exterior. Unas pocas semanas después, ella lo supo.
“Lo sabes cuando lo sabes”, expresó Valerie en una entrevista, unos días antes de la boda. “Sabes cuando llega esa persona. En pocas palabras, yo le pedí que se casara conmigo”.
Henry, de 63 años, cuyo apellido Valerie desconoce, aceptó convertirse en Henry Zeller.
Las nubes se disiparon para la boda del sábado, celebrada a pasos de su tienda de campaña, cerca del lago de Echo Park. Pero algo más siniestro se cernía sobre la ceremonia: los rumores de un posible operativo de las autoridades de la ciudad para sacar de allí los campamentos de desamparados.
Zeller comentó que recibió señales contradictorias de la policía y los trabajadores comunitarios. “Lo harán; no lo harán”, dijo. Constantemente escucha que “quieren intimidar a la gente o que no quieren intimidar a las personas. ¿Cuál es la versión correcta? ‘Cerraremos el parque pronto’. Oh, ¿sí? Me encadenaré a un árbol. No me iré a ninguna parte”, enfatizó.
Sin prestar atención a ese futuro incierto, Zeller se maquilló, se puso un vestido blanco y un velo y, con la ayuda del séquito nupcial de la iglesia Wilderness International Church, se subió a una silla improvisada con ruedas para hacer el corto viaje desde su tienda de campaña a la punta de la península, donde se encuentra la estatua de la Dama del Lago.
Zeller, quien sufre un malestar extremo en la pierna debido al complejo síndrome de dolor regional, también tenía un pie morado por un reciente ataque con un bate de béisbol. “Todos aquí me odian porque limpio el parque y soy una chica que tiene cosas, cosas bonitas”, explicó.
El pastor Billy Roe, cuya iglesia lleva a cabo servicios al aire libre en el parque, dijo que sus colegas le habían instado a no realizar la ceremonia porque los novios no eran estables.
“Me sentí literalmente muy molesto”, señaló Roe. “Nadie es estable. Estas son personas sin hogar, como sabemos, pero no significa que no tengan esperanza. Este es el comienzo de la esperanza frente a Jesucristo”.
Sus caminos hacia Echo Park fueron sinuosos. “Viví en Las Vegas durante mucho tiempo”, relató Valerie. “Era una corista. Solía ser muy bonita. Pero, en fin… Ya no importa”.
Llevaba un par de décadas en Los Ángeles, y más recientemente vivía con un amigo en Santa Mónica cuando el aumento de la renta los expulsó. De allí pasaron a una casa rodante en Pomona, y ella guardó sus cosas en un depósito de muebles. “Él me gustaba más a mí que yo a él”, reconoció. “Pero cuando golpeó al perro, le dije: ‘Prefiero quedarme sin hogar’”.
Así, ella y Redd, el perro, subieron a un autobús hacia Los Ángeles. Aunque tenía la intención de volver a Las Vegas, perdió su teléfono, su identificación y su dinero en un altercado con el conductor del autobús acerca de Redd, quien se sentó en el asiento de un pasajero.
Henry, quien se negó a dar su apellido, relató que es de ascendencia puertorriqueña pero que creció alrededor de 9th Street y Alvarado. Él alternaba entre Nueva York, donde vivía su padre, y Los Ángeles, donde cuidaba a su anciana madre. Pero luego su padre murió y su mamá regresó a Puerto Rico.
Como veterano de la Guerra del Golfo, se vistió de camuflaje en la boda, y lució hasta la gorra y un pañuelo en el cuello. Hay períodos en su vida de los que no quiere hablar, pero relató que vivía con una novia en Santa Mónica cuando sus beneficios para veteranos caducaron por un error administrativo, que no se pudo corregir durante la pandemia. “De repente, ella ya no tenía a nadie que la ayudara a pagar las cuotas de su automóvil”, contó. “Se convirtió en una cuestión de dinero. Fue entonces cuando me di cuenta de que, en primer lugar, estaba con ella por la razón equivocada”.
Henry había vivido brevemente con amigos en Echo Park antes, y volvió a lo conocido. Pero todo había cambiado.
“Mis amigos se habían ido”, narró. “Había muchas más personas sin hogar”.
Entonces se mudó a Union Station, y podría haberse quedado allí hasta que conoció a Valerie. “Al perro no le gustaba ese lugar”, reconoció. “No hay césped, no hay sitio para jugar. ‘Voy a llevarte a un espacio donde al menos los recursos llegarán a nosotros’”, le dijo. “Habrá comida, acceso a ropa. Podemos conseguir una tienda de campaña considerable, una tienda para guardar cosas. Ella se enamoró de este lugar”.
“Es muy gracioso, no tengo hogar y nunca he sido más feliz en mi vida”, reconoció Valerie.
Con carpas adicionales para ropa y muebles que salieron del depósito y un vecino cuya carpa colinda con la suya, ahora tienen el mayor espacio entre las casi 200 carpas ubicadas en el parque.
Después de intercambiar sus votos, Valerie caminó por su cuenta al lado de Henry hasta la recepción en un área con césped cerca de sus tiendas.
Tomaron su lugar en una mesa plegable decorada, mientras los invitados se alineaban para disfrutar de una barbacoa coreana.
No habrá viaje de bodas, comentó Valerie. “Nos ofrecieron un hotel, pero no podíamos aceptarlo”, continuó. “Me daba miedo ir porque algunas personas en el parque podrían llevarse todo lo que tenemos si nos vamos”.
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