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‘Nadie quería mirarlos’, pero este fotógrafo insiste en hacerlo

Edward Soto, 27, shoots up Neiko Clayton, 29, with crystal methamphetamine as Karla Saenz, 46, cooks on an adobe stove.
Edward Soto, de 27 años, conocido como Smokey, inyecta a Neiko Clayton, de 29, conocido como Trap, con cristales de metanfetamina mientras Karla Saenz, de 46, cocina en una estufa de adobe, en abril de 2019 en su campamento para desamparados en la Cuenca de Sepúlveda, cerca del río Los Ángeles.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“Vivir es una lucha… A nivel financiero, mental, emocional”

— Jesus Saavadera

El otoño pasado, me encontré sentado en un sofá lleno de basura, escondido debajo de la vía de autobús elevada de la Línea Naranja en la Cuenca de Sepúlveda, con un hombre que calentaba una pipa de metanfetamina. Le dicen Rabbit y describe vívidamente los años que pasó dentro y fuera de la cárcel, así como haberse enredado con una pandilla, y su vida en las calles del Valle de San Fernando.

Su vigorosa honestidad y su arraigada desesperanza fueron sorprendentes. Había escuchado muchas historias como la suya, pero pocas con tan elocuentes detalles y en tan poco tiempo.

Quise saber más sobre cómo hizo de la cuenca un hogar, allí donde el río Los Ángeles -envuelto de concreto- corre directamente hacia un lecho de río densamente cubierto de maleza. “Habla con Iván. Él sabe la historia”, dijo Rabbit.

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Iván es Iván Kashinsky, un premiado fotógrafo documental, nativo de Los Ángeles y el hombre que me llevó por primera vez a este hogar escondido para algunos de los residentes más vulnerables de la ciudad.

Ron Clark, 53, gets worked up while having a conversation about Jesus.
Mientras sostiene un rifle de aire comprimido, Ron Clark, de 53 años, discute animadamente sobre Jesucristo con otras dos personas, en un campamento de desamparados en la Cuenca de Sepúlveda, en febrero de 2017. Clark, quien llegó a Los Ángeles desde Chicago, relató que fue abusado psicológica y sexualmente en la infancia, y se quedó sin hogar cuando se escapó de su casa, a los 14 años. Finalmente fue expulsado del campamento.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

Viven en grandes tiendas de campaña a lo largo de las riberas de los ríos y debajo de pasos elevados. Usan generadores y llevan carritos alrededor del agua. Comparten comida y drogas, amistad y angustias.

Kashinsky llegó aquí por primera vez en 2016 después de regresar de Ecuador, donde vivió durante más de una década. Cuando se encontró con Rabbit y sus compañeros que vivían cerca del río, se sintió completamente absorto y comenzó a regresar constantemente.

Sus visitas se convirtieron en un esfuerzo de años para documentar la vida de las personas sin hogar en la Cuenca de Sepúlveda con su proyecto “Where Concrete Meets the Jungle” (Donde el cemento se encuentra con la jungla).

Con el tiempo, Kashinsky comenzó a darse cuenta de que muchos de ellos podían integrarse fácilmente en la sociedad, que eran fáciles de pasar por alto. “Sentí que estar allí demostraba que a alguien le importaba su situación”, afirmó.

Alan Fagerson, 54, cleans the floor of his home, which is made of wood and found materials.
Alan Fagerson, de 54 años, limpia el piso de su casa, apodada la “mansión de los desamparados”, en Lake Balboa, en noviembre de 2016. Fagerson, originario de San Bernardino, se mudó al Valle de San Fernando cuando tenía 19 años y recientemente cumplió una sentencia de 15 años de prisión. Más tarde, un líder de un campamento de personas sin hogar cercano lo desalojó de la estructura, que él había hecho con madera y materiales encontrados, y tenía una habitación de invitados y un baño.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
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Casi parecía que querían ser documentados, porque eran prácticamente invisibles. Nadie quería mirarlos. Todos voltean la cabeza cuando caminan por la calle. Son como intocables”.

Kashinsky me presentó a personas cuyas vidas se habían visto trastornadas por problemas económicos, conmociones mentales y adicciones. También se aseguró de que escuchara historias de resiliencia: el hombre que pudo librarse de una adicción a la metanfetamina y se mudó a Arizona para estar con su esposa y su hijo recién nacido, y aquellos que se unieron para apoyarse mutuamente después de que un incendio arrasara su campamento y destruyera muchas de sus pertenencias.

Con los años, entre asignaciones que lo llevaban por todo el mundo, Kashinsky seguía regresando a la cuenca. Continuaba escuchando y tomando fotos. Estas imágenes yuxtaponen la quietud que podría verse en una imagen de una vista remota, con el comentario social crudamente discordante de la triste realidad de la ciudad con una de las poblaciones de desamparados más grandes de Estados Unidos.

“Documenté tribus en el Amazonas, pero estas son personas que nacieron en el mismo valle que yo”, reflexionó Kashinsky, de 42 años. “Quizá documentar esto sea aún más apropiado para mí. Es como si viniéramos de raíces similares, de alguna manera. Podría ser alguien con quien fui a la preparatoria”.

Kashinsky siguió a sus sujetos a los hoteles que el condado les había designado al comienzo de la pandemia, y documentó cómo el coronavirus cambió sus vidas.

Aunque había soñado con caminar por todo el río Los Ángeles, tomando fotos en el camino para volver a familiarizarse con su hogar, resultó que conocer a personas como Rabbit le brindó una comprensión más profunda de cuántos angelinos viven ahora allí, así como una serie de imágenes indelebles.

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Kenneth Colato, 49, known as Rabbit, stands with Lauren, 33, in front of his home underneath a bridge along the L.A. River.
Kenneth Colato, de 49 años, conocido como Rabbit, de pie junto con Lauren, de 33 años, por entonces su novia, frente a su casa, debajo de un puente sobre el río Los Ángeles, en Encino, en marzo de 2017. Lauren relató que es hija única de una familia adinerada en Connecticut, donde solía vender seguros y que hace cinco años está sin hogar. Rabbit, quien pasó aproximadamente la mitad de su vida en la cárcel, era adicto a la heroína y la metanfetamina, y fue miembro de una banda de supremacistas blancos.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“Comencé a consumir heroína a los 17 años. Lo hice lo suficiente como para enamorarme de ella. Y ha sido una maldición desde entonces”

— Kenneth Colato

Kenneth Colato washes off near his home under on the L.A. River in Encino.
Kenneth Colato se lava en un campo de béisbol cerca de su casa bajo el río Los Ángeles, en Encino, en octubre de 2019.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“Vivir es una lucha… A nivel financiero, mental, emocional”

— Jesús Saavadera

Jesus Saavadera, 32, known as Danger, gets his newborn son's name tattooed on his shoulder
Jesús Saavadera, de 32 años, conocido como Danger, se tatúa el nombre de su hijo pequeño en el hombro, en un campamento para desamparados en el río Los Ángeles, en marzo de 2019. Saavadera conoció las pandillas cuando estaba en cuarto grado y pasó muchos años encarcelado. Estuvo sin hogar de manera intermitente durante nueve años y separado de su esposa e hijo por seis meses, pero se decidió a reunirse con ellos y ahora vive con su familia en Arizona.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“Cometí algunos errores en mi vida que lamento. ¿Puedo cambiarlos? No. Lo hecho, hecho está. Solo tengo que aprender a aceptarlos y revisarlos. Somos humanos; cometemos errores”

— Jesus Saavadera

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Jesus Saavadera in the structure where he was staying in Encino in 2019
Jesús Saavadera en la estructura donde se alojaba en Encino en marzo de 2019.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
Elizabeth Bolton, 43, known as Alabama, packs her bags to leave a homeless encampment.
Elizabeth Bolton, de 43 años, apodada Alabama, hace las maletas para salir del campamento de desamparados, en Encino, donde vivía en mayo de 2019. Una organización de asistencia le compró un boleto de autobús a su casa, para que se reuniera con su familia, incluidos sus tres hijos.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“Trato de decirles que somos personas sin hogar y que necesitamos ayudarnos unos a otros. Pero no, ellos vienen y roban tu bicicleta por la noche. Al día siguiente se sientan en tu mesa para el desayuno”

— Elizabeth Bolton

Pablo "Paul" Mawyin is comforted by girlfriend Elizabeth Bolton as she prepared to leave the Encino encampment in 2019
Pablo “Paul” Mawyin es consolado por su novia, Elizabeth Bolton, mientras ella se prepara para dejar el campamento de Encino, en mayo de 2019.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
Ron Clark rides his bike to his friend Eric's place under a bridge along the L.A. River in May 2018.
Ron Clark va en bicicleta a la casa de su amigo Eric debajo de un puente a lo largo del río L.A. en mayo de 2018.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
Elizabeth Bolton looks for food in a dumpster in Van Nuys in April 2019.
Elizabeth Bolton busca comida en un contenedor de basura en Van Nuys, en abril de 2019. Llegó a Los Ángeles con un circo ambulante, se separó del hombre con el que estaba y terminó viviendo en una comunidad de desamparados junto al río Los Ángeles y con una adicción a la metanfetamina.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
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Elizabeth Bolton puts candles on a birthday cake for her boyfriend, Pablo Mawyin.
Elizabeth Bolton pone velas en un pastel de cumpleaños para su novio, Pablo Mawyin, en mayo de 2019, pero ambos se pelearon, nadie se presentó a la fiesta y la comida nunca fue disfrutada.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
Kenneth Colato looks in the mirror in his home under a bridge along the L.A. River.
Kenneth Colato se mira en un espejo en su casa, debajo de un puente del río Los Ángeles, en la Cuenca de Sepúlveda, en abril de 2017.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“Terminé aquí, en el río. Este lugar es otra cosa. Te quedas aquí lo suficiente, y te vuelves cruel y enojado. Pero te retiene; hay serenidad en ello”

— Kenneth Colato

Kenneth Colato takes firewood back to his home under a bridge in the Sepulveda Basin.
Kenneth Colato lleva leña a su casa debajo de un puente en la Cuenca de Sepúlveda, en noviembre de 2019.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
Elizabeth Bolton returns to the homeless encampment in Lake Balboa in November 2019.
Elizabeth Bolton busca un nuevo lugar para quedarse en Lake Balboa, en noviembre de 2019. A pesar de que una organización de asistencia le compró un boleto a casa, se bajó del autobús en la primera parada y regresó al campamento de desamparados.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
Ashley Heldman, 29, opens a suitcase she found along the L.A. River near a homeless community.
Ashley Heldman, de 29 años, abre una maleta que encontró a lo largo del río Los Ángeles, cerca de un campamento de desamparados, en Encino, en noviembre de 2016. Heldman, que luchaba contra el alcoholismo, llegó a la comunidad con su novio, quien luego la dejó por otra mujer. Eventualmente se fue del campamento y recuperó la sobriedad.
(Ivan Kashinsky / For The Times )
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“Allí estábamos solo nosotros. Todos nos apoyábamos. Sí, teníamos nuestras diferencias, somos personas, pero cuando se trataba de lo principal, en su mayor parte todos estábamos ahí para el otro”

— Lauren

Lauren lived in a homeless community but recently moved into a hotel through a program called Project Roomkey.
Lauren vivía en una comunidad de desamparados pero recientemente se mudó a un hotel a través de un programa llamado Proyecto Roomkey.
(Ivan Kashinsky / For The Times)

“El amor es una de las únicas emociones que no morirán. Es lo que todo el mundo busca, ser amado”

— Kenneth Colato

Kenneth Colato, who was homeless, has moved into the hotel through the Project Roomkey program.
Kenneth Colato observa por la mirilla en la habitación de Lauren en el Airtel Plaza de Van Nuys, el 15 de junio pasado. También se mudó allí gracias al programa Project Roomkey.
(Ivan Kashinsky / For The Times)
A man from a homeless encampment in Encino smokes crystal meth in his hotel room.
Un hombre de un campamento para indigentes en Encino fuma metanfetamina en su habitación del Airtel Plaza en Van Nuys el 15 de junio. Se mudó al hotel en mayo bajo el programa Project Roomkey.
(Ivan Kashinsky / For The Times )
Kenneth Colato, known as Rabbit, who lived in a homeless community.
Kenneth Colato se prepara para dejar la habitación de Lauren en el Airtel Plaza en Van Nuys.
(Ivan Kashinksy / For The Times)
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Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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